En no recuerdo qué película uno de los personajes decía: "Las causas perdidas son las únicas por las que merece la pena luchar". Yo lo encuentro exagerado, pero, visceralmente más que con el coco, comprendo la atracción que ese tipo de causas ejerce en algunas personas.

Y de veras parece una causa perdida defender a Leonard Vole, acusado de asesinato, que lo tiene todo en contra, ¿incluso a su esposa? Se encarga de la defensa el convaleciente y muy maduro sir Wilfrid Robarts, a veces más infantil que un crío, paciente indisciplinado donde los haya, pero profesional hasta la médula.

No me gusta que se dejen el cuchillo sobre la mesa, pero lo demás me encanta: el drama judicial, los toques de comedia, las peleas entre sir Wilfrid y su enfermera, el pedazo de guión, ver por una vez a Marlene Dietrich como una actriz y no sólo como un fabuloso par de piernas, etc.

Mi momento favorito es un gesto indescriptible y maravilloso del genial Charles Laughton, cuando decide acudir a la cita en la estación.