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Voto de Luis Guillermo Cardona:
3
Aventuras. Acción Tras pasar unas merecidas vacaciones en Francia, el agente secreto James Bond recibe una llamada del Jefe M para realizar una peligrosa misión relacionada con unos diamantes en bruto desaparecidos... (FILMAFFINITY)
1 de diciembre de 2014
8 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es definitivo que, a los productores de la serie Bond, nunca los dejaban completamente satisfechos las novelas de Ian Fleming, y por esta razón, siempre acogían los cambios que asumían los guionistas de turno, más aún cuando, lo que estos buscaban, era ponerlas a tono con la época y/o con las nuevas tendencias cinematográficas. Se llegó a casos en que, la novela de Ian Fleming, no era más que un punto de partida para poder mantener su nombre en los créditos, en vista de que, como autor, tenía ya su buen club de incondicionales fans por todo el mundo y estos iban a ser seguros espectadores. Para que seamos claros: Las novelas de Ian Fleming se vendieron por la misma razón que tuvieron mercado las de Mickey Spillane, su más cercano colega: ¡Gracias a las adaptaciones cinematográficas! El resto fueron puros cómics que la gente leía en los periódicos y luego tiraba sin remordimiento alguno.

“Diamonds are forever” (Los diamantes son eternos), la cuarta novela que Fleming publicara en 1956, fue tratada de la misma manera por los guionistas Richard Maibaum y Tom Mankiewicz, quienes, sin duda, encontraron la historia demasiado convencional y decidieron incluir al personaje de Blofeld (observen el parecido con bluff: fanfarronada) con el cual buscaron incluir un aire a “Misión: Imposible” y a cuento espacial, para seguir la moda.

El resultado no va más allá de eso, porque, “DIAMANTES PARA LA ETERNIDAD” es, por numerosas razones, una de las más flojas películas del agente 007 que hayan podido hacerse. Triste despedida de la EON productions para un buen actor como Sean Connery quien, desde entonces, diría a los medios: “Nunca jamás volveré a representar a James Bond”… Después, ya sabemos que hubo quien con$iguiera convencerlo de hacer una película más por fuera de esta productora, y por eso el nuevo título irónicamente sería “Nunca digas nunca jamás”.

Argumentalmente, “DIAMANTES PARA LA ETERNIDAD” es de una bobería absoluta: Alguien está acaparando los diamantes que salen de Suráfrica (y que explotan los ingleses), y temiendo que saturen el mercado y sirvan para alguna suerte de chantaje, envían a Bond para que haga lo que sabe hacer con esta suerte de competidores. Amén de una pandilla de contrabandistas de la que hace parte una provocativa muchacha llamada Tiffany Case (alusión a la famosa joyería), entrará en escena el extraño mesías llamado Blofeld, quien, soñando con el desarme total y la paz del mundo, decide chantajear a las potencias so pena de acabar con su armamentismo. ¡Y este es el malo de la película!

Las mujeres que vemos (ronda la misoginia) son algunas prostitutas, las otras unas fieras… y la más linda una completa boba de la que, ¡el brillante Bond!, no conseguirá desprenderse. Las escenas de acción -que es lo que más esperan los adeptos- son rutinarias, sin sorpresa alguna y con una falta de imaginación que da grima. Los sets tan solo lucen atractivos cuando en algún sitio reposa el precioso cuerpo de Jill St. John; y la edición no la habíamos visto tan carente de ritmo como en esta ocasión. El director, Guy Hamilton, trabajó con absoluto desgano y razones le sobraron a Connery para, cuando menos, atreverse a gritar que “¡No va más!”

Título para Latinoamérica: “LOS DIAMANTES SON ETERNOS”
Luis Guillermo Cardona
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