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España España · Castellón de la Plana
Voto de mnemea:
6
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13 de diciembre de 2010
18 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay una moto en mi calle que todo el mundo ha mirado fijamente en un estremecimiento de estupefacción. No existe la exageración en mis palabras, es horrenda, zafia, sencillamente, la única palabra que viene a tu mente al mirarla es: fea.

Hay una moto amarilla y blanca que se convierte en el centro de atención entre su suciedad y abolladuras porque en conjunto es llamativa, resulta imposible pasarla por alto y seguir oteando lo que ocurre en mi calle con total normalidad.

Hay una moto no muy grande en mi calle, y desde que apareció, nunca nadie la ha tocado, ignoro si hay un casco a juego con ella, si su dueño es un hombre o una mujer, si contiene la suficiente gasolina como para llegar a la siguiente calle o si simplemente alguien perdió la llave de su candado y no la puede utilizar.

Así que ahora la moto fea pertenece a mi calle, como la ventana desde la que la contemplo. Cada día miro la moto, pienso que es fea y me asombro por ello.

He visto la moto a pie de calle y no es lo mismo, sigue siendo fea, pero pierde toda fascinación. No me pregunto nada sobre ella, no me importa demasiado.

Pues he llegado a la conclusión que el televisor por el que nachete ve películas es como mi ventana, cuando mira a través de él todo se vuelve fascinante y hasta lo más horripilante cobra un cariz distinto y se aprecia a un nivel que pocos pueden llegar a captar.

Como Hausu, la casa mágica, ese lugar en el que un gato que emite rayos verdes ojo-víctima convierte a las doncellas visitantes en alimento del mal. Pero de un modo especial, más ridículo, complejo, colorista e inexacto. Con pequeñas orientales que desnudan miedos y cuerpo y efectos que de tan especiales pueden resultar absurdos. Los objetos cobran vida y nos desconciertan, la desidia se pone al nivel del histrionismo y nos deja con la duda al no saber si el chiste no lo entendimos porque nos lo contaron en ruso o porque no tiene gracia. Ahí radica su carisma.

Lo cotidiano se convierte en necesario y la fealdad nos atrae como el mejor y más numeroso tesoro. Lo extraño nos fascina y volvemos a todo ello porque lo necesitamos. Podemos negarnos a hacerlo, pero ojalá todos encendiéramos la tele de nachete de vez en cuando para confiar en nuestros instintos y disfrutar sin reparo alguno de lo que nos presentan, incluidos los ojos verdes de un gato saltarín y los troncos voladores a los que combatir a patadas.

Maldita moto, que fea es.
mnemea
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