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Voto de Luis Guillermo Cardona:
10
7,4
3 545
Romance. Drama
Stéphane y Maxime fabrican y reparan violines y otros instrumentos de cuerda. Un día Maxime le confiesa a su amigo que se ha enamorado de Camille, una joven y bella violinista. Los primeros encuentros entre Camille y Stéphane son fríos, pero poco a poco ella empieza a sentirse atraída por el frío e imperturbable socio de su novio. (FILMAFFINITY)
20 de abril de 2022
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
No siempre, cuando mucho se dice “te amo”, es porque realmente se ama. No siempre, cuando la persona se entrega complaciente, es porque te ha elegido para buscar contigo la trascendencia. No siempre, cuando la pareja es poco comunicativa, es porque no tiene nada que decir. No siempre, cuando quieren dejarte, es porque en realidad ya no te aman. En ocasiones, ama más quien poco o nada expresa, que aquel que lo dice en demasía. Razones tiene el alma, en todo caso, para actuar de una u otra forma.
Por esta razón, hay que sobrepasar la epidermis para poder llegar a la esencia, al verdadero ser que guarda cada ser humano. No valen las ligerezas, no cabe juzgar por lo que apenas dicen las palabras, no sirve creer que conoces a alguien por dos o tres acciones… ¡Cuántos se han equivocado tras varios años de matrimonio!, ¡Cuánto puede cambiarnos la vida tras nuevas experiencias y mayores conocimientos!
Stéphane, el fabricante y reparador de violines no es la suerte de persona fácil de conocer. Al menos por sus palabras, pocas y muy concretas… y también a veces evasivas, es muy difícil que alguien pueda decir que lo conoce. No miente él cuando hablando de, Maxime, dice: “Él y yo somos socios, pero no somos amigos”. Muy bien sabe que, Maxime, no se ha aventurado a conocerlo, en cambio él si lo ha observado en su manera de decir y de actuar… y lo conoce, por tanto, como a la palma de su mano.
Cuando se sabe ver, se descubre que, con lo que hacen, las personas transmiten muchísimo mejor lo que piensan, que con lo que puedan o se animen a decir. Stéphane (Daniel Auteuil), es una de estas personas. Desde mi personal ejercicio de la psicología, diría que su reserva y su distanciamiento para con esa preciosa violinista llamada, Camille -una mujer brillante y pasional que sufre en su interior y por eso se entrega tan de lleno al arte-, obedece a algo que nunca confiesa, pero que lo afecta muy íntimamente. Dentro de este orden de cosas (con las que ciertos espectadores podrán identificarse) cabría una frustración previa (él admite que amó alguna vez); podría, entre otras causas, sufrir una falta de autoestima que lo hace sentirse indigno de la famosa artista que ahora frecuenta (su aspecto es claramente el de un hombre introvertido; estudió en el conservatorio, pero no terminó); podría tener un defecto o insuficiencia física no visible que no admite exponer (corta de inmediato cuando, Camille, quiere entregársele)…
Pero, el director, Claude Sautet, se niega a explicitar la verdadera causal, entre las que llegué a pensar incluso que, Stéphane sabe de una enfermedad incurable que padece y no quiere hacer sufrir a nadie; y también se me ocurrió que puede ser, él, el alter ego del mismo director (un corazón en invierno), cuya fascinación con su intérprete, Emmanuelle Béart, es evidente toda vez que la capta con la cámara e incluso en esa escena donde, Maxime, su pretendiente y amante, la contempla en la cama en una pose que, casi calcada, veríamos luego en, “Nelly & Monsieur Arnaud”, donde su coprotagonista es ya un hombre con la edad de Sautet y con tan intencional parecido a éste que hasta lleva tupé para peinarlo de manera semejante.
Si se mira bien, este asunto del amor imposible, es la esencia de ambas películas y la manera como se sostiene la historia –diálogos impecables; excelente y sutil descripción de personalidades; transmisión cuidadosa de mensajes con la mirada y con el hacer o con el no hacer…- hace que estemos ante un fruto maduro, de una solvencia narrativa y significativa que hay que digerir, de manera muy pausada, para poder sentir que nos hemos conectado.
