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Voto de RockAction:
2
10 de enero de 2013
41 de 58 usuarios han encontrado esta crítica útil
Wes anderson es un director que me recuerda a Spike Jonze en su manera de entender el, digamos, "esteticismo independiente contemporáneo" que acompaña sus films. Pero claro, la diferencia que existe entre Olvídate de mí, Cómo ser John Malkovich o Adaptation y Moonrise Kingdom se llama Charlie Kaufman.
Y eso diferencia maravillosas películas de este inconsistente juguete. La película cuenta con un error de base ya inabarcable y es anteponer tanto en tiempo como en espacio su propuesta escénica (ya saben esas localizaciones, encuadres, colores y canciones folk para modernos) por encima del argumento y del desarrollo de la trama en todo momento.
Eso supone que la película invita a no sentir y a no pensar. Vamos, un engendro de los tiempos en que vivimos donde el metraje trascurre ante nosotros como el más llamativo y hermoso envoltorio que dentro no contiene por desgracia nada. Entendámonos: como si nos regalan un abrelatas de los chinos en el más encantador papel de regalo que se pudiese encontrar.
Y así no hay forma de identificarse ni de sentir simpatía alguna hacia la inocente historia de amor -desaprovechada y poseedora de los únicos momentos con cierta chispa-. Pecas y gafas de pasta adolescentes esgrimiendo rabioso sentimiento naïf para quedar ahogada en un edificio de vacuidad máximo.
Ah, y los actores. Madre mía, contar con ciertos nombres respetables para caricaturizar su valía de forma sangrante y despiadada, meras comparsas de polichinela en este circo de "angst" indie que sólo puede engatusar a aquellos que crean que el mundo es un algodón dulce que se deshace con sólo probarlo. Falsa, dañina y hueca.
Y eso diferencia maravillosas películas de este inconsistente juguete. La película cuenta con un error de base ya inabarcable y es anteponer tanto en tiempo como en espacio su propuesta escénica (ya saben esas localizaciones, encuadres, colores y canciones folk para modernos) por encima del argumento y del desarrollo de la trama en todo momento.
Eso supone que la película invita a no sentir y a no pensar. Vamos, un engendro de los tiempos en que vivimos donde el metraje trascurre ante nosotros como el más llamativo y hermoso envoltorio que dentro no contiene por desgracia nada. Entendámonos: como si nos regalan un abrelatas de los chinos en el más encantador papel de regalo que se pudiese encontrar.
Y así no hay forma de identificarse ni de sentir simpatía alguna hacia la inocente historia de amor -desaprovechada y poseedora de los únicos momentos con cierta chispa-. Pecas y gafas de pasta adolescentes esgrimiendo rabioso sentimiento naïf para quedar ahogada en un edificio de vacuidad máximo.
Ah, y los actores. Madre mía, contar con ciertos nombres respetables para caricaturizar su valía de forma sangrante y despiadada, meras comparsas de polichinela en este circo de "angst" indie que sólo puede engatusar a aquellos que crean que el mundo es un algodón dulce que se deshace con sólo probarlo. Falsa, dañina y hueca.