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Voto de TOM REGAN:
5
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6,8
31 912
Drama
Narra una serie de reencuentros en la vida de Salvador Mallo, un director de cine en su ocaso. Algunos de ellos físicos, y otros recordados, como su infancia en los años 60, cuando emigró con sus padres a Paterna, un pueblo de Valencia, en busca de prosperidad, así como el primer deseo, su primer amor adulto ya en el Madrid de los 80, el dolor de la ruptura de este amor cuando todavía estaba vivo y palpitante, la escritura como única ... [+]
11 de febrero de 2020
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
26/03(04/02/20) Hacía tiempo no veía un film de Pedro Almodóvar, no es cineasta me cree devoción, pero encima la última que vi me creo un repelente hacia él, me refiero a “Los amantes pasajeros”, tomadura de pelo, y ahora he visto esta “Dolor y Gloria” por mi vocación de ver todas las películas nominadas a los Oscar. Almodóvar dice “Dolor y gloria” supone el cierre de una trilogía con “La ley del deseo” (1987) y “La mala educación” (2004), todas protagonizadas por personajes masculinos directores de cine y en las que el tema central son el deseo y la ficción. Me he encontrado una película complaciente y muy egocéntrica consigo mismo, un ejercicio de onanismo. Hay un momento narcisista define al personaje (escrito por el propio Almodóvar inspirándose en sí mismo) cuando hace desdén de que su cine pueda gustar en Islandia, para mí lo terrible es que pueda gustar en España, menudo petulante. Almodóvar confirmaría el punto de partida en la escritura del guion habría sido su propia vida (Antonio Banderas se viste como él, y se peina igual, con mismo tipo de canas). Y ahora el cineasta manchego se adentra en expresar sus vivencias filtradas a través de esta cinta, pero resulta que su personificación en pantalla resulta poco interesante, donde se nos quiere hacer ver una crisis existencial del protagonista aquejado por una mezcla de dolores físicos y psicológicos, ello reflejado nostálgicos y reiterativos flash-back su pasado con su madre. Y es que me ha sido una peli monocorde, subrayante, con diálogos que me huelen a deja vu, donde la frescura ni está ni se le espera, con el añadido de una subtrama de una multi-enfermedad que parece un documental de National Geographic por los pelos y señales con que nos la cuentan, aportando esto entre nada y zero. Y es que la cinta tiene mucho relleno, en una estructura cuasi-fragmentaria
Un metraje en el que pretende mucho y dice poco (por lo menos a mí), acumulando temas ‘made in almodovarianos’, como las adicciones a las drogas, el despertar de la homosexualidad, las relaciones materno-filiales, el dolor de la pérdida, los amores del pasado que vuelven, pero donde no se hinca el diente en nada, e incluso todo tiene un sentido perverso y tóxico en la forma de encararlo. Y es que el tema de las drogas se toca de modo frívolo (se llega a decir que todos las hemos tomado alguna vez, puaj!), como un juego travieso sin implicar problema alguno su consumo (un sinsentido la escena en que Salvador va a comprar droga a un barrio marginal, menudo modo inverosímil de adquirirla; y nos meten una pelea con machete en medio de la calle; pero lo peor es que no se sabe que pinta esta secuencia en la película). Lo del despertar a la homosexualidad raya en la apología de la pedofilia, con una escena bochornosa de seducción masculina (con un hombre en pelotas) a un niño, totalmente denunciable. La relación materno-filial tiene el aliciente de ser protagonizada por una gran Julieta Serrano, pero siendo las charlas madre-hijo emocionantes, esconden una impostura al no decirse cuál era el problema real que había entre ellos, (que por ejemplo impidió que ella enviara el dibujo a su hijo).
“Siguiendo una elegante secuencia de créditos abstractos cortesía como siempre de Juan Gatti, mostrando colores marmoleados que sugieren cómo el pasado, el presente, los hechos y la ficción fluirán entre sí, vemos a Salvador simbólicamente suspendido bajo el agua, aislado del mundo, una imagen temprana apropiada para una foto tan cerrada.”
