Adaptación de una conocida novela de Saramago a cargo de Fernando Meirelles. Hay que decir que no sólo realiza una adaptación bastante fiel a la novela sino que además consigue conectarlo con su propio universo fílmico. Al igual que la novela, el film arranca con un hombre que repentinamente pierde la vista, hecho que se irá extendiendo progresivamente al resto de la población. Esto es aprovechado para establecer una metáfora sobre la sociedad en general, con una visión muy pesimista acerca del comportamiento de las personas, cuya aparente buena voluntad y cordialidad es sólo apariencia, una endeble capa de barniz agradable que oculta un profundo egoísmo (y crueldad si es necesario) hacia los demás, que se puede dejar de ver en el momento en que los convencionalismos se derrumban por cualquier motivo (como perder lo más evidente de esta sociedad de apariencias: la vista).

De esta forma, los ciegos, serán marginados. Una vez destruida la base sobre la que se sustentaba la relación social anterior a la perdida de la vista, aflora lo peor de nosotros mismos, volviendonos crueles, agresivos, egoístas. Mucho de esto permanece en el film de Meirelles, aunque éste incide mucho más en la situación excepcional, para componer un relato con tintes claramente apocalípticos, visto su interés por retratar la situación de los ciegos encerrados, así como mostrar el panorama desolador de una ciudad prácticamente desierta, sucia, cuyos pobladores vagan sin rumbo en busca de comida, sin importarles matarse entre ellos.

En cierto sentido, Meirelles, se acerca temáticamente a su propio universo, y no tanto al de Saramago, planteando una sociedad caótica, egoísta y cruel. El único personaje positivo es paradójicamente el único que conserva la vista (Julianne Moore), siendo el testimonio visual de los hechos, sin embargo acaba tomando consciencia de la situación y decide intervenir.

El realizador se sirve de un amplio reparto (encabezado por la citada Julianne Moore, muy acertada por cierto, acompañada por Mark Ruffalo, Danny Glover, Gael Garcia Bernal, Alice Braga, etc), alguno de los cuales tienen la entidad suficiente como para que se les reconozca su trabajo, evitando la excesiva personalización de los mismos. Aunque en general todo el reparto está totalmente subordinados al relato principal, evitando que el film gire alrededor de alguna estrella mediática.

A nivel visual y estético, Meirelles, también demuestra su buen hacer, utilizando un excelente y acertado colorido, cuyos matices tienden más a los colores pálidos que no a los oscuros, presididos por unos muy acertados fundidos en blanco y recreándose en las imágenes más tétricas y degradantes que inciden en su visión eminentemente apocalípticas, sobretodo las de la ciudad.

Meirelles, como lector nos ofrece su interpretación personal, y como cineasta, realiza un film que más que respuestas, lo que nos plantea son preguntas, y muy serias por cierto.