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Voto de Benito Martínez del Baño:
10
Drama Entre tres hermanos estalla un conflicto cuando su madre, albacea de la excepcional colección de arte del siglo XIX que perteneció a su tío, muere repentinamente. Sin embargo, no tendrán más remedio que limar asperezas y llegar a un acuerdo. Adrienne es una diseñadora de éxito en Nueva York, Frédéric es economista y profesor universitario en París, y Jérémie, un dinámico hombre de negocios asentado en China. Esta situación representa ... [+]
26 de diciembre de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Las horas del verano” (2007) supone un largometraje francés escrito y dirigido por Olivier Assayas, una puesta en escena y ritmo precisos, por no decir exactos en ocasiones, para narrar esta historia que cuenta con un reparto sensacional.

Su argumento gira en torno a tres hermanos. Ellos responden a los nombres de Frédéric (Charles Berling), Adrienne (Juliette Binoche) y Jérémie (Jérémie Renier), y pasan el verano con sus hijos en la casa de campo familiar donde vive la madre, Hélène Berthier (Edith Scoob). Esta es sobrina del pintor Paul Berthier, ya fallecido, y albacea de una excepcional colección de obras de arte del siglo XIX, y no sabe cómo acometer la disposición de estos bienes en su testamento. Cuando Hélène fallece, las personalidades de sus hijos, tres hermanos en la cuarentena, chocan al tener que decidir cómo ocuparse de este tamaño legado. Frédéric es el mayor, economista y el único de los hermanos que vive en Francia y quiere conservar la casa de campo, pensando en los veranos venideros que sus hijos podrán pasar allí. Por su parte, Adrienne, una diseñadora de éxito en Nueva York, y Jérémie, empresario establecido en China, prefieren vender. Los tres tendrán que permanecer unidos y llegar a un acuerdo. Mientras tanto, van reviviendo sus recuerdos y vivencia en el lugar y lanzan una mirada hacia el futuro. Sentimientos agridulces harán acto de presencia en sus vidas y el devenir de una casa que sucumbe diluyéndose a sus pies sus memorias. Asistimos con ellos al fin de su niñez y de los recuerdos compartidos en el hogar familiar.

Pero no son solo tres hermanos, sino tres generaciones. Tres mundos que muestran la decadencia sin paliativos del mundo en que vivimos y de la sociedad, sus prioridades y valores. La deriva del mundo moderno.

Una película, en este caso francesa, que logra emocionar al espectador más aguerrido. Y una casa, la de Hélène, en la que yo viví durante casi dos horas, el mismo lapso de tiempo en que como reza la canción de Mecano, “El cine” (“Aidalai”, 1991), “Las primeras escenas de aproximación / Consiguen que te metas en la situación / Y poco a poco se va desarrollando la acción […] Durante una hora y media pude ser feliz / Comiendo chocolate y palomitas de maíz / Sintiendo que era yo el que besaba a aquella actriz / El ruido de las fábricas al despertar / Los olores y colores de la gran ciudad / Me hicieron sentir que yo estaba allí / Que estaba allí” (Nacho Cano). Pues yo estuve allí, y fui feliz, y lloré, y vibré con la muerte de Hélène y la mencioné en los distintos programas de radio en que participaba un servidor por entonces, y asistí a la decadencia de aquel lugar que había imbuido la cultura y el arte y el buen paladar; y me horroricé asistiendo a un funesto botellón y a una música estridente, que nada tenía que ver con la música clásica que la anfitriona escuchaba prácticamente todo el tiempo. Y me sentí triste. Y lloré. Y salí del cine temblando. Y aún hoy, visiono este título y se me encoge un pellizco con el corazón.

Y creo, que cada uno piense lo que quiera, que Assayas es un director excepcional y no siempre bien ponderado, y que esta película suya debería verla todo el mundo. Generación tras generación. Porque, entre muchos otros valores, posee uno muy importante: hacernos pensar.

Gracias Hélène.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Benito Martínez del Baño
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