El realizador Brad Furman nos ofrece un nuevo drama judicial. ¿Qué nos ofrece Furman que no nos hayan ofrecido ya?
Siendo estrictos, la verdad es que un buen reparto (con Matthew McConaughey al frente, y acompañado de Ryan Phillippe, Marisa Tomei, William H. Macy, Frances Fisher, etc) y poca cosa más.

Podríamos decir que tiene un trama entretenido, que lo tiene, en el que McConaughey interpreta a un eficaz abogado defensor, de vuelta de todo, más preocupado en ganar dinero que en hacer justicia, que se encontrará con el caso de un niño rico (Ryan Phillippe) acusado de pegar una paliza a una joven, que le puede reportar buenos ingresos, aunque no esté exento de sufrir emociones fuertes al aceptar el caso. Claro que es inevitable que el argumento nos suene a algo visto. También podríamos decir que el film se apoya en un buen guión que nos guarda alguna que otra sorpresa. Pero, en el fondo no es nada que no hayamos visto ya.

Queda claro que no es una obra maestra, ni mucho menos, pero ciertamente si es una buena película. Lo más interesante es sin duda el retrato del protagonista y del contexto judicial en que se mueve. Mickey Haller es un abogado cuanto menos curioso. Se puede decir que su despacho es su vehículo (un Lincoln que da lugar al título original) desde donde se desplaza de juzgado en juzgado defendiendo gente de dudosa inocencia gracias a su habilidad. Las primeras imágenes de la cinta no pueden ser más claras sobre su postura moral. En estas le cae un caso que le puede reportar grandes ganancias, al requerir sus servicios la adinerada familia de Louis Roulet para sacarle de un embrollo que en apariencia parece sencillo pero que tiene implicaciones que pondrán a prueba la integridad del abogado. McConaughey sabe darle el tono de ambigüedad que el personaje requería, retomando una versión evolucionada del joven abogado de "Tiempo de matar" cuyo idealismo y optimismo parece haberse marchitado tras pasar muchos años en contacto con el sistema.

Como telón de fondo de los acontecimientos que van teniendo lugar ante los ojos del espectador, Furman pinta un panorama legal tan poco halagador como trillado. A estas alturas todos tenemos más o menos claro como funciona la justicia. No es que el film tenga un tono decidamente crítico, pero sin lugar a dudas el realizador sabe sacar partido a cierta sensación como de asumir que es imposible un sistema judicial más justo. Todos, fiscales, jueces y abogados conocen las reglas del juego y sus "trampas" y en base a ellas juegan sus cartas como mejor saben. De alguna forma, Furman consigue que permanezca esta idea en el espectador.

Con todo, se trata de un film que guarda alguna que otra sorpresa en la recámara (bastante predecibles, eso sí), de buena factura y que cumple bastante bien su función de entretener. Sin ser una obra maestra es de los mejores films judiciales que han llegado en los últimos tiempos.