La cinta se estructura en base a relaciones del protagonista. Primero nos presentan la de este Salvador con un antiguo actor, Alberto (cumplidor sin más Asier Etxendia) con el que trabajó 3 décadas atrás, y luego dejó de tener relación con él al acabar mal por la adicción a las drogas del intérprete. Este entente me resulta forzado no me creo a este Alberto que lleva siendo un drogadicto lustros y lustros y que se nos presenta fresco como una flor, y para más inri nada más encontrarse Salvador se droga con él, algo que dice nunca haber hecho, un despropósito, que tiene su culmen en la llamada telefónica a un foro sobre la película que hicieron junto, rozando la vergüenza ajena lo que sucede aquí. Trama que me resulta bazofia por lo de la oda a la drogadicción en su modo frívolo de abordarla; Está el tramo de su niñez, ello para dar cancha a Penélope Cruz en rol calcado al de “Volver”, donde vemos que el chaval con su madre van a vivir con su padre a una cueva en un pueblo rural, donde lo único reseñable son las discusiones madre-hijo por ella querer meterlo a él en un colegio de curas porque no tienen dinero. Pero esto es en realidad una excusa para lo importante que es la relación entre Salvador y un joven albañil, Eduardo (César Vicente debutando), al que el niño enseña a escribir y leer (por cierto saber leer y escribir no implica saber enseñarlo. Y aquí esto lo dan por sentado). Y al final esto se torna de modo grimante en un juego de incitación a abusar del imberbe Salvador. Con esa escenita metida con calzador del hombre bañándose en medio de la cocina desnudo enseñando las vergüenzas al impactado chico. Nauseabundo, pero como es Almodóvar el niño mimado del cine y de las izquierdas nadie le toserá y reirá sus gracietas [Dixit]; Está la relación del reencuentro de Salvador con Federico (buen Leonardo Sbaraglia), ahora los dos en el otoño de sus vidas, separados por varias décadas desde que estuvieron íntimamente juntos, ahora se vuelven a ver en su piso, en una charla que sobre todo por la actuación del argentino te emociona, es para mi gusto lo mejor de la película. Aunque me resulta chirriante el motivo casual del reencuentro, no digamos ya que en plena era de internet, escuchar a Federico preguntar si Salvador estaba aún vivo, cuando se supone es un director de cine famoso, su fallecimiento hubiera sido publicitado;... (sigo en spoiler)
Un metraje en el que pretende mucho y dice poco (por lo menos a mí), acumulando temas ‘made in almodovarianos’, como las adicciones a las drogas, el despertar de la homosexualidad, las relaciones materno-filiales, el dolor de la pérdida, los amores del pasado que vuelven, pero donde no se hinca el diente en nada, e incluso todo tiene un sentido perverso y tóxico en la forma de encararlo. Y es que el tema de las drogas se toca de modo frívolo (se llega a decir que todos las hemos tomado alguna vez, puaj!), como un juego travieso sin implicar problema alguno su consumo (un sinsentido la escena en que Salvador va a comprar droga a un barrio marginal, menudo modo inverosímil de adquirirla; y nos meten una pelea con machete en medio de la calle; pero lo peor es que no se sabe que pinta esta secuencia en la película). Lo del despertar a la homosexualidad raya en la apología de la pedofilia, con una escena bochornosa de seducción masculina (con un hombre en pelotas) a un niño, totalmente denunciable. La relación materno-filial tiene el aliciente de ser protagonizada por una gran Julieta Serrano, pero siendo las charlas madre-hijo emocionantes, esconden una impostura al no decirse cuál era el problema real que había entre ellos, (que por ejemplo impidió que ella enviara el dibujo a su hijo).
“Siguiendo una elegante secuencia de créditos abstractos cortesía como siempre de Juan Gatti, mostrando colores marmoleados que sugieren cómo el pasado, el presente, los hechos y la ficción fluirán entre sí, vemos a Salvador simbólicamente suspendido bajo el agua, aislado del mundo, una imagen temprana apropiada para una foto tan cerrada.”
