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España España · Valencia
Voto de Snowflake:
9
Thriller Tras ser testigo de un accidente, Lou Bloom (Jake Gyllenhaal), un apasionado joven que no consigue encontrar empleo, descubre como forma de ganar dinero el mundo del periodismo criminalista en la peligrosa ciudad de Los Ángeles. Su trabajo es llegar al escenario de crímenes o accidentes y fotografiar lo sucedido para venderlos al mejor postor. (FILMAFFINITY)
6 de enero de 2015
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
No me cansaré de repetir que cualquier halago para Jake Gyllenhaal se queda corto; el año pasado, se merendó la pantalla sin apenas despeinarse en Enemy y nos regaló uno de los mejores papeles como actor secundario en lo que llevamos de década en Prisoners, encarnando a un policía cuyo presente y misterioso pasado acaban por interesarte aún más que la trama principal. Este año prepara nueva película con Antoine Fuqua (Training Day, The Equalizer) y tiene pendiente de estreno Southpaw, del mismo director, en la que luce un físico ultramusculado ganado en un brevísimo periodo de tiempo. En Nightcrawler encarna a un joven "oportunista", por llamarlo de algún modo, que no consigue ser aceptado en ningún trabajo. Tras presenciar un accidente de tráfico, descubre que su vocación es trabajar como periodista criminalista freelance, filmando todo aquello digno de aparecer en la sección de sucesos en el telediario de Los Ángeles.

Nightcrawler nos muestra un zero to (anti)hero clásico, pero nunca visto no por lo que cuenta, sino por cómo lo cuenta. Jake Gyllenhaal lleva a cabo un papel sublime, comedido en apariencia, pero dejando detalles que pueden recordar desde a De Niro en El rey de la comedia, hasta a Ryan Gosling en Drive, por infinitamente ancha que pueda parecer la línea que separa a ambos personajes sobre el papel. Lou Bloom es un personaje cuya construcción ha sido cuidada al milímetro, porque sí, tener un actor de estas características dando el resto para convertirse en un sociópata de manual ayuda, pero hacer que un personaje con un cuadro psicológico tan peculiar evolucione como debe es sumamente complejo. El encargado de hacer parecer fácil lo imposible es Dan Gilroy, guionista y director novel al que habrá que seguir de cerca a partir de ahora.

Después de deshacerme en alabanzas por Gyllenhaal y su personaje, podría parecer que es una película "de actores", por llamarlo de algún modo, con un papel en apariencia a medida de quién lo interpreta para su lucimiento y realización. Nada más lejos de la realidad. Nightcrawler es un producto que encierra más contenido en sus "escasos" 113 minutos del que atesoran la mayoría de las favoritas a los grandes premios de este año en sus desmedidos metrajes. Contar una historia cruda en su grueso solo es el principio, va más allá criticando el sensacionalismo presente en los medios de comunicación de un modo en el que no sabes si reír o sentirte incómodo, analiza la sociedad mostrando lo más egoísta, sucio y miserable del ser humano e incluso parodia a las fuerzas del orden, mostrando cómo anteponen una burocracia casi cómica para dar un simple aviso telefónico a la detención de dos delincuentes autores de un asesinato múltiple con violación.

Hablar de su conclusión es hablar de poesía. Al más puro estilo de La naranja mecánica, se basta del simple plano de un reloj para dar todas las explicaciones necesarias acerca de la situación de nuestro personaje, porque ese "Recordad: nunca os pediría algo que yo mismo no haría" a sus nuevos becarios, resulta hasta cómico teniendo en cuenta que seguimos delante de un excéntrico oportunista que filmaría la muerte de un compañero, manipularía a su principal fuente de ingresos, mordiendo así la mano que le da de comer hasta hacerla sadomasoquista o seguiría llevando puesto un reloj robado en su "vida pasada". La empatía, la verdad y la ética personal o profesional carecen de sentido en una vida de depredadores.

Decir esto de Nightcrawler es, como mucho, rascar la superficie de esta subversiva joya lírica que probablemente pase sin pena ni gloria por las galas de este año. Adolece de esos guiños al espectador que tanto gustan al público medio, algo que, para ser sincero, agradezco. No busca contentar a nadie con su contenido. Aquí la justicia no gana, los malos siguen siendo malos y el "American Dream" brilla por su ausencia. Llamadlo realismo, si queréis. Llamadlo vida. Pero Dan Gilroy puede presumir de haber creado un producto que gana enteros cuanto más se reflexiona sobre él, que no se limita a sorprender durante su visionado, sino que te hace echar la vista atrás, replantearte muchas cosas y verla todavía más cojonuda, si cabe.

www.cenitalynadir.es
Snowflake
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