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Voto de Letras Negras Ruido Blanco:
7
6,3
16 750
Drama
Basada en las memorias escritas por Philippe Petit (Joseph Gordon-Levitt), un funambulista francés que, en 1974, guiado por su mentor Papa Rudy (Ben Kingsley), se propuso un reto nunca antes realizado: recorrer sobre un cable el espacio que separaba las Torres Gemelas de Nueva York. (FILMAFFINITY)
12 de mayo de 2017
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Esta película, entre la ambientación parisina de sus inicios, la música y ese Petit artista de noche y ladrón de guante blanco por las mañanas, me ha recordado por momentos al bendito Sly Cooper, simpático mapache que no sólo andaba -también podía correr- por el fino alambre, y a los años pasados cuando aún desenterraba la Play Station 2 de vez en cuando para dar golpes maestros en aquel mundo animalista y desdibujado.
Entregado a la captación de compinches con los que llevar a cabo su singular hazaña, Petit es un anti-héroe, porque no hace lo que hace para nadie más que sí mismo, alguien que burla las leyes y luego siente el deseo orgulloso de que todos admiren su victoria contra la gravedad.
Lo que menos me gustó fue esa presentación con Petit (no el original, obviamente, sino el que tan bien ha logrado aquí Joseph Gordon-Levitt), subido a la estatua de la libertad y comenzando a contar su propia vida. Recurso no sólo aburrido y patriótico sino tramposo: en adelante, cuando haga falta explicar algo complejo o señalar lo que las imágenes no han conseguido, se retornará aquí para dejar todo claro y bien atado, como si el espectador fuera tonto o el medio cinematográfico insuficiente para contarlo por sí solo. Yo creo que si una vez el cine fue mudo, ahora al menos deberíamos poder prescindir de narradores innecesarios cuando una historia sea atrayente y clara, sin necesidad de añadidos.
También en ocasiones se abusa demasiado de los efectos por ordenador: uno desearía que a peliculones como éste le hubiesen dado algo menos de presupuesto para poder hacerlo mucho mejor.
Entregado a la captación de compinches con los que llevar a cabo su singular hazaña, Petit es un anti-héroe, porque no hace lo que hace para nadie más que sí mismo, alguien que burla las leyes y luego siente el deseo orgulloso de que todos admiren su victoria contra la gravedad.
Lo que menos me gustó fue esa presentación con Petit (no el original, obviamente, sino el que tan bien ha logrado aquí Joseph Gordon-Levitt), subido a la estatua de la libertad y comenzando a contar su propia vida. Recurso no sólo aburrido y patriótico sino tramposo: en adelante, cuando haga falta explicar algo complejo o señalar lo que las imágenes no han conseguido, se retornará aquí para dejar todo claro y bien atado, como si el espectador fuera tonto o el medio cinematográfico insuficiente para contarlo por sí solo. Yo creo que si una vez el cine fue mudo, ahora al menos deberíamos poder prescindir de narradores innecesarios cuando una historia sea atrayente y clara, sin necesidad de añadidos.
También en ocasiones se abusa demasiado de los efectos por ordenador: uno desearía que a peliculones como éste le hubiesen dado algo menos de presupuesto para poder hacerlo mucho mejor.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
La primera compañera de Petit en aparecer, la guitarrista Annie, será su gran amor, el segundo "partner", Jean-Louis, cuenta al esforzado equilibrista aquello de que todos los artistas tienen un punto anárquico y subersivo. Pero si hay alguno no anarquista, ése es Robert Zemeckis, director de esta cinta-y de Forrest Gump-, puesto que aquí si hay intención de romper algo, desde luego no es el sistema capitalista, la globalización o el imperialismo de los países desarrollados, sino la taquilla mundial.
Una película de ésas que se recomiendan, de las que no provocan acalorados debates sobre política ni puedes imaginar a alguien que no le guste, puesto que intenta (y afortunadamente consigue) contentar a todos, cinéfilos y consumidores ocasionales de palomitas. Habrá sudor en las manos, lágrimas en los ojos y sangre en la pantalla, porque últimamente los directores le han cogido el gusto, como si vencer el dolor de un cuerpo ensangrentado fuera el último requisito de la habilidad perfecta e inhumana (Whiplash).
