El gran acierto de esta deliciosa fábula navideña no es que pretenda criticar la conversión al mercantilismo y consumismo propio de las fechas navideñas, y que en mi opinión lo consigue a medias, ( aunque de manera muy divertida eso sí), sino la originalísima idea de exponer una tesis " fe vs incredulidad", " ilusión vs escepticismo", " realismo vs idealismo", como forma de encarar la vida ( abogando por el sano equilibrio entre ellas) y someterla a juicio, sentando en el estrado, nada más y nada menos, que al hombre que afirma ser Santa Claus.
Dicho así, resumido, podría parecer que estamos ante una tontería pero no es así en absoluto.
Doris ( Maureen O´Hara) ya está curtida por los palos que se ha llevado en la vida y no va a permitir que su hija ( Natalie Wood) se pegue el hostión.
Los pies en la tierra, para todo, parece ser su lema. Lo que no se cree, ni se confía, tampoco duele cuando desaparece. Y, revestida de una practicidad y realismo absoluto, educa a su hija en esos mismos principios, negándole cualquier acceso a la fantasía, la imaginación, la ilusión e incluso la esperanza. Yo, a mi hija, la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.
Todo parece irle bien, de ese modo. Trabaja para unos grandes almacenes, acaba de contratar a un agradable anciano para que haga de Santa Claus y promocione los regalos y que se revelará como un lince en su empleo, haciendo subir como la espuma las ventas de la compañía con su inusual método. Lo malo es que éste empieza a afirmar que es el verdadero Santa Claus... ¿está chaveta?. Su capacidad mental será puesta en duda y sometida a juicio donde el único que parece dispuesto a defenderle, es el abogado vecino ( John Payne) de Doris.
Toda la película me parece deliciosa. Con grandes dosis de humor e interpretaciones magníficas,( a mí me gustan todos los personajes sin exceptuar ninguno), revestida de ingenuidad, claro que sí, pero dejando lugar a la ironía, esta cinta se conserva magníficamente y le da sopas con honda a todas las que vinieron después y que no consiguen, ni de coña, el milagro de aunar ( ya tiene mérito) y convencer a todos los escépticos de que la ilusión ( bajo la forma que sea), es vida.
Si tuviera que hacer un top de las cinco mejores películas navideñas, metería a ésta sin dudarlo ( siempre por debajo de la inefable Qué bello es vivir, claro está).
! Ahh!, ¿y no he hablado de la preciosa música de Alfred Newman?.