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Voto de Chris Jiménez:
4
Acción. Thriller Un asesino de élite llamado Frank, tras ser traicionado por unos gángsters, es enviado a una cirujana llamada "El Doctor" que le convierte en una mujer. Ahora, reconvertida con otra identidad pero con su genética de asesina implacable, buscará la venganza ayudado por Johnnie, una enfermera que también oculta sus propios secretos. (FILMAFFINITY)
31 de enero de 2019
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando al villano de la película se le cruzan los cables las consecuencias pueden ser de lo más inesperadas. Lo normal es que mate a la mujer del bueno y le haga parecer a éste culpable, o quizá secuestrarle al hijo...

Pero a veces los malos le dan a la mollera y se les ocurren cosas la mar de retorcidas o extrañas. Como cuando el de "Los Nuevos Bárbaros" no tiene otra cosa que hacer que violar al protagonista; a ese tipo de cosas me refiero. La que ha experimentado Frank Kitchen no es menor. Habilidoso e impasible asesino a sueldo, este individuo comete el error de asesinar a Sebastian, el drogadicto y chiflado hermano de la eminente doctora Rachel Jane, una experta en cirugía a la que le retiraron la licencia para ejercer su profesión y que durante un tiempo se dedicó a ello de manera ilegal.
Fría como un témpano de hielo, altiva como la que más y con unas teorías para supuestamente cambiar el Mundo a mejor, que no hay quien las entienda, Jane logra dar con el paradero del verdugo de su hermano y se las hace pagar por haberle liquidado...pero bien pagadas. De repente, Frank se levanta de su cama y se mira al espejo, pero lo que ve es el rostro de una mujer; ¡no es magia!, le han practicado un cambio de sexo con un irritante pretexto.

Con esa nueva identidad podrá librarse de la "prisión machista" en la que estaba encerrado y comenzar una nueva vida como mujer (una muestra de odio masculino demasiado pronunciado que no agrada en absoluto)...¡ahí es nada! El caso es que Frank no se va a quedar de brazos cruzados, por lo que se armará y buscará uno por uno a los que le han traicionado. El cine de acción ya no es lo que era. Por el camino se ha perdido la chispa y la caradura que antaño tenía; hoy día no podría haber un "Cobra", un "Commando" o un "Difícil de Matar" si no fuera actualizándolo a los nuevos gustos o haciéndolo lo más "light" posible.
En realidad quedan pocos que aún se atrevan a hacer cine de acción como el de antes, al menos en terreno americano (los hongkoneses siguen en sus trece), un cine desprovisto de coherencia, explicaciones e importantes tramas y basado en el entretenimiento y la violencia. Walter Hill es de esos. A sus 74 años, que se dice poco, este veterano no ha madurado un pelo, al contrario, sigue siendo igual de peleón. "Una Bala en la Cabeza", con el incombustible Sylvester Stallone, le sacaría de un paréntesis de diez años en los que no había rodado ningún largometraje; lo próximo que tenía en mente era rescatar una historia de venganza que Dennis Hamill, guionista de "Turk 182", le había dado allá por finales de los '70.

Un audaz film de serie "B" de esos que crean culto, pensó Hill; de hecho, había creado una novela gráfica publicada con éxito en Francia, y aquél sería el lugar en el que buscaría financiación para su nuevo proyecto. Hill se aliaría con el productor Saïd Ben Saïd, que ya había colaborado con grandes cineastas como Cronenberg, Polanski, DePalma o Verhoeven, y le puso dos condiciones: que el film fuera barato y tuviera a un actor de renombre en el reparto. Apoyada en una violencia de cómic y un guión que explota algunos de los más trillados clichés con un pasotismo que pa' qué, aunque pegándole una no poco original vuelta de tuerca al asunto, "Dulce Venganza" continúa con lo mostrado en "Una Bala en la Cabeza".
En ella el director, desplegando buenas dosis de intriga y el oficio que pueda llevar un veterano como él a las espaldas, olvida su sello y se centra en hacer cine de acción friki, de pura serie "B" y con concesiones a la autoparodia. Cargada de filosofía hueca, algún que otro giro previsible, sexo, golpes, tiros, sangre y mala leche, "Dulce Venganza" no desentonaría entre las obras de Robert Rodríguez, Scott Spiegel o Eli Roth, o quizá en la filmografía de un Takashi Ishii a mitad de los '90 con Atsuko Sakuraba de protagonista (ese sí que hubiera sido un film de culto). Sin embargo, hay bastantes cosas estropeando un producto que podría haber estado mucho mejor, más aún teniendo en cuenta que está hecho así adrede.

Y un claro signo de esto son los mediocres diálogos, escenas gratuitas, esa sensación de que a uno le están tomando el pelo con detalles y situaciones que producen vergüenza ajena, o las pobres actuaciones. Michelle Rodríguez nunca me gustó como actriz, parto de ahí, y en esta película no consigue ganarse mi aprecio; es tan irritante como siempre, no expresa nada, ¡y para qué hablar de cuando interpreta a la versión masculina de Kitchen! (barba postiza, efectos digitales baratos y listo)
Pero si con ella no es bastante, Sigourney Weaver es la gota que colma el vaso, quien se esfuerza lo que puede en un papel detestable y pedante que da una grima horrorosa (con lo que ha sido esta mujer...).
Anthony LaPaglia y Tony Shalhoub son los únicos cuyas interpretaciones son decentes, algo esperado de dos buenos actores como ellos. En fin, una novela gráfica en movimiento desvergonzada y a veces retorcidísima, donde lo único que verdaderamente destaca es la fotografía de James Liston y el montaje de Phill Norden.

Una cosa está clara, se hace dificilísimo imaginar a Walter Hill haciendo una cosa así...me podrían decir que la dirige Andrzej Bartkowiak o Simon West y me lo creería sin rechistar.
Chris Jiménez
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