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Voto de Chris Jiménez:
6
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Drama. Terror
Secuela del film de culto "Suicide Club". Esta nueva película de Sion Sono cuenta la compleja historia del fracaso y reconstrucción de una familia japonesa. La trama gira alrededor de Noriko, una adolescente insegura e insatisfecha que vive con su madre, su padre y su hermana en un pequeño pueblo. Para escapar de una realidad sin futuro, Noriko empieza a visitar la web Haikyo.com, una red social donde comienza a chatear con otras chicas como ella. (FILMAFFINITY) [+]
22 de enero de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Insatisfacción, hastío, ansia, desconexión, odio...son esas algunas de las emociones que nos impulsan a dibujar un propio círculo existencial fuera del que la vida se ha encargado de asignarnos, y, con ello, desposeernos de nuestra conciencia para alcanzar la auténtica conexión con nosotros mismos.
¿Sería eso posible?
Después de cuarenta años de vida y diecisiete iniciado como cineasta, el transgresor Sion Sono sería reconocido no sólo en su país natal sino a nivel internacional gracias a "El Club del Suicidio", obra insólita y rompedora con la que, haciendo uso de una explosiva creatividad más allá de lo imaginable, desgajaba sin ningún pudor las obsesiones, psicopatías, miedos y tensiones de la sociedad japonesa moderna, recién entrado un siglo XXI donde el cada vez mayor dominio de la tecnología e internet controlaba las conciencias y emociones de las gentes, en especial las de la joven generación.
Enfermiza, sangrienta y también inexplicable, seguramente el gran público no estaba preparado para alguien como Sono y sus abrasivos ideales sobre el ser humano y la sociedad; pero lo cierto es que su trabajo, el cual pronto alcanzó el estatus de culto, quedó inconcluso, lleno de preguntas y pocas respuestas. Así continuaría alimentando la fábula del aterrador "club" en su novela "Jisatsu Sakuru: Kanzeban"; no queda claro si su intención era despejar los enigmas planteados, en cualquier caso después trasladaría su propio libro a la gran pantalla, que según la cronología de los hechos podría establecerse como precuela, en principio, aunque esconde muchos más secretos...
En efecto se recuerda el salvaje incidente de las 54 chicas que saltaron a las vías del tren, y se hará hincapié a lo largo y ancho de la historia, conectándose con ésta en múltiples nexos de unión, sin embargo "La Mesa de Cena de Noriko" comienza presentándonos la paulatina fragmentación de un núcleo familiar, compuesto de Tetsuzo (el padre), Taeko (la madre), Yuka (la hija menor) y Noriko, en quien se centra el primero de los cuatro capítulos en los que se divide la trama, cada uno de ellos narrado desde el punto de vista de su protagonista (lo que da pie a numerosas contradicciones).
Esta fragmentación viene dada por la insatisfacción de la joven Noriko al vivir en la pequeña Toyokawa (ciudad natal de Sono, uno de los muchos aspectos autobiográficos que plagan el film) al margen de la gran sociedad; lo que para sus padres conforma un reducto de paz y armonía, lejos de los peligros urbanos, para ella es un agujero donde su anodina existencia se hunde día a día. En realidad Noriko es el paradigma de la llamada generación "millennial", a la cual ataca y desgrana el director sin piedad; demasiado avanzados y solitarios para el mundo real que les rodea, hacen de internet su nuevo hogar, se liberan, adoptan nuevas identidades y personalidades.
Y lo más importante, condensan las emociones según los estímulos proporcionados por la pequeña pantalla del ordenador. Así es Noriko; como sus coetáneos, ella también decide asumir un rol en el que refugiarse, ahora Mitsuko (nombre de una de las protagonistas de "El Club del Suicidio" y recurrente en el universo "soniano"). Los roles son en realidad, como iremos viendo, asumidos por todos los miembros de la sociedad, para evitar el rechazo a sí mismos, para huir de sus vacuas existencias, para fingirse. La visión del nipón sobre la Humanidad vuelve a ser desoladora.
