¿Se puede ser un naufrago en una isla desierta a escasos kilómetros de tu ciudad?, Lee Hae-Joon nos propone un maravilloso viaje a dicha isla de la mano de su un naufrago poco habitual. Ya que en lugar de salvarse de una muerte ahogado en el mar, este se salva de una vida ahogado por la sociedad moderna: deudas, rupturas sentimentales, trabajo, alienante, soledad... para retornar a la Madre Tierra, al origen primero del ser humano, subsistir con lo que nos proporciona la naturaleza, alimentarnos de la tierra, refugiaron de las inclemencias del tiempo y luchas por sobrevivir, todas esas cosas que la sociedad hiper tecnológica y acomodada de las ciudades del primer mundo te arrebata, convirtiéndote en un ente consumista que ha perdido los instintos de supervivencia primarios. En el otro lado del objetivo está una bella, siniestra y delirante Jeong Ryeo-Won, quizás el extremo más inquietante de esta deshumanización de la sociedad moderna y que en su vecina, Japón se ha acuñado con el termino de Hikikomori. Adolescentes que incapaces de hacer frente al su vida cargada de presiones por conseguir buenas notas y popularidad social, se encierran en sus habitaciones para no salir nunca, tan solo conectados al mundo exterior a través de internet. Así tenemos a dos almas errantes en un mundo que te arrebata siglos y siglos de instintos humanos que hemos desarrollado a lo largo de nuestra historia y nos deja sueltos en un frío y afilado mundo de cables, cemento y vidrio con la esperanza de encontrar a nuestra alma gemela que nos salve de las negras aguas del olvido. Genial derroche de fantasía, crítica social y emociones sin caer en la empalagosidad, gran muestra del talento que puede llegar a tener el para muchos desconocido cine coreano.