Esa es la sensación tranquilizadora que me provocó esta historia real. Que hasta en la más fea, siempre queda alguien para rescatar o que nos rescate. Aunque más no sea afectivamente, de manera filantrópica, de algún modo. Alguien que recuerda que es un ser humano y que los otros también los son. Alguien que valora la vida. Alguien que se juega. Esa es la única parte linda de una historia desgarradora como fue el holocausto. El compromiso. El compromiso que llega al punto de poner en juego la propia vida. Lo mejor es que fue real. Conmovedora especialmente en el final, donde cada piedra depositada es como un llamado ineludible a no olvidar. La actuación de Neeson como siempre impecable. Spielberg en una película diferente. También comprometido. Para ver y hacérsela ver a los más jóvenes.