Una Humanidad podrida hasta los cimientos, que respira hipocresía y nihilismo, que se cura por su sufrimiento y dolor en sordina; una Humanidad a la que decide lanzarse la joven de cabeza en un acto de huida inconfesable (éste y otros ejemplos hacen a los personajes de Sono repulsivos y lo más lejos de poder ganarse nuestra empatía). Así, mientras la brecha se abre en el seno de los Shimabara, acompañamos a una desconcertada Noriko a un viaje, no de liberación ni mucho menos, sino un viaje a las tinieblas de la sociedad contemporánea guiado por un monstruo que halla en el camino y que le arrastrará irremisiblemente a ellas (como les sucede a muchos protagonistas de los films del cineasta).
Ese monstruo que guía a la muchacha se llama Kumiko, otro ser que sirve a Sono para vampirizar a la mujer y convertirla en instigadora de la desgracia por pura selección natural; ella es un espectro de pasado inexistente y conciencia vacía, camina sin ser nadie y se muestra ocultándose (o viceversa).
Si bien vuelve a cobrar importancia la red Haikyo.com, clave en "El Club del Suicidio", la historia que nos atañe no parece ubicarse como precuela ni secuela de aquélla, sino como una mirada alternativa al mismo universo al tiempo que se desarrollan los hechos; Sono construye una fábula aún más perturbadora sobre su decadente sociedad.
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
En definitiva una nueva demostración de la ferocidad narrativa del cineasta, de su capacidad innata para enroscarnos en su construcción y destrucción del drama humano, que puliría y mejoraría en obras futuras ("Exposición de Amor", "Cold Fish").
Resultaría más satisfactoria de no ser por sus mencionados personajes femeninos y esa delirante conclusión donde hemos de aceptar lo inaceptable...
¿Sería eso posible?
Después de cuarenta años de vida y diecisiete iniciado como cineasta, el transgresor Sion Sono sería reconocido no sólo en su país natal sino a nivel internacional gracias a "El Club del Suicidio", obra insólita y rompedora con la que, haciendo uso de una explosiva creatividad más allá de lo imaginable, desgajaba sin ningún pudor las obsesiones, psicopatías, miedos y tensiones de la sociedad japonesa moderna, recién entrado un siglo XXI donde el cada vez mayor dominio de la tecnología e internet controlaba las conciencias y emociones de las gentes, en especial las de la joven generación.
Enfermiza, sangrienta y también inexplicable, seguramente el gran público no estaba preparado para alguien como Sono y sus abrasivos ideales sobre el ser humano y la sociedad; pero lo cierto es que su trabajo, el cual pronto alcanzó el estatus de culto, quedó inconcluso, lleno de preguntas y pocas respuestas. Así continuaría alimentando la fábula del aterrador "club" en su novela "Jisatsu Sakuru: Kanzeban"; no queda claro si su intención era despejar los enigmas planteados, en cualquier caso después trasladaría su propio libro a la gran pantalla, que según la cronología de los hechos podría establecerse como precuela, en principio, aunque esconde muchos más secretos...
En efecto se recuerda el salvaje incidente de las 54 chicas que saltaron a las vías del tren, y se hará hincapié a lo largo y ancho de la historia, conectándose con ésta en múltiples nexos de unión, sin embargo "La Mesa de Cena de Noriko" comienza presentándonos la paulatina fragmentación de un núcleo familiar, compuesto de Tetsuzo (el padre), Taeko (la madre), Yuka (la hija menor) y Noriko, en quien se centra el primero de los cuatro capítulos en los que se divide la trama, cada uno de ellos narrado desde el punto de vista de su protagonista (lo que da pie a numerosas contradicciones).
Esta fragmentación viene dada por la insatisfacción de la joven Noriko al vivir en la pequeña Toyokawa (ciudad natal de Sono, uno de los muchos aspectos autobiográficos que plagan el film) al margen de la gran sociedad; lo que para sus padres conforma un reducto de paz y armonía, lejos de los peligros urbanos, para ella es un agujero donde su anodina existencia se hunde día a día. En realidad Noriko es el paradigma de la llamada generación "millennial", a la cual ataca y desgrana el director sin piedad; demasiado avanzados y solitarios para el mundo real que les rodea, hacen de internet su nuevo hogar, se liberan, adoptan nuevas identidades y personalidades.
Y lo más importante, condensan las emociones según los estímulos proporcionados por la pequeña pantalla del ordenador. Así es Noriko; como sus coetáneos, ella también decide asumir un rol en el que refugiarse, ahora Mitsuko (nombre de una de las protagonistas de "El Club del Suicidio" y recurrente en el universo "soniano"). Los roles son en realidad, como iremos viendo, asumidos por todos los miembros de la sociedad, para evitar el rechazo a sí mismos, para huir de sus vacuas existencias, para fingirse. La visión del nipón sobre la Humanidad vuelve a ser desoladora.
