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Voto de Chris Jiménez:
9
Drama "El País de los sueños", un burdel situado en un barrio de Tokio, atraviesa una difícil situación, ya que el Parlamento está a punto de aprobar una ley que prohíbe la prostitución. Retrato de la vida cotidiana de diversas prostitutas: aquellas a las que las circunstancias obligaron a comerciar con su cuerpo, pero también aquellas otras que intentan abandonar ese medio de vida. (FILMAFFINITY)
24 de octubre de 2017
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
El negro manto de la noche lo cubre todo. Se encienden las luces de los distintos locales; pronto la calle se verá viciada con el olor a alcohol y sexo.
Pues ya es hora de que los respetables hombres de negocios, los fieles esposos y los padres de familia salgan a divertirse. Esa hora en que las mujeres deben salir y vender la carne...

A mediados de los '50, Kenji Mizoguchi, cuya carrera se extiende a lo largo de treinta años con más de sesenta títulos, logró el éxito internacional gracias a "The Life of Oharu", cúspide de su Tetralogía de Heroínas Ordinarias que triunfaría en el Festival de Venecia, seguida después de la gran acogida de "Ugetsu Monogatari". El director, con 55 años, por fin es reconocido fuera de su país y considerado entre los maestros del cine mundial; en esta última etapa continúa su búsqueda de la perfección estética al tiempo que apuesta por el uso del color en un costoso díptico histórico.
El esplendor que otorga la belleza plástica de los colores en ambas producciones las sitúan como cimas del arte cinematográfico para la crítica internacional, pero no para el director, quien temiendo ser considerado un formalista pretende abandonar tal etiqueta rodando la adaptación de "Osaka Monogatari", otra novela del gran autor Ihara Saikaku (y que acabará llevando al cine Kozaburo Yoshimura debido a su prematura muerte). Pero antes de embarcarse en tal proyecto, desea volver a reflejar la realidad del momento recurriendo al tema que le lleva obsesionando desde el inicio de su carrera y convertido en sello de identidad de la misma: la prostitución.

Por lo que, junto a Masashige Narusawa y su guionista Yoshikata Yoda, decide adaptar otra obra literaria, "Susaki no Onna", escrita por Yoshiko Shibaki, y que se convertirá por azar del destino en el epítome de este tipo de cine tan vinculado a él. "Akasen Chitai" se inicia con la panorámica (como hacía "Women of the Night") de la inmensa Tokyo para rápidamente sumergirnos en las entrañas de la ciudad y en el escenario central de la historia, un burdel llamado "El País de los Sueños" donde iremos conociendo a todos los personajes y su punto de vista frente a la situación social actual.
Situación que se condena enfrentando la nostalgia por la tradición ("antes las mujeres parecían esposas de príncipes o gobernadores") con las mutaciones de un país reducido a cenizas en la guerra y maltratado por la posguerra, bajo la influencia norteamericana, o haciendo hincapié en el empeño de los políticos por prohibir la profesión; entorno social hostil del que no tarda en señalarse su hipocresía con una ironía ácida, pues aunque de día se desprecie a las mujeres para salvar las apariencias luego se las visita de noche en el burdel.

Y el burdel es la fortaleza que ellas eligen contra el mundo del dinero, agente de la opresión, y sobre todo de los hombres, de nuevo presentados por el cineasta como responsables directos de las miserias y la decadencia de la mujer; esto queda bien reflejado en las cinco protagonistas (al contrario de "Woman in the Rumor" Mizoguchi en absoluto se va a centrar en la dueña del lupanar, una esclavista más), quienes, como en el cine de Renoir, cada una tiene sus razones para ser como es, pero también portando en sí el sufrimiento que las ha conducido a ese estado:
Hanae, que debe sacrificarse por su bebé y un marido sin trabajo y cobarde que prefiere perder la vida a enfrentarse a ella; Mickey, que huye de su hogar rechazando la hipocresía burguesa por la que aboga su padre, infiel y preocupado sólo del honor familiar; Yasumi, que se vende para pagar el aval de su padre, encerrado en la cárcel, y procurarse un futuro; Yumeko, que hace lo posible para asegurarle una buena vida a su hijo, quien la rechaza e insulta sin compasión al descubrir su oficio.

(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)

El destino quiso que el último plano de la última obra de Mizoguchi (la primera que tuve el placer de descubrir, irónicamente) fuese esta desoladora secuencia donde una joven maquillada como mujer se oculte al mostrarse (o se muestre ocultándose...), resumiendo así la carrera del cineasta, quien aquí recupera lo que siempre le había fascinado en el neorrealismo: obtener la parte documental mediante la ficción a fin de mostrar lo verdadero. Y en ese sentido la película es un auténtico triunfo.
En Agosto de 1.956, a sus 58 años, el maestro, aquejado de leucemia, se despide tristemente para siempre desde la calle, su lugar predilecto, el único en el que ha logrado depurar su arte hasta convertirlo en el espejo de lo que constituye la realidad del ser humano. La realidad del presente, que no puede resistirse al paso del tiempo debido a las leyes sociales, la de la omnipresencia del dinero, la violencia y el vicio, la del deseo de otros y del deseo propio, la de la fatalidad de la existencia frente a los amargos reveses del destino y la de la lamentable necesidad de disfrazarse de ilusiones.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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