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España España · almeria
Voto de TOM REGAN:
7
Comedia. Romance Invierno de 1931. Fernando decide desertar del ejército y se refugia en una casa de campo, donde es bien acogido por Manolo, un pintor excéntrico que vive retirado debido a sus ideas políticas. El chico mantiene sucesivamente relaciones con las cuatro hijas de su protector (Rocío, Violeta, Clara y Luz), sin saber muy bien de cuál de ellas está enamorado. (FILMAFFINITY)
20 de agosto de 2021
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
301/11(15/08/21) Encantadora dramedia (de sutil ligereza) oscarizada española, con más de comedia que de drama, dirigida por Fernando Trueba, y escrita por él junto al más grande en guionista español Rafael Azcona (“El verdugo” o “Plácido”) y José Luis García Sánchez (“Pasodoble” o “Tranvía a la Malvarrosa”). Además del Oscar a Mejor Película en Lengua Extranjera en los Oscar (con ese maravilloso discurso de aceptación del director: “Me gustaría creer en Dios para agradecerle, pero solo creo en Billy Wilder, así que... gracias, señor Wilder”), ganó el Premio Goya a la Mejor Película junto con otros ocho Premios Goya y fue nombrada Mejor Película. Aunque la película que me ocupa tiene más de Lubitsch, mezclado con Buñuel (el inicio con lel enfrentamiento entre los dos guardia civiles es muy del cineasta de “Viridiana”) que al creador de “El apartamento”. El proyecto de la película nació en 1990 en un restaurante madrileño donde habitualmente solían hablar Fernando Trueba, de proyectos cinematográficos. La historia tiene una parte biográfica de Trueba pues el suegro del director se llama Manolo en la vida real, al igual que el suegro del protagonista, que como Trueba se llama Fernando. Y para representar esto lo mejor sin duda es su homérico plantel de intérpretes, sensacional con Fernando Fernán Gómez a la cabeza, Agustín González, Jorge Sanz, Chus Lampreave, Gabino Diego, Penélope Cruz, Maribel Verdú, Ariana Gil, Miriam Díaz Aroca, Mary Carmen Ramírez, Michel Galabrú, Jesús Bonilla, María Galiana, y más.

La cinta es un cálido cuento idealizado de un mundo inocente, donde reina la ilusión y las ganas de vivir, situando la acción entre el fin de la monarquía y el principio de la Segunda República de España en 1931, momento fugaz de ilusión y promesa de un mundo mejor. Donde el candor por el amor libre y el sexo campan a sus anchas, transcurriendo este vodevil coral en un lugar indeterminado (por aquello de que pueda ser cualquiera) donde reina la pasión por la vida, un lugar pintoresco retratado indudablemente influenciado por el Jean Renoir de “Una partida de campo” (gracias a la fenomenal y luminosa fotografía de José Luis Alcaine), pero también por el espíritu de parte de la filmografía de Eric Rohmer (“Pauline en la Playa” o “Le rayon vert” son prueba de ello), un Oasis que más parece un lugar en la mente que un sitio real, donde existe el librepensamiento, hay un cura republicano, donde por amor un carlista se cambia de bando, donde cuatro hermanas se solazan por poseer al zángano que ha aparecido, este se deja llevar cual picando de flor en flor, donde el padre de las ‘niñas’ las deja hagan su albedrio, ello enmarcado en este Edén en ninguna parte, todo ello con un humor que sale en momentos puntuales muy propio de Azcona (esas frases lapidarias de Fernán Gómez, los arranques de Agustín González, la ira de Chus Lampreave, la volubilidad de Gabino Diego, ese patetismo del cornudo encarnado por Michel Galabru, y más).

Provincial de España, 1931. El anciano artista Manolo (Fernando Fernán Gómez) acoge a un joven desertor del ejército realista. Fernando (Jorge Sanz) acepta felizmente, sobre todo cuando pone los ojos en las cuatro hijas de Manolo. Para su sorpresa, el niño de la corneta es seducido por cada uno de ellos, pero incluso en este remanso rural la etiqueta del amor es más sofisticada de lo que él aprecia.
Un relato que viniendo de Azcona no podían faltar los dardos mordaces a diferentes instituciones, desde el estado, la monarquía, al ejército (amén de la Guardia Civil), al matrimonio, y por supuesto a la Iglesia, ello siempre en un tono desenfadado, y con claro aire siempre melancólico, esto atomizado en su final y epilogo. Poniendo en valor la vida, el sexo, la amistad, y hasta la comida como placeres ‘Joie de vivre’. Dejándote en su devenir, sin demasiada profundidad, una mueca de sonrisa por sus situaciones que bordean en algún caso el absurdo, cuando no se zambullen orgullosas en él, merced a lo bien trenzado del fluir del guión, donde hay lugar por supuesto a diálogos y frases punzantes y divertidas. Una bucólica narración, donde nada posee verdadera intensidad dramática, todo acontece con un aire festivo cuasi-zarzuelesco, de hecho esto se remarca con cuando hace aparición (en un momento muy Lubitsch) la madre de las ‘niñas’ (Amalia a la que da vida Mary Carmen Ramírez), con esa entrada luminosa operística cantando frente a la casa y viéndose por las ventanas los habitantes exultantes de felicidad.

Una a ratos jocosa farsa, donde lo más débil es probablemente su núcleo central de los amoríos de estas jóvenes con el ‘zángano’ Fernando (termina importando poco con quien se quedara), es lo que hay en los márgenes, retratando una España revestida de optimismo, de liberalismo, de ganas de vivir, donde nada parece intenso, ello en un ambiente pastoral bucólico (para acentuarlo está la notable música de Antonio Duhamel interpretada por la Orquesta filarmónica de Madrid en Kirios Studios de Madrid; Las canciones fueron interpretadas por Mary Carmen Ramírez). Donde las tensiones políticas son tratadas de forma bufa. Aunque curiosamente la historia nos cuela muertes cruentas en su inicio y final (spoiler), pero tratadas de modo extraño.

La secuencia inicial digna de un retorcido Buñuel. El joven desertor del ejército Fernando (Jorge Sanz) es arrestado en un camino rural por dos guardias civiles, en realidad (el cabo) suegro (Juan José Otegui) y yerno (Jesús Bonilla). Mientras llevan al preso al calabozo discuten sobre los deberes un Guardia Civil, hasta que la cosa se va delas manos y en un ‘arrebato’ le dispara al otro, abrumado por el dolor del ‘arrebato’, se suicida (muy azconiano esto en su ácido humor que arremete contra el absurdo de las armas). Fernando se encuentra en medio de una dantesca escena y huye cariacontecido, llegando en la nocturnidad a un burdel.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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