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Voto de TOM REGAN:
5
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Drama. Aventuras
Los filisteos declaran la guerra a los hebreos y rompen el Arca de la Alianza. Saúl, Rey de Israel, escucha a los profetas que le anuncian que el nuevo rey será un pastor llamado David, pero antes este joven deberá enfrentarse al gigante Goliat, el más fuerte de los filisteos. (FILMAFFINITY)
3 de marzo de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
30/07(12/02/17) Intrascendente (co-producción italo-gala) versión del popular relato del Antiguo Testamento de David contra Goliath (1 Samuel17:4-51), realizada por Ferdinando Baldi y Richard Pottier, en un tiempo donde los péplums eran una plaga (bíblica?), y este solo tiene que aportar la presencia arrolladora de Orson Welles que como era norma en él en las cintas realizadas por otros y en las que él actuaba, se dirigía a sí mismo, actuaciones estas enmarcadas solo con motivo de ser fuente de ganar dinero para sus proyectos personales, muchos de ellos inacabados, el resto es puro entretenimiento sin fuste alguno, con actuaciones (salvo la de OW) sin actores reconocidos, y sin dejar nota importante. Se sigue el patrón del mandatario viejo que ve sus dominios tambalearse, y aparece sangre nueva que intentará salvar la caída, pero siempre hay un consejero artero-conspirador que intentará sabotear lo todo.
El rey Saúl (Orson Welles) ha perdido el favor de Jehová, vive perturbado y sus enemigos filisteos (que le han robado el Arca de la Alianza), regidos por Asrod (Furio Meniconi), aprovechan para desafiarlo, el profeta Samuel (Hilton Edwards) predice que un nuevo rey le relevará, y será el joven pastor David (Ivica Pajer). Saúl tiene como consejero a su primo, el comandante Abner (Massimo Serato), un intrigador que recela de David.
Es una cinta por lo menos entretenida, no se alarga en su metraje (como otros péplums), una historia predecible, aunque con la particularidad que acaba antes de lo previsto (spoiler), posee unos escenarios bien exhibidos, sin alardes pero sin penurias, flaquea el vestuario propio en muchos casos de cine soft (o porno), es una película pasarratos, sin diálogos trabajados, artificiosos. Trata el sempiterno tema de la lucha del Bien contra el Mal en el marco religioso católico, sin muchos matices, sin dimensión dramática, excepto la que intenta impregnar Welles en sus sentidas e intensas alocuciones, el resto es todo plano, sumándose algunos momentos un tanto sonrojantes (spoiler).
La puesta en escena resulta bastante buena en su recreación péplum de los bíblicos tiempos, con una dirección artística de Oscar D’Amico, rodándose en Roma (Amato Studios e Incir De Paolis Studios), en Yugoslavia y Jerusalén (Israel), creando unos ampulosos decorados para representar la bulliciosa capital hebrea y para el interior del palacio del rey Saúl, sus ampulosas columnas, las estatuas, el vestuario de Orson Welles, siendo penoso el escenario del oasis, esto visualizado por la fotografía en Cinemascope de Carlo Fiore, sabiendo exponer en bonitas tomas generales la acción, los escenarios con gran gentío de extras, la batalla final, o como filma la batalla final, siendo singular el modo (seguro que indicado por Welles) en que se rueda a Orson Welles en contrapicado para elevar su figura, con ultraexpresivos primeros planos. La música es del compositor italiano Carl Innocenziho, acunando con bellas melodías escenas como los místicos momentos de David en el desierto, o destilando épica en el desfile triunfal de David, aunque esto saboteado por sonidos anacrónicos y fuera de lugar (sintetizadores) cual leit motiv chirriante de Goliath.
Orson Welles se coinvierte en el gran reclamo del film, haciendo con su carismática presencia que el relato crezca en interés, siendo su rol el más complejo, alguien con un pasado exitoso que ahora en el otoño (acentuado esto por su pálido y arrugado maquillaje) de su vida se encuentra atormentado y a la vez fascinado por la figura de la juventud enérgica de David, un tipo ambiguo de los que borda el polifacético artista, aquí dirigiéndose él mismo (como siempre hizo), haciendo que cada escena suya sea las que hacen apetecible ver la cinta, sublime como se transmuta en el decadente rey hebreo. El actor croata Ivica Pajer encarna con vigor (un tanto ingenuo) al mítico héroe judío, su desparpajo y frescura chocan con lo superficial y poco matizado que está. Hilton Edwards da lustre al rol de profeta Samuel, sin mucho recorrido. El resto del elenco no pasa de correcto, sobresaliendo por su poderosa presencia el gigantón Aldo Pedinotti conocido artísticamente como Kronos, que da vida al pérfido Goliath.
