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Estados Unidos Estados Unidos · 544 Camp Street. New Orleans
Voto de Jinete nocturno:
10
Drama En un accidente de coche, Julie pierde a su marido Patrice, un prestigioso compositor, y a su hija Anna. Al recuperarse de sus lesiones, decide comenzar una nueva vida, independiente, solitaria y anónima, alejada de los privilegios que antes disfrutaba. Olivier, el ayudante de Patrice, intenta sacarla de su aislamiento. Olivier está enamorado de ella desde hace muchos años y acaba convenciéndola para que termine el «Concierto para ... [+]
19 de noviembre de 2009
9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué pasaría si todo lo que amamos desapareciera en un instante, devorado por la nada como si jamás hubiera existido? ¿Qué pasaría si todo aquello a lo que hemos consagrado nuestra existencia, cada instante de nuestra vida, aquello en lo que nos hemos apoyado cada mañana para enfrentarnos a los sinsabores cotidianos, dejará de repente de existir?¿Qué pasaría si tras tanto sacrificio, tanta renuncia, tras aceptar ser un simple secundario pudiendo ser protagonista, todo hubiera sido en vano?¿Qué pasaría, en definitiva, si todo lo que ha sido nuestra vida hasta este instante pereciera aplastada entre los hierros retorcidos de un coche?

Este es devastador comienzo de “Azul”, quizás la más grande de la inconmensurable filmografía de Krzysztof Kieslowski: una sublime reflexión sobre la libertad, el dolor, el destino y la redención a través de sufrimiento. Una película tan bella como desgarradora, llena de hondura; que se atreve a mostrarnos con insoportable e intimo detalle el alma de Julia, su protagonista, a la que interpretada una Juliette Binoche en estado de gracia capaz de mostrarnos en su rostro sempiternamente sereno todas las regiones del dolor y la desesperación.

Porque, sí, puede que el tema nuclear de la película sea la Libertad, esa que se quiere representar en la franja azul de la bandera francesa –eso dicen los sesudos críticos-, pero para Kieslowski Libertad y Dolor están tan íntimamente unidos como lo puedan estar uña y carne. “Sufrimos porque somos libres y somos libres porque sufrimos”, ese parece ser su mensaje, su lúcida reflexión. Una idea que en “Azul” lo empapa todo. No es casualidad que Julia, he aquí la moraleja de su fábula, sólo consiga liberarse de su sufrimiento a costa de asumir que ahora, tras haberse roto todos los vínculos que la ataban, es completamente libre y dueña de su destino.

Y “Azul” es mucho más. Es una película llena de humanidad, de seres reales y tangibles, completamente alejados de los títeres sin alma que vomita el cine hollywoodiense; que se recrea en mostrarnos con infinita conmiseración, casi con dulzura, la miseria, la desesperación y la soledad -casi tan grandes como las de la propia Julia- que embarga a todos aquellos con lo que ésta se encuentra en su particular viaje por los infiernos. Un fiel reflejo de las angustias y sinsabores de la condición humana, de la nada cotidiana y de la tragedia de la existencia que bien podían haber firmado un Sartre o un Kierkegaard.

Pero sobre todo “Azul” es Belleza entendida en su sentido más clásico: es medida, es proporción, es virtuosismo estético, es perfecta armonía entre continente y contenido, entre el qué y el cómo se cuenta… Porque, ¿quién puede olvidar su bellísima fotografía, ese hipnótico contraste entre la frialdad del omnipresente azul y la tibieza casi húmeda de la doliente tristeza que lo embarga todo? ¿Y quién puede olvidar la portentosa y monumental música de Preisner?

¿Obra maestra?, no. Obra de arte.
Jinete nocturno
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