Me está quedando quizás demasiado crítico: no quiero serlo. Ésta es una gran película. Trata abismos profundos de la condición humana de una forma tan sutil que te emocionas sin darte cuenta. A la sesión no vino nadie disfrazado de Annie o Jeff, pero se aplaudió al final, que es lo importante.
Todo el mundo le preguntaba a Petit por qué. Por qué arriesgar tu vida, subirte ahí y arriesgarte a perder cuanto tienes. Pero intuyo que para él ese reto era su vida y todo lo que podía conseguir en ella. De hecho, cuando la faena ha sido ya realizada, poco parece importarle la marcha de los demás. Me gustaría saber qué es lo que provocó realmente su separación de Annie, a la que se le da más bien poca importancia en el filme.
El hombre es sólo un puente hacia algo superior, hacia el superhombre, dijo Nietzsche; y yo, que ya he aprendido a escribir Nietzsche bien, podría ponerme a escribir largos párrafos sobre la relación de esta frase con la película de Zemeckis, pero dejemos la filosofía para los filósofos. Y aunque ya no existan aquellas torres, debido a un conflicto internacional que hoy en día está aún muy lejos de ser solucionado, aquel espacio entre ellas y cielo y suelo, elevado, silencioso, donde nadie pudo ni podrá jamás cogerle, siempre pertenecerá a Petit: al cinematográfico que ha nacido este año, al real que se atrevió a lo imposible un 6 de agosto de 1974. Allí siempre será mucho más que un hombre. Pudo haberle llegado la muerte hace ya 4 décadas sobre ese cable, pero la Parca no se atrevió entonces y ni aún ahora. Al final, la inmortalidad fue mucho más rápida. Sus eternos 42 metros y dos horas de fama.
Si quieres leer más críticas como ésta y contenido cultural variado, visita Letras Negras sobre Ruido Blanco: http://letrasnegrasruidoblanco.blogspot.com.es
Una película de ésas que se recomiendan, de las que no provocan acalorados debates sobre política ni puedes imaginar a alguien que no le guste, puesto que intenta (y afortunadamente consigue) contentar a todos, cinéfilos y consumidores ocasionales de palomitas. Habrá sudor en las manos, lágrimas en los ojos y sangre en la pantalla, porque últimamente los directores le han cogido el gusto, como si vencer el dolor de un cuerpo ensangrentado fuera el último requisito de la habilidad perfecta e inhumana (Whiplash).
Me está quedando quizás demasiado crítico: no quiero serlo. Ésta es una gran película. Trata abismos profundos de la condición humana de una forma tan sutil que te emocionas sin darte cuenta. A la sesión no vino nadie disfrazado de Annie o Jeff, pero se aplaudió al final, que es lo importante.
Todo el mundo le preguntaba a Petit por qué. Por qué arriesgar tu vida, subirte ahí y arriesgarte a perder cuanto tienes. Pero intuyo que para él ese reto era su vida y todo lo que podía conseguir en ella. De hecho, cuando la faena ha sido ya realizada, poco parece importarle la marcha de los demás. Me gustaría saber qué es lo que provocó realmente su separación de Annie, a la que se le da más bien poca importancia en el filme.
El hombre es sólo un puente hacia algo superior, hacia el superhombre, dijo Nietzsche; y yo, que ya he aprendido a escribir Nietzsche bien, podría ponerme a escribir largos párrafos sobre la relación de esta frase con la película de Zemeckis, pero dejemos la filosofía para los filósofos. Y aunque ya no existan aquellas torres, debido a un conflicto internacional que hoy en día está aún muy lejos de ser solucionado, aquel espacio entre ellas y cielo y suelo, elevado, silencioso, donde nadie pudo ni podrá jamás cogerle, siempre pertenecerá a Petit: al cinematográfico que ha nacido este año, al real que se atrevió a lo imposible un 6 de agosto de 1974. Allí siempre será mucho más que un hombre. Pudo haberle llegado la muerte hace ya 4 décadas sobre ese cable, pero la Parca no se atrevió entonces y ni aún ahora. Al final, la inmortalidad fue mucho más rápida. Sus eternos 42 metros y dos horas de fama.
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