La vejez, la soledad, el compromiso ético y humanista de Moretti. Una “comedia” con tintes existencialistas de los que dinamitan, mucho más dura y madura de lo que pueda parecer y, eso sí, con mucho meta-cine.

Hay escrituras que solamente pueden materializarse en el ocaso. Llega el momento de la madurez, de recapitular, la consciencia de la desconexión con la nueva realidad y un futuro que se percibe como ajeno. Si en el personaje hay tanto del autor como lo que se intuye, la lectura de la película puede llegar a ser descorazonadora. Giovanni es un hombre que se mueve entre dos amores que dan sentido a su vida, uno personal y otro profesional. Pero ha llovido mucho y ambos pilares se erigen ahora sobre cimientos de barro; son dos realidades en las que ya es imposible encajar las piezas mas allá de la falsa sonrisa y el sueño hipócrita de la utopía; dos realidades que melancólica e irremediablemente escapan de sus manos desde el principio si aceptamos como cierto aquéllo escrito en la película de que no hay arcos de transformación. Lo sabe Giovanni y lo sabe Moretti.

Respecto al séptimo arte en si mismo el director reflexiona claramente a través de los diferentes rodajes (propios, extraños, reales o imaginados) acerca del valor artístico de cierto tipo de cine que se impone en las nuevas generaciones y sus procesos de producción desligados de la visión del autor. El tiempo, el más valioso de los recursos llegado cierto punto, es capaz de cambiar todo paradigma y los nuevos planteamientos chocan de frente con el compromiso de toda una trayectoria. ¿Quedará en el futuro, precisamente, el compromiso de la palabra, de la “parole”, del discurso?

Técnicamente destacar el trabajo de fotografía, la elección de los soundtracks y el montaje. Hay secuencias musicales preciosas. Moretti cumple perfectamente en su interpretación. Recomendable.

@laquimeracultural