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España España · A Coruña
Voto de Carli:
10
Drama Reiko, viuda de guerra, levantó de las ruinas la pequeña tienda de su familia política. Mientras ella trabaja sin descanso, el hermano de su marido malgasta su vida bebiendo y jugando. Ahora la llegada de los supermercados amenaza el negocio. Cuando surge la oportunidad de abrir un supermercado en el local, Reiko se convierte en un obstáculo para sus cuñadas y su suegra. (FILMAFFINITY)
29 de mayo de 2018
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine es grande gracias a cineastas como Mikio Naruse, que con una pasmosa sencillez consiguen llegar a lo más hondo del corazón. La obra que nos ocupa del director japonés es de un gusto exquisito, con una capacidad asombrosa de convertir lo cotidiano en algo extraordinario, recordando mucho a uno de los grandes del cine oriental como Yasujiro Ozu. El filme carga fuertemente contra los valores preestablecidos y las imposiciones familiares.

La película se apoya en todo momento en la soberbia actuación de una frágil y hermosa Hideko Takamine, que interpreta a una viuda que regenta una tienda de comestibles venida a menos por la creación de grandes superficies contra las que no puede competir. Por si fuera poco, Reiko debe cuidar del hermano de su fallecido esposo, que se pasa el día holgazaneando y despilfarrando el dinero. Por otra parte la protagonista es presionada por su familia para que rehaga su vida y se case de nuevo, pese a la negativa de ella.

Naruse pone encima de la mesa temas como el tiempo perdido que no se puede recuperar, ejemplificado en la protagonista, que ha pasado dieciocho años de su vida dedicados exclusivamente en sacar a flote el negocio familiar sin pensar en sí misma, sacrificando y desperdiciando su juventud. La obra muestra una sociedad japonesa todavía deprimida tras la Segunda Guerra Mundial, presentando unos personajes perjudicados por sus familiares y lastrados por la tradición, viéndose incapacitados tanto Reiko como Koji de consumar su relación por culpa de la diferencia de edad y por mantener vínculos familiares, teniendo que oprimir sus deseos por las convenciones sociales de la época.

La manera empleada por el realizador japonés para expresar los sentimientos de sus personajes es sencillamente soberbia, sin necesidad de recurrir a palabras, simplemente con miradas sobrecogedoras como las de Reiko, que hacen que el espectador se meta en su piel y viva con tristeza su tormento interior. En el plano técnico resulta brillante la constitución del montaje, uniendo planos con tal sutileza que el espectador prácticamente es incapaz de percibir los cambios de escenarios.

Una oda al buen cine y un director a reivindicar. Apabullante obra maestra.
Carli
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