Kubrick siempre renegó de su “Espartaco”, puesto que si ingreso en la dirección fue dos semanas después de iniciar el rodaje con el despido de su primer realizador. No sólo eso, sino que si somos seguidores acérrimos del gran cineasta, sabremos de sus altas pretensiones por hacer los films a su manera, hecho que nunca fue posible con esta obra debido al grandioso ego de Kirk Douglas.

Por lo tanto, debe quedar claro des de un principio que pese a ser un gran film del género péplum, no hace honor al talento de su increíble director. Ya entrando en materia, diré que “Espartaco” cuenta con muchísimos recursos, que constituyen un tremendo film de colosal y mastodóntica producción. El mayor halago que se le puede achacar, es su increíble habilidad para mantenernos entretenidos durante todo el transcurso de su metraje. Pese a su extensa duración, se nos antoja como un film rápido y muy dinámico, con calidad de alto nivel repartida en cada uno de sus fotogramas. Es un espectáculo en sí mismo, aunque no exento de irregularidades…

He de decir que no tengo a Kirk Douglas en muy alto aprecio como actor, aunque un servidor reconoce que el intérprete ha estado en numerosos films que pueden ser fácilmente considerados como obras maestras. Yo divido el film en dos partes, la parte interpretada por el masculino actor, que sigue su cruzada hacia la liberación, y la parte de Roma, donde somos testigos de la vida y de las artimañas de todos los hombres de poder.

La parte de Douglas, después de su estupenda media hora en el circo de esclavos, se me hace pesada y en ocasiones, absurda, con el tedioso romance que vive con la actriz Jean Simmons. Por otro lado, me quito el sombrero ante las partes que acontecen en Roma, encabezado por un reparto grandioso que no tienen ningún poder en mostrar sus increíbles cualidades. Y es que Charles Laughton, Peter Ustinov, Tony Curtis y Lawrence Olivier brillan con luz propia. No únicamente cada uno de estos actores se merecen todos los premios de actuación existentes, sino que la recreación de Roma es, textualmente, grandiosa, preciosa y todo un regalo para la vista. Puesto que los decorados, tanto exteriores como interiores fueron recreados con una brillantez y exquisitez de lo más lúcida.

No es una obra maestra, pero es de lo más cercano que hay en esa categoría en el género péplum pese a que a su inmenso realizador le cortasen las alas. Tiene también momentos muy intensos, como su media hora final, que es sobresaliente, con momentos intensos e impactantes como las escenas en la escuela de esclavos. Una cinta que brilla con intensidad pero no por su actor protagonista, sino por su elenco de segundarios, todos ellos magistrales y en estado de gracia.