No esperaba menos de La Duda. Con el reparto que luce y la historia que cuenta, todo bien manejado, estaba abocada a ser uno de los dramas del año. Y lo ha sido. Lo que no esperaba es que me sacudiera tan fuerte, no esperaba que un cura y unas monjas pudieran tenerme casi mordiéndome las uñas y con el estómago encogido.
Como he dicho, lo primero que impresiona es el reparto. Meryl Streep vuelve a superarse a sí misma y moldea un personaje para el recuerdo; Seymour Hoffman no falla nunca; Amy Adams ha sido toda una revelación, y Viola Davis se gana la gloria en apenas 10 minutos, en un papel estremecedor. Si no me equivoco, los cuatro estuvieron nominados al Oscar. Merecidas nominaciones.
Me gusta mucho ese sabor teatral que tiene (es adaptación de una obra de teatro del propio director, de hecho), ese duelo actoral con sabor a tragedia griega de alto contenido moral. En ella se manejan temas como la difamación, el dogmatismo, los prejuicios, la educación represiva, etc., pero personificados en los protagonistas, con lo cual La duda se convierte en un certero y sobrecogedor análisis del alma humana.
Otra cosa sorprendente de La duda es su enorme sentido del ritmo. En ningún momento te da un respiro intelectual o emocional, te mantiene constantemente expectante, sin que sepas con certeza qué va a ocurrir. Y lo hace con un ritmo ajustadísimo, gracias a que no hay diálogo, ni siquiera palabra, que sobre. El conflicto dialéctico es vibrante y emocionante a más no poder.
Aunque no lo parezca, La duda consigue subyugarte por la fuerza de sus personajes y las inquietantes preguntas que suscita. Sobre ella se podría hablar durante horas, pues es riquísima en matices. Yo la recomiendo a todo aquel que quiera ver un duelo actoral de primerísima fila interpretando personajes verdaderamente potentes, enmarcados en un conflicto moral y emocional de profundo calado. La Duda llega muy adentro y no te da un respiro. Un peliculón en toda regla. Sin duda.