El género de la ciencia-ficción es uno de los más trillados del cine. Y dentro de él, la variante catastrofista (ya saben, un grupo de astronautas deben salvar al mundo de una terrible hecatombe que amenaza a la raza humana) ha sido explotada hasta la saciedad en los últimos años con películas como Deep Impact, Armageddon, Independence Day, El núcleo, Planeta Rojo y alguna otra que seguramente me dejo. Bueno, pues al pasado año, Danny Boyle decidió que ya era hora de recuperar ese cine catastrofista, que había quedado algo apartado desde el 2003, más o menos. ¿Su propuesta? Sunshine.
Partiendo de una premisa muy poco original que sigue al pie de la letra la estructura que he detallado en el paréntesis, el realizador de Trainspotting crea una película muy original, arriesgada , valiente, crepuscular y decididamente oscura. Y lo que es mejor, presenta personajes que, por primera vez en mucho tiempo, no son los estereotipos de este tipo de cine (chica aguerrida, informático brillante y despistado, capitán buenorro y carismático...), lo que es muy de agradecer. La personalidad de los actores que les dan vida en ningún momento está por encima de la de los personajes, lo que les da mucha naturalidad. Entre ellos voy a destacar a Cillian Murphy y a Chris Evans, verdaderamente sorprendente.
Lástima que en el tramo final Alex Garland, el guionista, y Boyle pierdan los papeles y conviertan qlo que hasta entonces era una excelente película de ciencia-ficción en una especie de secuela no declarada de Horizonte Final. Un final que desmerece totalmente de todo lo que hemos visto antes. Una pena.

Lo mejor: Los primeros 75 minutos en su totalidad, donde nada sobra, y los efectos visuales.
Lo peor: El giro que da la película al final.