El rey Saúl (Orson Welles) ha perdido el favor de Jehová, vive perturbado y sus enemigos filisteos (que le han robado el Arca de la Alianza), regidos por Asrod (Furio Meniconi), aprovechan para desafiarlo, el profeta Samuel (Hilton Edwards) predice que un nuevo rey le relevará, y será el joven pastor David (Ivica Pajer). Saúl tiene como consejero a su primo, el comandante Abner (Massimo Serato), un intrigador que recela de David.
Es una cinta por lo menos entretenida, no se alarga en su metraje (como otros péplums), una historia predecible, aunque con la particularidad que acaba antes de lo previsto (spoiler), posee unos escenarios bien exhibidos, sin alardes pero sin penurias, flaquea el vestuario propio en muchos casos de cine soft (o porno), es una película pasarratos, sin diálogos trabajados, artificiosos. Trata el sempiterno tema de la lucha del Bien contra el Mal en el marco religioso católico, sin muchos matices, sin dimensión dramática, excepto la que intenta impregnar Welles en sus sentidas e intensas alocuciones, el resto es todo plano, sumándose algunos momentos un tanto sonrojantes (spoiler).
La puesta en escena resulta bastante buena en su recreación péplum de los bíblicos tiempos, con una dirección artística de Oscar D’Amico, rodándose en Roma (Amato Studios e Incir De Paolis Studios), en Yugoslavia y Jerusalén (Israel), creando unos ampulosos decorados para representar la bulliciosa capital hebrea y para el interior del palacio del rey Saúl, sus ampulosas columnas, las estatuas, el vestuario de Orson Welles, siendo penoso el escenario del oasis, esto visualizado por la fotografía en Cinemascope de Carlo Fiore, sabiendo exponer en bonitas tomas generales la acción, los escenarios con gran gentío de extras, la batalla final, o como filma la batalla final, siendo singular el modo (seguro que indicado por Welles) en que se rueda a Orson Welles en contrapicado para elevar su figura, con ultraexpresivos primeros planos. La música es del compositor italiano Carl Innocenziho, acunando con bellas melodías escenas como los místicos momentos de David en el desierto, o destilando épica en el desfile triunfal de David, aunque esto saboteado por sonidos anacrónicos y fuera de lugar (sintetizadores) cual leit motiv chirriante de Goliath.
Orson Welles se coinvierte en el gran reclamo del film, haciendo con su carismática presencia que el relato crezca en interés, siendo su rol el más complejo, alguien con un pasado exitoso que ahora en el otoño (acentuado esto por su pálido y arrugado maquillaje) de su vida se encuentra atormentado y a la vez fascinado por la figura de la juventud enérgica de David, un tipo ambiguo de los que borda el polifacético artista, aquí dirigiéndose él mismo (como siempre hizo), haciendo que cada escena suya sea las que hacen apetecible ver la cinta, sublime como se transmuta en el decadente rey hebreo. El actor croata Ivica Pajer encarna con vigor (un tanto ingenuo) al mítico héroe judío, su desparpajo y frescura chocan con lo superficial y poco matizado que está. Hilton Edwards da lustre al rol de profeta Samuel, sin mucho recorrido. El resto del elenco no pasa de correcto, sobresaliendo por su poderosa presencia el gigantón Aldo Pedinotti conocido artísticamente como Kronos, que da vida al pérfido Goliath.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
La escena cumbre es cuando David derriba con la onda a Goliath y posteriormente le corta su cabeza, alterando bastante el texto bíblico, pero correctamente resuelta. El tramo en el oasis en que ha Goliath le hacen una danza para seducirlo un puñado de bellas jóvenes ante sus ojos libidinosos es de vergüenza ajena, menuda ridiculez. Tampo la batalla posterior a la muerte de Goliat es espectacular en cuanto a número de figurantes, pero pobre en coreografía.