Es por todo esto que, en psicología, importa lo que se dice y cómo se dice; importa el gesto, la mirada, la actitud y la emocionalidad que se alienta en cada encuentro. <<UN CORAZÓN EN INVIERNO>>, es como una sesión de terapia intensiva, donde los personajes en vez de hablar contigo te dejan ver la forma cómo actúan. Una gran película.
Por esta razón, hay que sobrepasar la epidermis para poder llegar a la esencia, al verdadero ser que guarda cada ser humano. No valen las ligerezas, no cabe juzgar por lo que apenas dicen las palabras, no sirve creer que conoces a alguien por dos o tres acciones… ¡Cuántos se han equivocado tras varios años de matrimonio!, ¡Cuánto puede cambiarnos la vida tras nuevas experiencias y mayores conocimientos!
Stéphane, el fabricante y reparador de violines no es la suerte de persona fácil de conocer. Al menos por sus palabras, pocas y muy concretas… y también a veces evasivas, es muy difícil que alguien pueda decir que lo conoce. No miente él cuando hablando de, Maxime, dice: “Él y yo somos socios, pero no somos amigos”. Muy bien sabe que, Maxime, no se ha aventurado a conocerlo, en cambio él si lo ha observado en su manera de decir y de actuar… y lo conoce, por tanto, como a la palma de su mano.
Cuando se sabe ver, se descubre que, con lo que hacen, las personas transmiten muchísimo mejor lo que piensan, que con lo que puedan o se animen a decir. Stéphane (Daniel Auteuil), es una de estas personas. Desde mi personal ejercicio de la psicología, diría que su reserva y su distanciamiento para con esa preciosa violinista llamada, Camille -una mujer brillante y pasional que sufre en su interior y por eso se entrega tan de lleno al arte-, obedece a algo que nunca confiesa, pero que lo afecta muy íntimamente. Dentro de este orden de cosas (con las que ciertos espectadores podrán identificarse) cabría una frustración previa (él admite que amó alguna vez); podría, entre otras causas, sufrir una falta de autoestima que lo hace sentirse indigno de la famosa artista que ahora frecuenta (su aspecto es claramente el de un hombre introvertido; estudió en el conservatorio, pero no terminó); podría tener un defecto o insuficiencia física no visible que no admite exponer (corta de inmediato cuando, Camille, quiere entregársele)…
Pero, el director, Claude Sautet, se niega a explicitar la verdadera causal, entre las que llegué a pensar incluso que, Stéphane sabe de una enfermedad incurable que padece y no quiere hacer sufrir a nadie; y también se me ocurrió que puede ser, él, el alter ego del mismo director (un corazón en invierno), cuya fascinación con su intérprete, Emmanuelle Béart, es evidente toda vez que la capta con la cámara e incluso en esa escena donde, Maxime, su pretendiente y amante, la contempla en la cama en una pose que, casi calcada, veríamos luego en, “Nelly & Monsieur Arnaud”, donde su coprotagonista es ya un hombre con la edad de Sautet y con tan intencional parecido a éste que hasta lleva tupé para peinarlo de manera semejante.
Si se mira bien, este asunto del amor imposible, es la esencia de ambas películas y la manera como se sostiene la historia –diálogos impecables; excelente y sutil descripción de personalidades; transmisión cuidadosa de mensajes con la mirada y con el hacer o con el no hacer…- hace que estemos ante un fruto maduro, de una solvencia narrativa y significativa que hay que digerir, de manera muy pausada, para poder sentir que nos hemos conectado.
Es por todo esto que, en psicología, importa lo que se dice y cómo se dice; importa el gesto, la mirada, la actitud y la emocionalidad que se alienta en cada encuentro. <<UN CORAZÓN EN INVIERNO>>, es como una sesión de terapia intensiva, donde los personajes en vez de hablar contigo te dejan ver la forma cómo actúan. Una gran película.