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Voto de Kyrios:
3
Ciencia ficción. Thriller. Acción Harry tiene una cita con Julie, una joven camarera de un café de Miracle Mile. Han quedado a la salida del trabajo de ésta, pero Harry se queda dormido. A media noche se despierta y corre a buscarla, pero es tarde. El teléfono público situado a la salida del café comienza a sonar y una angustiada voz advierte a Harry de un ataque nuclear ruso. ¡Quedan setenta minutos para el final! Ahora Harry debe encontrar a Julie... (FILMAFFINITY)
24 de octubre de 2014
4 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Miracle Mile (Setenta minutos para Huir, 1988) es una película de bajo presupuesto, poco conocida y bizarra hasta el extremo. Está dirigida por Steve de Jarnatt, quien sólo ha realizado dos películas a lo largo de su trayectoria. La obra fue presentada al festival de cine fantástico de Sitges del año 1989, donde consiguió el premio a los mejores efectos especiales.

El guión de la película tiene cierta historia, porque se realizó mucho antes de que la película fuera dirigida, y su autor, que es el propio director de la película, trató de venderlo a diversas productoras, aunque ninguna aceptó. Finalmente decidió él mismo llevar a cabo el proyecto, con resultados de público más bien mediocres, no llegando a recuperar lo invertido en el presupuesto (aproximadamente unos cuatro millones de dólares).

Lo cierto es que la propuesta de Steve de Jarnatt es difícil de clasificar. Con sólo leer el argumento nos daremos cuenta de su singularidad. La película nos presenta a un introvertido personaje, interpretado por Anthony Edwards, que conoce a una joven, interpretada por Mare Winningham y de la que se enamora rápidamente. Ese mismo día conciertan ambos una cita, pero nuestro protagonista llega tarde a esta. Sin querer cogerá el teléfono de una cabina telefónica y ahí recibirá un terrorífico mensaje: El mundo ha entrado en una guerra nuclear (recordemos que cuando se rueda el filme aún existe la guerra fría) y apenas le quedan unos minutos antes de poder escapar. Sin embargo, no dejará su nuevo amor atrás, y tratará de llevarse consigo al personaje de Mare Winningham. Ahí este el eje principal de la película.

A pesar de todo, una de las máximas que nos muestra el filme es no tener muy claro si realmente va a haber una guerra nuclear o la llamada telefónica que recibe nuestro protagonista es una simple broma de un loco. Esto es así porque la película no se centra en las altas esferas ni en los gobiernos (no hay ningún plano de ninguna base militar o de un político tomando decisiones) sino en las clases medias, que están representadas por nuestros protagonistas. Así que podríamos decir, que Setenta Minutos para huir es una película del fin del mundo desde una visión del ciudadano de a pie.

Y eso que la película empieza como una especie de comedia romántica, para luego seguir unos cauces bien extraños que la llevan hasta un drama apocalíptico. El principio del filme ya resulta atípico, mostrándonos una parte de un documental sobre la evolución humana. Posteriormente, la voz en off de nuestro protagonista nos mostrará su pasión por lo que parece un nuevo amor. Nada parece sospechar que el fin del mundo está cerca.

Hasta que sucede, y entonces la película se convierte en un tremendo disparate. Realmente pocas cosas se pueden rescatar de la estupidez generalizada que propone el filme. No sé sabe muy bien si algunas secuencias buscan un humor soterrado o simplemente se realizaron así, como es el caso de la búsqueda en el gimnasio. El desarrollo del filme es tremendamente vulgar, con la inclusión de secuencias que resultan reiterativas.

Estética ochentera que desborda gran parte del filme, para muestra la secuencia ya citada que tiene lugar en el gimnasio, cuando nuestro protagonista busca un piloto de helicóptero que le consiga ayudar a escapar. Setenta Minutos para Huir emplea una fotografía que sin temor a equivocarnos podemos señalar como mediocre, con una gama cromática totalmente disparatada, que no tiene ningún reparo en conseguir que el espectador se quede mareado ante los despliegues aleatorios de sus colores, en ocasiones tremendamente chillones y llamativos. Por si fuera poco, la película incluye alguna secuencia que profundiza aún más dentro de esta estética de la licra y la caspa, causando ridículos innecesarios.

También se ha comentado excesivamente el final de la película, considerado por los amantes del filme como algo magnífico. La realidad es que el cierre que utiliza Setenta Minutos para Huir era el desenlace más lógico teniendo en cuenta lo que propone la película a lo largo de su desarrollo. Lo realmente extraño hubiera sido que se propusiera algo diferente a lo que se nos muestra.


http://neokunst.wordpress.com/2014/10/24/setenta-minutos-para-huir-1988/
Kyrios
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