Tarantino vuelve a sus orígenes, al estilo de Reservoir Dogs, para mostrarnos una suerte de obra teatral que tiene lugar en una cabaña-refugio de alta montaña. Es inevitable no recordar las novelas de Agatha Christie viendo esta película.

Quizás para eludir el carácter teatral de la película, Tarantino tarda demasiado en llevarnos a la cabaña, más de una hora de presentación de parte de los personajes que viajan hacia su destino. Ya sea durante esta presentación o durante el resto de película, lo importante es la estructura del guion y la viabilidad de los actores, ante los que no puede haber queja alguna. Un placer volver a contemplar a Kurt Russell en un buen film. Curiosamente aquí lleva exactamente el mismo look que en la también buena “Bone Tomahawk” de S. Craig Zahler, realizada también este año.
Respecto del guion, el conocedor de la filmografía de Tarantino sabe a qué se expone: conversaciones y más conversaciones hilarantes en unos casos y con cargas de profundidad en muchos otros. Podría haber sido una película muy aburrida si no fuera por el buen plantel de actores y porque Tarantino sabe esconder lo importante de lo que cuenta manteniendo siempre una cierta tensión y desconfianza en el espectador. Eso sí, en mi opinión, algo tramposillo en cierto momento.