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Voto de Chris Jiménez:
7
Cine negro. Intriga. Thriller A casa de sus familiares, en el tranquilo pueblo de Santa Rosa, llega un día el encantador tío Charlie (Joseph Cotten), un seductor criminal que viaja de Filadelfia a California y al que la justicia va pisando los talones. Su sobrina Charlie, a pesar de que no sabe nada de sus actividades, no tardará en sospechar que su tío es el misterioso asesino de viudas al que la policía anda buscando. (FILMAFFINITY)
24 de abril de 2023
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El Diablo anda por ahí, y sin despertar sospechas.
¿Quién lo diría del tío Charlie, la persona "más maravillosa del Mundo"?

Con su gran aventura de inocentes perseguidos "Sabotaje", Hitchcock se trajo el nostálgico aroma británico a su país de residencia, reflejando un deseo de control en su obra. Poco después una charla casual con Margaret, jefa de departamento narrativo de Selznick, le lleva a prestar atención a una idea que su marido Gordon está escribiendo acerca de un asesino en serie inspirado en el real Earle Nelson. Sin haber podido contactar con grandes autores desde su llegada a EE.UU., no podrá caber en sí más de gozo cuando logre la colaboración del premiado dramaturgo Thornton Niven Wilder.
Vital para la historia que está por desarrollar, éste concibe un escenario naturalista y creíble que provocará al maestro romper con las costumbres de los estudios rodando la mayor parte del futuro film en localizaciones de la ciudad californiana de Santa Rosa; la impronta, el realismo, el guión y el tema a tratar harán de "La Sombra de una Duda" su supuesta película favorita. Por desgracia Wilder se debe marchar a la guerra y otras manos se implican en el libreto; tal vez sea culpa de ellas los primeros minutos del film. No, no esa extraña secuencia de danza acompañada de la "Die Lustige Witwe" de Lehár que ya presagia muchas cosas y se nos irá repitiendo como una melodía de vaticinio y fatalidad, ni mucho menos...

Me refiero al comienzo como tal, en el que se nos muestra a ese hombre bastante ocioso y arrogante que da vida Joseph Cotten, echado en su cama con dinero a su alrededor mientras dos tipos lo siguen; estos instantes, de puro cine negro, son una patochada completamente desechable teniendo en cuenta lo que vendrá. A saber: vamos a Santa Rosa, a sus avenidas, tal como son, y vemos a sus amables gentes, una imagen nívea de la Norteamérica más americana, con sabor neorrealista, pero la hija mayor de los Newton (Charlotte) se muere de hastío; en este fresco vivaz de personajes directos el libreto instala el humor mordaz tan deseado por Hitchcock.
Así se recuerda aquel toque más leve de sus obras inglesas, aunque el entorno se asemeja más bien a los melodramas de LaCava (no en vano podemos ver a Henry Travers en "Primrose Path"); pues a este paraíso transparente se encamina el protagonista, cuya presencia viene anunciada por una gran columna de humo negro que emerge de la locomotora que le trae y corta el idílico y atemporal escenario como una cuchilla de invasiva modernidad. El mundo real, con sus demonios, ha llegado. Pero al principio todo se envuelve en el engaño y el juego de identidades.

Tanto que en su sobrina, con quien comparte apodo y maneras (los dos "Charlie" y ambos echados en sus camas, cavilando sobre el repulsivo presente y la urgencia de escapar de él...), no cabe ni un gramo de sospecha. Por tanto el inicio resulta innecesario y su primera aparición debería ser al bajar del tren, donde ya finge una enfermedad para que los pasajeros no le reconozcan; este encantador tío Charlie, con sus escurridizos modos y sibilinas tretas para pasar desapercibido, es la imagen perfecta del tipo de villano que la bienpensante sociedad americana desprecia y combate en ese marco de la guerra que se produce fuera de campo pero aparece de forma sutil.
Así como Joe y su amigo Herb reflejan, además de ese personaje obligado del retorcido imaginario "hitchcockiano" (y no falta ninguno aquí, incluyendo a la esposa locuaz y algo torpe, la joven perspicaz, los detectives obstinados o los niños precoces), la fascinación del público de la época por el crimen y el morbo. Charlie juega al despiste, con más o menos amabilidad, enturbiando la atmósfera mediante su sobrina indaga más en su personalidad, situación idéntica a la vivida por la Lina de "Sospecha", estrenada tan solo dos años antes, pero en aquélla Cary Grant resultaba más encantador que Cotten...

Poco puede hacer por esconderse; su pensión está marcada con el número 13, homóloga de la de "El Enemigo de las Rubias", donde se personaba el presunto homicida; de alguna manera su tapadera se desbarata cada vez más y en eso se apoya la mecánica del suspense, en hacer brotar de lo idílico, lo transparente, lo mojigato y lo ligero, lo más monstruoso, sin embargo por medio de una ambigüedad perversa y un nihilismo atroz. Culpa de ello la tiene otro supuesto culpable al que persigue la policía, mientras la visión del tío Charlie es usada por él como justificación a su poder de destrucción, el cual cree legítimo y necesario.
Visión totalmente inmoral que desdeña toda reflexión sobre los actos violentos que se suceden a escala global fuera de pantalla, cometiendo supuestamente esos asesinatos, mientras Joe y Herb sólo lo fantasean empleando la lectura criminal. El melodrama de suspense se torna entonces en un escalofriante relato que los anteriores bien podrían disfrutar, cuando tío y sobrina se enfrentan por primera vez; Teresa Wright, la alegre soñadora, lucha contra los repugnantes actos del villano de Cotten poniéndose a su altura en esa escena rodada en penumbra que hiela los huesos ("Vete, te lo advierto; vete o yo misma te mataré...", espeta).

Sin duda la película gana en intensidad durante este 3.er acto, con Charlotte atrapada en las garras de un monstruo y luchando por liberarse de ellas; el amor inicial (de apreciable sugerencia incestuosa) es ahora puro odio y el ambiente ahoga sin compasión; Joseph Valentine capta bien las sombras con su blanco y negro espeso, poco a poco abandonando los tonos luminosos del principio, como si la oscuridad de Charlie se hubiera propagado por todos los rincones.
No produce demasiada satisfacción su más que previsible resolución (en una Norteamérica limpia y brillante, pese a sus defectos y desviaciones bien vistas, un asesino repelente no puede ni debe prosperar). Hitchcock, por otra parte, y todos sus allegados, la señalarán como su obra favorita.
Chris Jiménez
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