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España España · Alicante
Voto de Follawski:
5
Drama. Romance Perdido en medio de una tormenta de nieve en un rocoso páramo inglés, un extranjero se topa con Cumbres Borrascosas, la lúgubre mansión del misterioso Heathcliff, un hombre tan torturado por un amor frustrado que ha perdido el deseo de vivir. Mientras la tormenta ruge en el exterior, el fatigado caminante escucha fascinado la triste historia del desesperado amor de Heathcliff y Cathy. Cuando Heathcliff volvió a buscarla, después de una ... [+]
14 de mayo de 2010
11 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando leí “Wuthering Heights” dejando de lado su mayor o menor calidad, la primera conclusión fue que la mayoría de la gente que conocía había leído una novela diferente a la que yo.
“Cumbres Borrascosas” era para mis conocidos una novela de amor, una ñoñeria que leían las amantes de las actuales sagas de vampiros sentimentales y demás. Si hablas con este tipo de gente te dirían que su argumento trata de una gran historia de amor, que trasciende razas y barreras sociales.
Lo que me sorprende, hasta cierto punto (claro está) es que William Wyler sea de los que opinan eso. Esta versión de “Cumbres Borrascosas” es, aparte de una castaña, una obra sensiblera y empalagosa a más no poder en la que todos son buenos, se arrepienten de sus errores (cuando en la novela, el arrepentimiento es de las últimas cosas que pasan por la mente de los protagonistas) e incluso se plantean la reconciliación como primera opción.

En la novela que yo leí, que debió de ser otra, la trama era básicamente sobre el odio. El Odio que exudaba primero Hindley y luego Heathcliff por todo lo que les rodeaba. Y debido a este odio, las principales actividades que llevaban a cabo los protagonistas de ésta eran venganzas.
Al no poder hacerse con Kathy, Heathcliff decide vengar a sus enemigos (primero Hindley, luego Edgar Linton –un triste David Niven en esta versión-) y es la venganza, y no el amor, lo que trasciende barreras sociales (ya que en su exilio se enriquece y retorna para consumar su venganza), generaciones (ya que se vengará de sus hijos, y de los hijos de sus hijos, y de los hijos de los hijos de sus hijos,...) y moralidad alguna (porque en la novela Hindley es un malnacido, sin embargo Linton es un idiota –sí- pero con un gran corazón). Nada de esto es respetado en la cinta, que recorta la historia hasta dejarla en una sensiblera disputa de trío amoroso.

Tan aburrida acaba siendo la obra de Wyler, que uno termina entreteniéndose viendo como le quitan y le ponen un taburete a Laurence Olivier para evitar que parezca que Niven le puede abrir la cabeza de un sopapo a voluntad (si os fijáis, acaba siendo muy descarado, crece un palmo cuando la cámara se acerca, lo pierde cuando vuelve a alejarse).
Follawski
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