Una Humanidad podrida hasta los cimientos, que respira hipocresía y nihilismo, que se cura por su sufrimiento y dolor en sordina; una Humanidad a la que decide lanzarse la joven de cabeza en un acto de huida inconfesable (éste y otros ejemplos hacen a los personajes de Sono repulsivos y lo más lejos de poder ganarse nuestra empatía). Así, mientras la brecha se abre en el seno de los Shimabara, acompañamos a una desconcertada Noriko a un viaje, no de liberación ni mucho menos, sino un viaje a las tinieblas de la sociedad contemporánea guiado por un monstruo que halla en el camino y que le arrastrará irremisiblemente a ellas (como les sucede a muchos protagonistas de los films del cineasta).
Ese monstruo que guía a la muchacha se llama Kumiko, otro ser que sirve a Sono para vampirizar a la mujer y convertirla en instigadora de la desgracia por pura selección natural; ella es un espectro de pasado inexistente y conciencia vacía, camina sin ser nadie y se muestra ocultándose (o viceversa).
Si bien vuelve a cobrar importancia la red Haikyo.com, clave en "El Club del Suicidio", la historia que nos atañe no parece ubicarse como precuela ni secuela de aquélla, sino como una mirada alternativa al mismo universo al tiempo que se desarrollan los hechos; Sono construye una fábula aún más perturbadora sobre su decadente sociedad.
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
En definitiva una nueva demostración de la ferocidad narrativa del cineasta, de su capacidad innata para enroscarnos en su construcción y destrucción del drama humano, que puliría y mejoraría en obras futuras ("Exposición de Amor", "Cold Fish").
Resultaría más satisfactoria de no ser por sus mencionados personajes femeninos y esa delirante conclusión donde hemos de aceptar lo inaceptable...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Centra su discurso en la absoluta soledad y rechazo autoconsciente, y en la adquisición de una existencia ficticia, "programada", por medio de algo tan escalofriante como esa agencia que "alquila" familias a los más variopintos clientes.
A estas alturas la huida de la inocente Noriko es cada vez más incierta (la voz de la razón es al final la paterna); los demás episodios radiografian de manera concienzuda los tormentos, impulsos y dramas de aquellos que la rodean: Kumiko, su hermana Yuka, quien decide huir en su busca, y su padre, que contemplando el desmoronamiento familiar provocado por sus (malditas) hijas y el suicidio de su esposa, inicia una cruzada contra la secta manipuladora del llamado "Club del Suicidio".
De hecho, teniendo en cuenta lo imposible de empatizar con las féminas protagonistas, proyectando incomodidad y animadversión más que cualquier otra cosa, es el personaje de Tetsuzo, ese padre amargo y hecho pedazos, con los pies en la tierra y susceptible de ser manipulado al contrario que Yuka y Noriko, su obsesión y fría preparación de la venganza, lo que relanza la trama cuando ésta se hacía cada vez más densa y agobiante. Aunque se tome su tiempo desmontando a Kumiko, Sono acierta de pleno al ponernos en la piel de Tetsuzo y lanzándonos a un tramo catártico de búsqueda, descubrimiento, expiación y choque frontal con la realidad.
Incapaces somos de adivinar a qué caminos conducirá una terapia psicológica tan salvaje como la planeada por Tetsuzo, y así nos aguarda una última media hora desesperante, donde el director, con su nervio habitual, deja claro su dominio de la tensión, la atmósfera y la violencia...
Pero también falla en una solución insatisfactoria y confusa, con Tetsuzo convertido primero en monstruo ante sus "desconectadas" hijas, deseando rescatarlas de esas identidades falsas que han asumido (de esos avatares en línea que se han extendido fuera del mundo virtual), y luego presa de la asunción del rol del padre perfecto que siempre quiso ser, en un entorno preparado y falso. Y lo que no debería suceder termina sucediendo.