Es curioso que la película parezca una precuela del Rey David, pues acaba antes de que el futuro monarca israelí suba al poder, justo después de ganar la batalla contra los filisteos, con el rey Saúl en comuna con David. De hecho Saúl según el texto bíblico describe que Saúl, poseído por la ira ante la admiración del pueblo y su propia familia por David, terminó por perder la razón. Desesperado, invocó mediante la adivina de Endor al espectro de Samuel, quien profetizó la gran derrota del ejército de Saúl y también la muerte de este. Al día siguiente, los filisteos vencieron al ejército israelita en la batalla del monte Gilboa y Saúl, estando ya herido, y para evitar que lo capturasen le pidió a su escudero que lo matara, pero como éste se negó, Saúl terminó por suicidarse. Después de vencer al gigante, David consiguió la confianza de los criados y del pueblo, se ganó la amistad de Jonatán y el amor de Mical quien fue su primera esposa y ambos eran hijos de Saúl. Y, precisamente eso, produjo los celos del rey Saúl, que ordenó capturarle. David tuvo que huir al desierto con un escuadrón de 200 guerreros leales y se convirtió en el paladín de los oprimidos. Allí aceptó la protección del rey filisteo Aquis de Gat, enemigo de Israel, y situó a su familia y los suyos en la ciudad filistea de Siclag. Cuando Aquis se fue a la guerra contra el rey Saúl, David no pudo acompañarle porque los otros nobles no confiaban en él. Esta batalla, que tuvo lugar en Gilboá, acabó con la vida del rey Saúl y de su hijo Jonatán, amigo de David. La Casa de Saúl estaba prácticamente anulada y David se dirigió a la ciudad de Hebrón para ser nombrado rey de Judá. Pero los norteños no estaban de acuerdo con tal decisión y buscaron a un descendiente lejano del difunto rey para nombrarle como sucesor. El escogido fue Isboset, al que nombraron rey. Éste intentó ganarse la confianza del reino, pero dos caudillos seguidores de David decidieron asesinarle en su propia casa. Cuando se presentaron ante el rey David esperaban una recompensa, pero se encontraron con la muerte. David no estuvo de acuerdo con la muerte de su enemigo y decidió ejecutarles por asesinato. En Hebrón, el rey David no conseguía la confianza de los norteños y decidió que, para unir a las doce tribus israelitas, debía buscar una ciudad neutral donde gobernar. Sin embargo, con la muerte del hijo del difunto rey Saúl, los ancianos de Israel se acercaron a Hebrón manifestando lealtad a David, que por entonces tenía 30 años. Esa ciudad neutral fue Jebús, que por entonces no estaba en manos de la gente de Judá ni en manos de los israelitas del norte, sino ocupada por los jebuseos. Una vez reconocido por los líderes de todas las tribus, David conquistó la fortaleza de Jebús y la hizo su capital. Una ciudad que pasó a ser conocida como la Ciudad de David y, posteriormente, Jerusalén.
Recomendable a los incondicionales del péplum y de Orson Welles (entre los que me cuento). Fuerza y honor!!!
Es curioso que la película parezca una precuela del Rey David, pues acaba antes de que el futuro monarca israelí suba al poder, justo después de ganar la batalla contra los filisteos, con el rey Saúl en comuna con David. De hecho Saúl según el texto bíblico describe que Saúl, poseído por la ira ante la admiración del pueblo y su propia familia por David, terminó por perder la razón. Desesperado, invocó mediante la adivina de Endor al espectro de Samuel, quien profetizó la gran derrota del ejército de Saúl y también la muerte de este. Al día siguiente, los filisteos vencieron al ejército israelita en la batalla del monte Gilboa y Saúl, estando ya herido, y para evitar que lo capturasen le pidió a su escudero que lo matara, pero como éste se negó, Saúl terminó por suicidarse. Después de vencer al gigante, David consiguió la confianza de los criados y del pueblo, se ganó la amistad de Jonatán y el amor de Mical quien fue su primera esposa y ambos eran hijos de Saúl. Y, precisamente eso, produjo los celos del rey Saúl, que ordenó capturarle. David tuvo que huir al desierto con un escuadrón de 200 guerreros leales y se convirtió en el paladín de los oprimidos. Allí aceptó la protección del rey filisteo Aquis de Gat, enemigo de Israel, y situó a su familia y los suyos en la ciudad filistea de Siclag. Cuando Aquis se fue a la guerra contra el rey Saúl, David no pudo acompañarle porque los otros nobles no confiaban en él. Esta batalla, que tuvo lugar en Gilboá, acabó con la vida del rey Saúl y de su hijo Jonatán, amigo de David. La Casa de Saúl estaba prácticamente anulada y David se dirigió a la ciudad de Hebrón para ser nombrado rey de Judá. Pero los norteños no estaban de acuerdo con tal decisión y buscaron a un descendiente lejano del difunto rey para nombrarle como sucesor. El escogido fue Isboset, al que nombraron rey. Éste intentó ganarse la confianza del reino, pero dos caudillos seguidores de David decidieron asesinarle en su propia casa. Cuando se presentaron ante el rey David esperaban una recompensa, pero se encontraron con la muerte. David no estuvo de acuerdo con la muerte de su enemigo y decidió ejecutarles por asesinato. En Hebrón, el rey David no conseguía la confianza de los norteños y decidió que, para unir a las doce tribus israelitas, debía buscar una ciudad neutral donde gobernar. Sin embargo, con la muerte del hijo del difunto rey Saúl, los ancianos de Israel se acercaron a Hebrón manifestando lealtad a David, que por entonces tenía 30 años. Esa ciudad neutral fue Jebús, que por entonces no estaba en manos de la gente de Judá ni en manos de los israelitas del norte, sino ocupada por los jebuseos. Una vez reconocido por los líderes de todas las tribus, David conquistó la fortaleza de Jebús y la hizo su capital. Una ciudad que pasó a ser conocida como la Ciudad de David y, posteriormente, Jerusalén.
Recomendable a los incondicionales del péplum y de Orson Welles (entre los que me cuento). Fuerza y honor!!!