La cinta se estructura en base a relaciones del protagonista. Primero nos presentan la de este Salvador con un antiguo actor, Alberto (cumplidor sin más Asier Etxendia) con el que trabajó 3 décadas atrás, y luego dejó de tener relación con él al acabar mal por la adicción a las drogas del intérprete. Este entente me resulta forzado no me creo a este Alberto que lleva siendo un drogadicto lustros y lustros y que se nos presenta fresco como una flor, y para más inri nada más encontrarse Salvador se droga con él, algo que dice nunca haber hecho, un despropósito, que tiene su culmen en la llamada telefónica a un foro sobre la película que hicieron junto, rozando la vergüenza ajena lo que sucede aquí. Trama que me resulta bazofia por lo de la oda a la drogadicción en su modo frívolo de abordarla; Está el tramo de su niñez, ello para dar cancha a Penélope Cruz en rol calcado al de “Volver”, donde vemos que el chaval con su madre van a vivir con su padre a una cueva en un pueblo rural, donde lo único reseñable son las discusiones madre-hijo por ella querer meterlo a él en un colegio de curas porque no tienen dinero. Pero esto es en realidad una excusa para lo importante que es la relación entre Salvador y un joven albañil, Eduardo (César Vicente debutando), al que el niño enseña a escribir y leer (por cierto saber leer y escribir no implica saber enseñarlo. Y aquí esto lo dan por sentado). Y al final esto se torna de modo grimante en un juego de incitación a abusar del imberbe Salvador. Con esa escenita metida con calzador del hombre bañándose en medio de la cocina desnudo enseñando las vergüenzas al impactado chico. Nauseabundo, pero como es Almodóvar el niño mimado del cine y de las izquierdas nadie le toserá y reirá sus gracietas [Dixit]; Está la relación del reencuentro de Salvador con Federico (buen Leonardo Sbaraglia), ahora los dos en el otoño de sus vidas, separados por varias décadas desde que estuvieron íntimamente juntos, ahora se vuelven a ver en su piso, en una charla que sobre todo por la actuación del argentino te emociona, es para mi gusto lo mejor de la película. Aunque me resulta chirriante el motivo casual del reencuentro, no digamos ya que en plena era de internet, escuchar a Federico preguntar si Salvador estaba aún vivo, cuando se supone es un director de cine famoso, su fallecimiento hubiera sido publicitado;... (sigo en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
… Está la relación de adulto de Salvador con su madre en las últimas, tramo es notable por la actuación de Julieta Serrano, pero las motivaciones de los enfrentamientos me resultan impostados. Por cierto, porque nunca hablan del padre (encarnado por un cuasi-cameo Raúl Arévalo)?; Luego hay otras relación difusa, la que tiene de Mercedes (intrascendente Nora Novas), asistenta de Salvador con este.
Estas relaciones hacen que todo se sientan microhistorias hiladas por un sentido melancólico del ocaso de la vida, pero en realidad, termina por ser apuntes a pie de página, que en algún caso son sugerentes, pero en la suma me resultan descompensadas. Con añadidos como todo lo referente al sufrimiento de Salvador, abarcando muchos minutos sin llevarnos realmente a ningún lado. Como tampoco nos lleva esa escena en que vemos a Salvador de niño siendo escogido por un cura para ser solista de un coro, parece tendremos una subrepticia pedofilia, pero esto del coro y de los curas se olvida, resultando parches sin sentidos. Como lo es que Salvador ceda a Alberto su monólogo (por cierto un monólogo de apenas unos minutos da para ser una obra de teatro vendiendo entradas?) con la condición de que se lo apropie sin dar su nombre, parece esto tendrá importancia, pero es otra cortina de humo.
Se puede transpirar parte del amor al cine de Almodóvar por el soliloquio que entona Alberto (‘La adicción’), pero estos e siente especie de plagio a la transalpina cinta “Cinema Paradiso”, pero filtrado por su ‘lírica’ cañí al adornar sus recuerdos del cine con los meados (puaj!). Hay un epílogo donde la metaficción se hace patente en un recurso simplón.
No sé si es que tengo alguna patología contra Antonio Banderas pues su actuación (alabada mayoritariamente, incluso nominada al Oscar) me resulta poco natural, falta de naturalidad, me parece estar viéndolo leer el guión en cada intervención, no me resulta creíble nunca. Paradójicamente es un tío que me encanta en las entrevistas, me caer fenomenal, pero en sus actuaciones me es falto de veracidad, vocaliza extremadamente bien, como si pasara u examen de dicción. Tampoco ayuda que su rol me resulte tan poco empático en su vanidad, ser repelente que me da igual lo que le pase, no conecto con su sufrimiento; Asier Etxeandia está correcto sin más en otro papel que me deja frio. Su mejor momento es el monólogo petulante que se suelta en un escenario; Leonardo Sbaraglia es de lo mejorcito del film en una pequeña pero sustanciosa caracterización, de las que te remueve por su fuerza expresiva; La otra gran interpretación es la de la veterana Julieta Serrano, sublime en su rol de madre de Salvador, aportando una fuerza sentimental estremecedora en sus pocos minutos en pantalla; Penélope Cruz continua (como ya he comentado) en su personaje de “Volver”, derrocha energía pero sin hondura alguna.