Es decir, los protagonistas son tomados por sus roles y en esa salsa de paranoias final sólo queda el desposeimiento y el autoengaño (aunque implique la "vuelta a la realidad" de Noriko) y es algo con lo que yo, personalmente, no deseo estar de acuerdo. Entre tanto se aporta una visión global y razonable del "Club del Suicidio" absolutamente descorazonadora; en sus 2 horas y media de metraje Sono se las arregla para lograr un ritmo fluido aun con sus altibajos o momentos demasiado exasperantes, filmando casi todas las secuencias cámara en mano para captar al vuelo las emociones de sus personajes y meternos de lleno en la historia.
En lo que a un servidor respecta, vuelvo a afirmar que el nipón es de esos pocos directores que realmente poseen la habilidad de cortarte la respiración y mantenerte en vilo el tiempo que deseen. A sus órdenes están de nuevo unos actores puestos al límite; especial predilección siento por el arrollador Ken Mitsuishi. Kazue Fukishii y la más joven Yuriko Yoshitaka encarnan a unos personajes, como ya dije, repelentes a todos los efectos, humanos sin duda, pero insoportables al final, lo mismo que la otrora "AV idol" Otake "Tsugumi" Tsuzumi. Sanae Miyata demuestra en su corta participación sus grandes dotes como actriz dramática, pero por desgracia no se le presta la debida atención, lo mismo sucede con Yoko Mitsuya.
A estas alturas la huida de la inocente Noriko es cada vez más incierta (la voz de la razón es al final la paterna); los demás episodios radiografian de manera concienzuda los tormentos, impulsos y dramas de aquellos que la rodean: Kumiko, su hermana Yuka, quien decide huir en su busca, y su padre, que contemplando el desmoronamiento familiar provocado por sus (malditas) hijas y el suicidio de su esposa, inicia una cruzada contra la secta manipuladora del llamado "Club del Suicidio".
De hecho, teniendo en cuenta lo imposible de empatizar con las féminas protagonistas, proyectando incomodidad y animadversión más que cualquier otra cosa, es el personaje de Tetsuzo, ese padre amargo y hecho pedazos, con los pies en la tierra y susceptible de ser manipulado al contrario que Yuka y Noriko, su obsesión y fría preparación de la venganza, lo que relanza la trama cuando ésta se hacía cada vez más densa y agobiante. Aunque se tome su tiempo desmontando a Kumiko, Sono acierta de pleno al ponernos en la piel de Tetsuzo y lanzándonos a un tramo catártico de búsqueda, descubrimiento, expiación y choque frontal con la realidad.
Incapaces somos de adivinar a qué caminos conducirá una terapia psicológica tan salvaje como la planeada por Tetsuzo, y así nos aguarda una última media hora desesperante, donde el director, con su nervio habitual, deja claro su dominio de la tensión, la atmósfera y la violencia...
Pero también falla en una solución insatisfactoria y confusa, con Tetsuzo convertido primero en monstruo ante sus "desconectadas" hijas, deseando rescatarlas de esas identidades falsas que han asumido (de esos avatares en línea que se han extendido fuera del mundo virtual), y luego presa de la asunción del rol del padre perfecto que siempre quiso ser, en un entorno preparado y falso. Y lo que no debería suceder termina sucediendo.
Es decir, los protagonistas son tomados por sus roles y en esa salsa de paranoias final sólo queda el desposeimiento y el autoengaño (aunque implique la "vuelta a la realidad" de Noriko) y es algo con lo que yo, personalmente, no deseo estar de acuerdo. Entre tanto se aporta una visión global y razonable del "Club del Suicidio" absolutamente descorazonadora; en sus 2 horas y media de metraje Sono se las arregla para lograr un ritmo fluido aun con sus altibajos o momentos demasiado exasperantes, filmando casi todas las secuencias cámara en mano para captar al vuelo las emociones de sus personajes y meternos de lleno en la historia.
En lo que a un servidor respecta, vuelvo a afirmar que el nipón es de esos pocos directores que realmente poseen la habilidad de cortarte la respiración y mantenerte en vilo el tiempo que deseen. A sus órdenes están de nuevo unos actores puestos al límite; especial predilección siento por el arrollador Ken Mitsuishi. Kazue Fukishii y la más joven Yuriko Yoshitaka encarnan a unos personajes, como ya dije, repelentes a todos los efectos, humanos sin duda, pero insoportables al final, lo mismo que la otrora "AV idol" Otake "Tsugumi" Tsuzumi. Sanae Miyata demuestra en su corta participación sus grandes dotes como actriz dramática, pero por desgracia no se le presta la debida atención, lo mismo sucede con Yoko Mitsuya.