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Voto de Alvart el terrible:
10
Drama Fred Ballinger (Michael Caine), un gran director de orquesta, pasa unas vacaciones en un hotel de los Alpes con su hija Lena y su amigo Mick, un director de cine al que le cuesta acabar su última película. Fred hace tiempo que ha renunciado a su carrera musical, pero hay alguien que quiere que vuelva a trabajar; desde Londres llega un emisario de la reina Isabel, que debe convencerlo para dirigir un concierto en el Palacio de ... [+]
5 de junio de 2020
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La obra maestra de Sorrentino. Es un director singular, preciosista, barroco, deslavazado narrativamente en ocasiones. Pero poco importa, porque la vida tampoco se narra en guiones cerrados. Sorrentino es siempre interesante, pero a su manera, con su visión personalísima. siempre en busca de la perfección técnica y la emoción, la fotografía, la iluminación cuidada, los planos académicos, los encuadres y panorámicas preciosistas. Siempre filmando como movido por una pulsión poderosa de crear "gran arte". Y para mí, aquí lo consigue.

El argumento (dos personajes principales al final de su trayectoria haciendo una reflexión sobre el sentido de su carrera y de la propia vida individual y algún otro secundario atascado al final de sí mismo), es para mí El Argumento, con mayúsculas. ¿De qué trata la peli? De la vida en toda su inmensa complejidad y significación. Del transcurso del tiempo en sí mismo, de dejarse llevar por anécdotas, historias, afectos, pérdidas y derrotas. "Mientras contemplo el granizo de los hechos deformar la vida", que diría Larkin. De eso va. Y además se narra mediante sensaciones, no explícitamente. Todo en un escenario muy propio para hacer balance, desde la relajación del retiro dorado donde los pudientes y adinerados no tienen que mover un dedo y pueden dejar volar el recuerdo y la autoreflexión.

Una película capital por su natural discurrir de todas las categorías artísticas que comprenden el arte supremo del cine. Momentos de humor, de risa amarga, de tristeza pura, de desolación, pérdida irreparable. Todo ello visto con un sano estoicismo y resignación propios y consustanciales al prisma de la vejez.

Sorrentino es excesivo y a veces, irritante. Pero sus momentos buenos hacen merecedor el esfuerzo de contemplar su totalidad. Si además todo juega en un equilibrio casi perfecto como aquí, la experiencia es una delicia sensorial que te cambia totalmente y te deja conmovido hasta los huesos. Incluso el broche final con la actuación de la orquesta me parece un broche preciosista a la altura de su genial obra.

Nada más que declarar. La vi dos veces seguidas para comprobar si mi percepción era un espejismo, pero no, suscribo de modo idéntico todo lo anterior. Gracias Sorrentino.
Alvart el terrible
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