Puesta en escena típica de contrastes cromáticos del cineasta de Ciudad Real, con el tiempo ha sabido rodearse de gente buena en sus labores como el cinematógrafo Jose Luis Alcaine (“Volver”), con hermosos juegos de colores en contexturas vitalistas, confrontando estéticamente el presente con profusión de cromatismo primarios, con la niñez de patinados donde predomina el blanco-inocencia (el encalado de la cueva o las sabanas), y los azules del cielo como horizonte para escapar de la jaula de la casa que es la alegoría las rejas del techo de la cueva, en clara idealización de tiempos pretéritos. Además con composiciones de planos simétricos propios del cineasta.
Spoiler:
Y al final termina en escena flash-back con Salvador de niño, en estación de bus, el niño tumbado en un banco y la madre en el suelo, entonces oímos corten, el plano se abre y vemos a los operarios que están rodando. Un ejercicio de pedantería en una escena que no quiere decir nada, todo tan arbitrario como el propio film. Hecho a base de a unas escenas sugestivas, otras de relleno, y las demás de juzgado de guardia. Fuerza y honor!!!
Estas relaciones hacen que todo se sientan microhistorias hiladas por un sentido melancólico del ocaso de la vida, pero en realidad, termina por ser apuntes a pie de página, que en algún caso son sugerentes, pero en la suma me resultan descompensadas. Con añadidos como todo lo referente al sufrimiento de Salvador, abarcando muchos minutos sin llevarnos realmente a ningún lado. Como tampoco nos lleva esa escena en que vemos a Salvador de niño siendo escogido por un cura para ser solista de un coro, parece tendremos una subrepticia pedofilia, pero esto del coro y de los curas se olvida, resultando parches sin sentidos. Como lo es que Salvador ceda a Alberto su monólogo (por cierto un monólogo de apenas unos minutos da para ser una obra de teatro vendiendo entradas?) con la condición de que se lo apropie sin dar su nombre, parece esto tendrá importancia, pero es otra cortina de humo.
Se puede transpirar parte del amor al cine de Almodóvar por el soliloquio que entona Alberto (‘La adicción’), pero estos e siente especie de plagio a la transalpina cinta “Cinema Paradiso”, pero filtrado por su ‘lírica’ cañí al adornar sus recuerdos del cine con los meados (puaj!). Hay un epílogo donde la metaficción se hace patente en un recurso simplón.
No sé si es que tengo alguna patología contra Antonio Banderas pues su actuación (alabada mayoritariamente, incluso nominada al Oscar) me resulta poco natural, falta de naturalidad, me parece estar viéndolo leer el guión en cada intervención, no me resulta creíble nunca. Paradójicamente es un tío que me encanta en las entrevistas, me caer fenomenal, pero en sus actuaciones me es falto de veracidad, vocaliza extremadamente bien, como si pasara u examen de dicción. Tampoco ayuda que su rol me resulte tan poco empático en su vanidad, ser repelente que me da igual lo que le pase, no conecto con su sufrimiento; Asier Etxeandia está correcto sin más en otro papel que me deja frio. Su mejor momento es el monólogo petulante que se suelta en un escenario; Leonardo Sbaraglia es de lo mejorcito del film en una pequeña pero sustanciosa caracterización, de las que te remueve por su fuerza expresiva; La otra gran interpretación es la de la veterana Julieta Serrano, sublime en su rol de madre de Salvador, aportando una fuerza sentimental estremecedora en sus pocos minutos en pantalla; Penélope Cruz continua (como ya he comentado) en su personaje de “Volver”, derrocha energía pero sin hondura alguna.
Puesta en escena típica de contrastes cromáticos del cineasta de Ciudad Real, con el tiempo ha sabido rodearse de gente buena en sus labores como el cinematógrafo Jose Luis Alcaine (“Volver”), con hermosos juegos de colores en contexturas vitalistas, confrontando estéticamente el presente con profusión de cromatismo primarios, con la niñez de patinados donde predomina el blanco-inocencia (el encalado de la cueva o las sabanas), y los azules del cielo como horizonte para escapar de la jaula de la casa que es la alegoría las rejas del techo de la cueva, en clara idealización de tiempos pretéritos. Además con composiciones de planos simétricos propios del cineasta.
Spoiler:
Y al final termina en escena flash-back con Salvador de niño, en estación de bus, el niño tumbado en un banco y la madre en el suelo, entonces oímos corten, el plano se abre y vemos a los operarios que están rodando. Un ejercicio de pedantería en una escena que no quiere decir nada, todo tan arbitrario como el propio film. Hecho a base de a unas escenas sugestivas, otras de relleno, y las demás de juzgado de guardia. Fuerza y honor!!!