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Voto de Natxo Borràs:
6
Terror. Ciencia ficción En realidad no es una continuación de las andanzas del siniestro Michael Myers, pues de los films anteriores sólo toma prestado el título. Aquí, una pesadillas se vuelven realidad cuando un maníaco y propietario de una tienda de juguetes, Conal Cochran, empieza a fabricar unas máscaras que convierten las almas y los cuerpos de los niños en seres diabólicos. (FILMAFFINITY)
31 de octubre de 2011
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Doctor Daniel Challis (Tom Atkins) investiga la extraña muerte de uno de sus pacientes cuando descubre que también su asesino misterioso se inmola sin dejar pruebas. A través de Ellie Grimbridge (Stacey Nelkin),la hija del fallecido, la pista le llevará al aislado pueblo de Santa Mira que vive de la industria del juguete gracias a Silver Shamrock, una fábrica de máscaras nada convencionales, lo último en la moda del Halloween que cada vez se acerca en su fatídica hora y en la emisión constante de anuncios televisivos.

Igual que hizo con la primera secuela de “La Noche de Halloween”, delegando la dirección a Rick Rosenthal, John Carpenter con Debra Hill en la producción le encargó la tarea a Tommy Lee Wallace (uno de sus ayudantes de dirección y que unos años más tarde pondría al frente Tim Curry en su papel del maligno payaso Pennywise en la miniserie “It” (1990)) para que, con su guión, abriera un paréntesis en la saga y dejara descansar al psicópata Michael Myers por una temporada. En el argumento de ésta tercera entrega se ven implicados Brujería, Misticismo Celta y Juguetes Asesinos… Unas máscaras que son el número uno en vendas y qye todo niño desearía poseer en su haber gracias a la agresiva publicidad emitida en los canales televisivos.

Todo éste entramado sirve para un film que juega con los elementos de terror y Ciencia-Ficción (aparecen unos hombres de negro que no son más que robots) como fruto de la evolución en ingeniería urdida por el villano empresario Conal Cochran (interpretado por el veterano actor irlandés Dan O´Herlihy), coleccionista de autómatas, y que empezó de muy abajo diseñando y vendiendo artículos “de coña” para así realizar su sueño; robando (eso sí que es de mal gusto) una pedazo de monolito de Stonehenge, importarlo a América, y hacer realidad su broma de proporciones guiñolescas.
Natxo Borràs
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