La ausencia de un ser querido, genera una ansiedad y angustia vitales, que para ser superada requiere que se esclarezcan y respondan ciertos interrogantes. Mientras los mismos permanecen, el sufrimiento de los allegados se hace perenne. Ocurre con aquellos que viven la desaparición de un hijo, o los que siendo conscientes de su irremediable pérdida no conocen el paradero del cuerpo.
Se impone como urgencia casi existencial el conocer qué sucedió, averiguar esas razones que impiden pasar página a uno de los mayores traumas por los que puede atravesar un ser humano.

En la película, esas necesidades son las que guían las actitudes del protagonista, ante la misteriosa volatilización de su prometida. Conforme la investigación de los hechos va tirando de un hilo, que compromete la integridad de la que pronto se iba a convertir en su mujer, le pasa por la cabeza tirar la toalla, abandonar esfuerzos que llevan a un pasado cuanto menos oscuro.
Sin embargo, hasta el final, se impondrá el deseo de borrar los interrogantes que han acabado con su confortable existencia. Hay dudas que son devastadoras.

Con estos mimbres, se da forma a un thriller entretenido, con la maestría ya sabida de la ficción coreana. Su metraje es algo largo, y determinados giros no me los termino de creer del todo, pero estamos ante un producto, en su género, por encima de la media