Segunda parte de Los juegos del hambre. Un gran paso adelante en la trilogía en la que todos los aspectos están cuidados hasta el extremo.

La acertada elección de su director, Francis Lawrence (Soy leyenda), marca un nuevo punto de vista en este futuro distópico (una sociedad ficticia indeseable en sí misma). Se recrean, con más medios y mejores técnicas narrativas, los males del Imperio Romano. Se equilibra el peso que tiene la trama del romance juveil y se profundiza en las tramas políticas con más seriedad que en la primera parte.

En clave muchas veces simbólica, y otras no tanto, se recrea un moderno y ficticio Imperio Romano donde los pueblos sometidos (distritos) son obligados a dar tributos en forma de gladiadores (dos por cada distrito) que lucharán a muerte en un espacio determinado (arena). En Roma, cada gladiador representaba uno de los pueblos sometidos. Y cada gladiador, con un arma característica, se enfrentaba a otro con el arma contraria. Un arma de distancia, como la lanza, se enfrentaba a una de corta distancia, como la espada. Todo por el espectáculo. En En llamas sucede lo mismo. Pero su mejor aproximación simbólica al mundo romano viene dada por una cuidadísima puesta en escena y una espectacular dirección artística. Encarnada en los personajes de Effie y Caesar. Elizabeth Banks (Scrubs) y Stanley Tucci (Margin call), respectivamente. La primera es escolta y publicista y los candidatos del distrito 12. El segundo es el conductor de las galas televisadas donde los participantes son expuestos públicamente. Ambos son la muestra perfecta del mundo decadente en el que viven, luciendo vestidos y peinados de lo más estrafalarios, igual que sucedía en las épocas de mayor esplendor imperial.

La trama romántica se consolida. Quedan claros los límites e intenciones en el triángulo amoroso formado en la primera entrega. Katniss y Peeta continúan fingiendo de cara a la galería por el bien de ambos y por ser su única salida. Mientras, Gale elige mantenerse a raya mientras dedica su vida a otros propósitos. Destaca, como no, Jennifer Lawrence (ganadora del Oscar por El lado bueno de las cosas). Interpretando con mucha eficacia a una Katniss siempre en la encrucijada del amor, de la familia y de la política.

Katniss se ve, en esta entrega, sometida a las presiones de una revolución en ciernes que busca en ella un liderazgo que el propio personaje rechaza. Una especie de Espartaco que se niega a ser tanto líder de los gladiadores como gladiador en sí. Tanto las clases dominantes, como las sublevadas se ven envueltas en una lucha para atraerla hacia su bando, despojando de esperanza al contrario. Esa es, en definitiva, la esencia de esta segunda parte: la lucha de una sociedad que tolera las jerarquías, pero no las injusticias.

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