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Voto de Fernando Garín:
6
Drama. Romance. Bélico Franz y Fani Jägerstätter son un feliz matrimonio que vive con sus tres hijas en su granja alpina en Sankt Radegund, Austria. Son campesinos, viven y trabajan rodeados de un impresionante paisaje montañés. Cuando estalla la Segunda Guerra Mundial, los hombres comienzan a respaldar el nazismo, pero Franz no se deja arrastrar por la corriente mayoritaria. Se resiste a prestar juramento a Hitler y se convierte en el primer objetor de un ... [+]
28 de febrero de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con “Vida oculta” (A Hidden Life, 2019) llega el décimo y siempre esperado largometraje de Terrence Malick. Pocos directores son tan esperados y generan tantos aplausos y decepciones después de sus estrenos. Eso sí, el realizador texano ya no juega a sorprender, sino a versar sobre los mismos temas. Su formación filosófica (llegó a comenzar una tesis sobre Heidegger en Oxford) es fundamental para entender el sentido de su cine.
Con base en la historia real de Franz Jägerstätter (1907-1943), Malick describe con minuciosidad la historia de unos campesinos austríacos, que ven sacudida su bucólica existencia por la progresiva nazificación del mundo que conocen. En “Vida oculta”, probablemente la película más narrativa de su director, se plantea el dilema moral de un granjero católico que debe poner a prueba su fe en tiempos muy recios. Desde luego, mucho más que hoy, cuando la tiranía de lo correcto se limita a asesinar conciencias en lugar de personas.
La de “Vida oculta” es una historia mil veces contada. La de la conciencia de un solo hombre frente a la dictadura del pensamiento único. Y el estoicismo de Franz conmueve menos que el vibrante paisaje alpino. Casi todo el mundo coincidirá en que es una narración pesada y laxa. Carece de agilidad y está demasiado engordada por la forma, donde el director encuentra su mejor vía de expresión.
“Vida oculta” es una sinfonía de la vida, o al menos eso pretende su director, que ha sabido tomarse su tiempo para deleitarnos con el lirismo de sus imágenes y la pomposidad de una música que adorna la belleza del conjunto. Incluso la elección del gran angular y el formato panorámico subordinan los personajes al paisaje. Las tres horas de duración constituyen un exceso que, unido a sus desmanes teológicos, hacen del film una obra tan pomposa como insustancial. No obstante, se puede gozar de ella como ejercicio contemplativo. Es una de esas fabulosas tartas cubiertas de fondant multicolor que sería mejor no haber probado.
Nota (6/10)
Fernando Garín (IG:fernandogarin_)
Fernando Garín
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