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Voto de LibertyVallance:
9
7,2
87 836
Drama
Ambientada en Marruecos, Túnez, México y Japón. Armados con un Winchester, dos muchachos marroquíes salen en busca del rebaño de cabras de la familia. En medio del silencio del desierto, deciden probar el rifle, sin conocer el alcance de la bala. En un instante, entran en colisión las vidas de cuatro grupos de personas que viven en tres continentes distintos. (FILMAFFINITY)
12 de febrero de 2007
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
De todas las (supuestas) virtudes que prometían los profetas de la globalización lo único que ha quedado es un profundo malestar global. En sus anteriores películas, Iñárritu ya nos mostraba pedazos de ese malestar desgarrando sociedades como la mexicana o la estadounidense. Ahora su mirada decide alzarse hasta el mirador de la sociedad global en la que estamos embarcados y buscar esos jirones de realidad en diferentes latitudes geográficas. El resultado es una torre de babel de la desazón global en la que las cargas de profundidad que contiene la película adquieren precisamente por eso más poder de conmoción.
Milagro cinematográfico. En esta babel de sentimientos castrados, frustraciones e impotencias varias no resulta difícil entender el idioma sentimental común de unos seres humanos abrumados por el peso de unas fuerzas y unas sensaciones que nosotros mismos hemos creado pero somos incapaces de dominar.
Iñárritu muestra el mismo talento para la narración y la disección del alma humana que en sus anteriores obras y utiliza una construcción similar. El guión parece no brotar de la mano y el cerebro de los autores sino de las miradas mismas de los personajes, sus palabras, sus silencios, su dolor. Como debe ser. La cámara, repentino e inesperado Google Earth de los sentimientos, recorre kilómetros, supera cordilleras, salta océanos, sin temblar en su estremecedora disección moral. Como un bisturí exacto, necesario y sutil.
Milagro cinematográfico. En esta babel de sentimientos castrados, frustraciones e impotencias varias no resulta difícil entender el idioma sentimental común de unos seres humanos abrumados por el peso de unas fuerzas y unas sensaciones que nosotros mismos hemos creado pero somos incapaces de dominar.
Iñárritu muestra el mismo talento para la narración y la disección del alma humana que en sus anteriores obras y utiliza una construcción similar. El guión parece no brotar de la mano y el cerebro de los autores sino de las miradas mismas de los personajes, sus palabras, sus silencios, su dolor. Como debe ser. La cámara, repentino e inesperado Google Earth de los sentimientos, recorre kilómetros, supera cordilleras, salta océanos, sin temblar en su estremecedora disección moral. Como un bisturí exacto, necesario y sutil.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Desazón global compuesta de soledades interminables, alienaciones varias, frustraciones a flor de piel, el enjambre de vidas que es Babel se mueve empujado por distintos motores. Fuerzas que estallan de repente dentro de la misma historia, de cada personaje, en cada situación, y precipitan el siguiente plano, la siguiente situación, convirtièndola en un nuevo motor. Como la vida misma. Como el disparo de un niño, un accidente, un hijo muerto, un amor que se derrumba, un suicidio (tal vez, o tal vez no). Como el infortunio, la mala suerte o un error
Sutileza. En medio del fanatismo de los descubridores del choque d ecivilizaciones y los ejes del mal Iñárritu nos muestra en la mirada de unos niños y un padre árabe lo iguales que somos todos los padres y todos los niños. Con elementos espectaculares por lo sencillo: sexo, amistad, muerte, insoportable dolor. Esos abismos que se abren de repente, y sin sentido, dentro del amor. Como brota la amistad. El orgullo de un hombre y de pueblo. O la ironía de como el accidente más estúpido se puede convertir en terrorismo en el pavoroso mundo de la esquizofrenia global y la interminable guerra de Irak.
Denuncia. Sin panfletos pero contundente como un puñetazo en el estómago. Pero siempre sutil. El padre gringo, buena persona, seguramente progre, indudablemente guai, pero que no duda en pedir a su canguro mexicana que aplace la boda de su hijo porque no encuentra quien la sustituya. ¡Toma lucha de clases convertida en pan nuestro de cada día¡. El veneno moral y social de la precariedad y la explotación te pudre sin que te des cuenta el corazón.
Y sin embargo lo que más impresiona de todo tal vez sea ese dolor minimalista, tan sordo y tan mudo como la protagonista, que inunda la pantalla cada vez que la cámara nos muestra la historia de esa familia japonesa rota desde dentro, dinamitada por el fantasma de la duda, la muerte y la frustración. Desazón sin palabras ni rostro ni geografía. Babel interior.
Sutileza. En medio del fanatismo de los descubridores del choque d ecivilizaciones y los ejes del mal Iñárritu nos muestra en la mirada de unos niños y un padre árabe lo iguales que somos todos los padres y todos los niños. Con elementos espectaculares por lo sencillo: sexo, amistad, muerte, insoportable dolor. Esos abismos que se abren de repente, y sin sentido, dentro del amor. Como brota la amistad. El orgullo de un hombre y de pueblo. O la ironía de como el accidente más estúpido se puede convertir en terrorismo en el pavoroso mundo de la esquizofrenia global y la interminable guerra de Irak.
Denuncia. Sin panfletos pero contundente como un puñetazo en el estómago. Pero siempre sutil. El padre gringo, buena persona, seguramente progre, indudablemente guai, pero que no duda en pedir a su canguro mexicana que aplace la boda de su hijo porque no encuentra quien la sustituya. ¡Toma lucha de clases convertida en pan nuestro de cada día¡. El veneno moral y social de la precariedad y la explotación te pudre sin que te des cuenta el corazón.
Y sin embargo lo que más impresiona de todo tal vez sea ese dolor minimalista, tan sordo y tan mudo como la protagonista, que inunda la pantalla cada vez que la cámara nos muestra la historia de esa familia japonesa rota desde dentro, dinamitada por el fantasma de la duda, la muerte y la frustración. Desazón sin palabras ni rostro ni geografía. Babel interior.