Memorias de África es de esas películas que uno tiene reservada para ver en tranquilidad, es de esos títulos que todo el mundo conoce sin llegar a saber que se trata de una obra maestra.

La empecé a ver en el avión, por partes y luego al llegar a casa y la continuaba entre comidas, y mientras que la veía pensaba que es una pena que no encontrase tiempo para verla de una vez, así que hoy me he sentado para poderla ver una vez más y saborear ese aire africano que trasmite la película.

Es sin duda una obra maestra que se adentra en la África colonial de principios del siglo XX, un periodo preciosamente retratado que te hace disfrutar del paisaje, ambientación y de la historia, una película preciosamente dirigida, dirigida sobre todo con mucho cariño.

Me ha encantado y no se si es por la película o por los recuerdos que me trae de África, de esos atardeceres, de ese aire, de su vida salvaje, de esa África que tanto amo y tanto extraño.
Estaría conociendo África todo el rato pero hay más mundo que conocer.

Esta película me retrata una época que siempre quise ver, los europeos que se adentraban por África para crear sus granjas y alejarse de alguna manera de Europa, un mundo ya lejano pero todavía real para aquellas personas que viven en África toda su vida.

Memorias de África retrata una época importante del continente.

Además es una historia de amor muy avanzada para aquella época, años veinte, una mujer es amante de un hombre imposible de controlar y se queda sola en Kenia bajo el control de una granja de café, ella sola soportando todo tipo de durezas.

Una mujer con demasiado carácter para estar atada a alguien o a algo, pero fuerte como un roble que sabe soportar las corrientes que van siempre en su contra, una mujer muy independiente, un personaje muy bien retratado por la mejor actriz de Hollywood, una joven que ya sabía como quedarse con todo el mundo.

Es sin duda una película maravillosa, hecha y dirigida con tremendo cariño y que sabe trasmitir la fuerza de una continente salvaje.