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España España · madrid
Voto de tiznao:
5
Comedia. Western Benito, un guardagujas ferroviario, oye un día un toque de corneta y ve cruzar un escuadrón de jinetes americanos. Temiendo una invasión, va a buscar ayuda, pero no es más que el rodaje de una película. La aparición de Benito en pleno rodaje coincide con una explosión de dinamita que lo hace volar por los aires. Así es como entra en contacto con el alucinante mundo del cine. (FILMAFFINITY)
31 de marzo de 2009
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el rodaje de un western en Almería, en el momento en que los “técnicos” de efectos especiales van a provocar una explosión como refuerzo de la escena que estaban rodando, interrumpe de pronto un guardabarreras que vive con su madre en una pedanía cercana, resultando alcanzado de lleno por la explosión, a causa de la cual le vemos en la siguiente escena, en la cama cubierto de vendas y rodeado de los cineastas gringos, los cuales para ganarse el perdón por el accidente, le llevan a la star hollywoodiense Úrsula Malone (Mirta Miller), para que se haga una foto besándola , despidiéndose acto seguido, no sin antes dejarle una tarjetas con su nombre por si necesita algo.
Una vez recuperado, siente la necesidad de abandonar un trabajo que no cumplía sus expectativas vitales y equipado con una maleta “ad hoc” emprende viaje en busca del mundo del erotismo y oropel que supone le espera en el mundo del cine, utilizando para ello las tarjetas arriba mencionadas.
A partir de aquí tenemos al bueno de Benito haciendo migas con un avispado proveedor de talentos patrios a las abundantes coproducciones que se rodaban por la zona (José Sacristán), con un viejo actor dipsómano venido a menos (Antonio Ferrandis) y con un par de extras femeninas (Tina Sáinz y Josele Román), amén de la norteamericana de marras y metido en embrollos.
Aunque tiene algún que otro pasable gag, no llega a cuajar como lo hizo la anterior “Vente a”, también dirigida por Pedro Lazaga un año antes (Vente a Alemania, Pepe), ya que aquí el estudio sociológico no se ve por ninguna parte, limitándose a fiar todo su potencial a la vis cómica de los actores, que en este caso, salvo alguna cosa medio potable a cargo de Alfredo Landa y si estas ojo avizor y te fijas bien, el bajito y carpetovetónico elenco de figurantes (atención a los parroquianos apoyados en la barra del salón y sosteniendo la copa en la mano, mientras Alfredo Landa interrumpe de nuevo el rodaje).
Recomendable para muy fans de este tipo de cine y curiosos impenitentes.
tiznao
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