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Voto de Chris Jiménez:
4
Thriller. Terror Basada en una historia de M. Night Shyamalan. Un día cualquiera, cinco personas, que no se conocen, se quedan atrapadas en un ascensor de un gran edificio de oficinas. Muy pronto comienzan a suceder cosas extrañas y, poco a poco, se dan cuenta de que uno de ellos no es quien dice ser: es el mismísimo Satanás.
22 de septiembre de 2017
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El Diablo nos ronda, nos atormenta, y nos acorrala. Qué historia de terror podría surgir de esta premisa, ¿verdad?...¿y qué mejor lugar para sentirse acorralado que la estrechez de un ascensor?
Se prepara así una gran intriga...o quizás no.

Allá por 2.010 se estrenaron "Insidious" y "La Trampa del Mal", dos títulos del terror ya habituales de mis revisiones, aunque con el tiempo mis opiniones han ido cambiando; el primero aguanta bastante bien (gracias a sus inquietantes momentos y ese giro final tan inesperado por todos), el segundo ya no...seguramente porque John E. Dowdle no tiene ese talento para articular los códigos del género como James Wan. Lo dejaría patente el nativo de Minnesota tras aceptar ocuparse de aquel repulsivo "remake" "shot-by-shot" de nuestra española "Rec".
Pero el artífice es M. Night Shyamalan, ejerciendo de productor y escritor a través de The Night Chronicles con la idea de una serie de películas de terror (cosa que todavía no se ha materializado); se encarga también del libreto Brian Nelson, uno de los culpables de la absolutamente brillante (¿se nota mi sarcasmo?) "30 Días de Oscuridad", y Dowdle regresa a sus recurrentes fábulas de miedo. El nombre del film (ciñámonos al original) sugiere eso, la presencia del Mal, y su actuación invasiva llega con unos inesperados créditos iniciales, que nos muestran una Philadelphia boca abajo y filmada bajo una luz siniestra. Un buen principio, de no ser por un tropiezo...

Pues la sugerencia se transforma en certeza cuando una voz "en off", insípida y pesada, irrumpe en dichos créditos, y a la que se supone debo dar gracias por revelarme un aspecto esencial de la trama sirviéndose de un halo de misterio en sus palabras, que evocan antiguas historias de folklore; pero no, amigos, esta voz no se calla, y sigue narrándonos punto por punto lo que sucede o lo que ha de suceder según la presencia del Diablo se haga más palpable. Unas oficinas de un rascacielos son el escenario clave al sucederse un extraño suicidio, y así lo será después un ascensor atascado del mismo.
Cinco extraños coinciden y supuestamente la acción se desarrollará entre los escasos metros cuadrados que separan a éstos, de quienes iremos descubriendo las terribles verdades bajo las apariencias: un guardia de seguridad de la compañía, una arisca anciana, una frívola mujer, un repelente vendedor de colchones y un joven desempleado con trágico pasado, todos ellos sospechosos de alguna falta o incluso puede que algún crimen. Y dije "supuestamente" porque operará desde fuera un sagaz detective, dotado también para la ocasión de un amargo pasado a revelar, sacando a la luz los secretos de los atrapados cuando uno de ellos resulte asesinado.

Para empezar esta idea nos remite al clásico de Agatha Christie "Ten little Niggers", quizás al "thriller" "Calma Total", a los "Elevated" y "Cube" de Natali, al título de culto de los '80 "El Ascensor" o a cualquier otro donde se baraje la tensión en un espacio reducido donde unos personajes inician una guerra sin cuartel por culpa de la desconfianza, la hipocresía y la mera cuestión de supervivencia. No obstante hay un elemento intruso en esta potencial trama de suspense: Ramirez, un guardia de seguridad mexicano que siempre se entera de todo el primero (claro, es el maldito narrador) y es el que saca a relucir el aspecto satánico en esta ecuación.
Impertinente aspecto que sólo molesta, pues a pesar de los bien zurcidos pliegues que tiran de la intriga, con sorpresas y enigmáticas tramas que se bifurcan aquí y allá, la presencia de elementos sobrenaturales desbarata y pervierte una y otra vez la lógica de dichas tramas, reinando una divertida incongruencia en todo lo planteado: los giros no son los adecuados. Pero claro, es Shyamalan y no Nelson quien habla por la boca de Ramirez (la cual desearía partir a golpe de martillo), y así nos sermonea sin pudor sobre la fe, la religión, el perdón, el pecado, la existencia del Diablo (y, por consiguiente, la de Dios) y otras referencias bíblicas.

Así que no importa si hay chantajes para expoliar una gran cantidad de dinero del dueño de la compañía, aviesas conspiraciones o una ingeniosa artimaña para implicar a varios inocentes (aunque todos ellos culpables) en un complot perfecto de asesinato. ¿Por qué?, porque todo está justificado por la presencia del Mal, el protagonista, el que arranca y nos muestra (y no el policía) las auténticas personalidades de los cinco condenados...mientras Ramírez sigue hablando y hablando, en primera persona o como narrador (pocas veces he afrontado un personaje tan incómodo).
Y como suele suceder en el cine del hindú todo se prepara para una sorprendente vuelta de tuerca final, quizás la mejor que se nos brinda, eso junto a la agobiante puesta en escena manejada por la escrutadora y a veces nerviosa cámara de Dowdle, la buena labor de Tak Fujimoto a la fotografía y la estridente música de Fernando Velázquez, que más de un sobresalto nos provoca. Un sobrio Chris Messina sobresale con su detective torturado frente a un más bien histriónico reparto donde sólo destacaría a Logan Marshall-Green y Jenny O'Hara; tan detestable resulta la guapa Bojana Novakovic como ese Jacob Vargas que sólo inspira repulsión (y el querer darle de guantazos con la mano abierta cada vez que despega los labios).

Sus puntos fuertes son brillantes, pero sus puntos bajos dominan en la mayoría del metraje y lo lastran todo, desfigurando lo que podría haber sido un tremendo "thriller" psicológico a lo Hitchcock hacia una fábula de horror cuajada de sinsentidos. Su mayor virtud es su ritmo, que la hace medianamente entretenida.
Se topó con flojas críticas, pero funcionó muy bien en taquilla, como estaba previsto de un producto así. Una vez más descubro para mi disgusto que en el terror (o cualquier género) del cine contemporáneo se aprecia más la técnica que la calidad argumental, perfectamente discutible en esta película.
Chris Jiménez
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