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Voto de Alcaudón:
4
2010
7,2
48 428
Animación. Fantástico. Aventuras. Infantil
Ambientada en el mítico mundo de los rudos vikingos y los dragones salvajes, y basada en el libro infantil de Cressida Cowell, esta comedia de acción narra la historia de Hipo, un vikingo adolescente que no encaja exactamente en la antiquísima reputación de su tribu como cazadores de dragones. El mundo de Hipo se trastoca al encontrar a un dragón que le desafía a él y a sus compañeros vikingos, a ver el mundo desde un punto de vista totalmente diferente. [+]
15 de febrero de 2016
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Como entrenar a tu dragón", según parece, se erige como una de los grandes pilares de la animación en el año 2010, pues como cinta con una repercusión similar en este año, solo se encuentra la inigualable "Toy Story 3".
No me malinterpreten nada más empezar, pues no acudiré al fácil destripe a la totalidad. El film de Deblois y Sanders tiene aspectos positivos. Como vehículo de entretenimiento no defrauda, partiendo de una banda sonora poderosa (el inicio con "This is Bersk" acompañando la lucha en la oscuridad es sublime), y el pequeño tratado, aunque simplista, que realiza sobre el miedo a lo desconocido, o incluso escarbando un poco más (quizá dejándonos llevar por la imaginación bienintencionada) en la negación al avance y al conocimiento, debido en cierta medida al arraigo de la costumbre y la tradición, unidas en ocasiones a la barbarie. Ya otros se han encargado de alabar y exaltar sus virtudes antes y mejor que yo.
Sin embargo, y ahora sí es momento, en lo que no son necesarios malabarismos deductivos ni delirios es en cierta idea, presente a los pocos minutos de iniciarse la película, y que se desarrolla con fuerza hasta su expansión final. No, no son las llamaradas del dragón, sino un aspecto que, con gran sorpresa, sólo he podido hallar en una de las críticas (de forma somera) presentes en esta ficha. En atención a quien se acerque por vez primera a la película que nos ocupa, pasemos al spoiler.
No me malinterpreten nada más empezar, pues no acudiré al fácil destripe a la totalidad. El film de Deblois y Sanders tiene aspectos positivos. Como vehículo de entretenimiento no defrauda, partiendo de una banda sonora poderosa (el inicio con "This is Bersk" acompañando la lucha en la oscuridad es sublime), y el pequeño tratado, aunque simplista, que realiza sobre el miedo a lo desconocido, o incluso escarbando un poco más (quizá dejándonos llevar por la imaginación bienintencionada) en la negación al avance y al conocimiento, debido en cierta medida al arraigo de la costumbre y la tradición, unidas en ocasiones a la barbarie. Ya otros se han encargado de alabar y exaltar sus virtudes antes y mejor que yo.
Sin embargo, y ahora sí es momento, en lo que no son necesarios malabarismos deductivos ni delirios es en cierta idea, presente a los pocos minutos de iniciarse la película, y que se desarrolla con fuerza hasta su expansión final. No, no son las llamaradas del dragón, sino un aspecto que, con gran sorpresa, sólo he podido hallar en una de las críticas (de forma somera) presentes en esta ficha. En atención a quien se acerque por vez primera a la película que nos ocupa, pasemos al spoiler.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
¡Oh, animales salvajes, que vivís en el desorden, el miedo y la destrucción! ¡He aquí el ser humano, la figura necesaria para que halléis paz y aprendáis a vivir en armonía, que conoce vuestras flaquezas, vuestras necesidades, y aquello que os satisface, capaz de mostraros vuestra más excelsa faceta!
En clave menos grandilocuente, seamos claros. La lección está ahí para quien quiera verla, aunque nuestro condicionamiento social nos impida, o nos invite, a no verlo. Todo animal, por salvaje que sea, incluso los indomables y furibundos dragones, son domesticables. Y es más, según se nos indica, ¡así es como realmente alcanzarán la felicidad! En la naturaleza, como mínimo, hallarán un orden jerárquico violento. Solo bajo el liderazgo del ser humano que, de paso, los convertirá en su más increíble mascota (en otras islas tienen perros o cabras, dice el protagonista) encontrarán el auténtico equilibrio interior. La jugada de situar a los dragones en tal acción, animales fantásticos, no hace sino invitar aún más a la extrapolación.
Lo sé, el mundo es el que es. Todos tenemos perros, gatos, loros o hasta cerditos vietnamitas, bien argumentado que son naturalmente domésticos (curiosa manipulación de la realidad y del lenguaje), o, como en el caso de los dragones, que así encuentran su verdadero sino. Y aquí, en lugar de mostrar cual es la realidad, siquiera parcialmente (no digo ya luchar, o impugnarla en su totalidad, ¡ni mucho menos!) se construye una legitimación de la dominación del ser humano sobre cualquier especie animal, como algo realmente positivo para todas las partes, sin grieta ni falla.
En fin. Por suerte para los dragones, no son más que leyenda y ficción.
En clave menos grandilocuente, seamos claros. La lección está ahí para quien quiera verla, aunque nuestro condicionamiento social nos impida, o nos invite, a no verlo. Todo animal, por salvaje que sea, incluso los indomables y furibundos dragones, son domesticables. Y es más, según se nos indica, ¡así es como realmente alcanzarán la felicidad! En la naturaleza, como mínimo, hallarán un orden jerárquico violento. Solo bajo el liderazgo del ser humano que, de paso, los convertirá en su más increíble mascota (en otras islas tienen perros o cabras, dice el protagonista) encontrarán el auténtico equilibrio interior. La jugada de situar a los dragones en tal acción, animales fantásticos, no hace sino invitar aún más a la extrapolación.
Lo sé, el mundo es el que es. Todos tenemos perros, gatos, loros o hasta cerditos vietnamitas, bien argumentado que son naturalmente domésticos (curiosa manipulación de la realidad y del lenguaje), o, como en el caso de los dragones, que así encuentran su verdadero sino. Y aquí, en lugar de mostrar cual es la realidad, siquiera parcialmente (no digo ya luchar, o impugnarla en su totalidad, ¡ni mucho menos!) se construye una legitimación de la dominación del ser humano sobre cualquier especie animal, como algo realmente positivo para todas las partes, sin grieta ni falla.
En fin. Por suerte para los dragones, no son más que leyenda y ficción.