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Voto de Kyrios:
6
Comedia. Intriga Coke Ennyday, un detective con cierto apego a las drogas es interpretado por Douglas Fairbanks con el consiguiente toque acróbatico y espectacular; de cualqueir modo una pequeña pieza muy idvertida con guión de Tod Browning. (FILMAFFINITY)
20 de diciembre de 2013
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes de que la censura se impusiera en el cine, con el código Hays, que entró en vigor en el 1934 y que marcaba unas pautas las cuales los directores no podían traspasar (violencia explícita, sexualidad, obscenidad y drogas) en el cine encontramos cortometrajes tan fascinantes y curiosos como The mystery of the Leaping Fish, (traducido al castellano como el misterio de los peces saltarines) codirigida por Christy Cabanney John Emerson, y realizado en el 1916. Ni más ni menos que el célebre Douglas Fairbanks es el actor principal.

El argumento es cuanto menos sorprendente. El personaje central, Coke Ennyday (cocaína cada día), es un científico medio loco que se dedica a la creación de substancias delictivas (el reloj de la pared divide el tiempo entre comer, dormir, beber y drogarse) y que se comporta como un superhéroe (que utiliza la cocaína para derribar a sus enemigos y que incluso tiene un coche a juego con su traje) en una historia absolutamente delirante, donde la situaciones bizarras suceden cada dos por tres. El cortometraje destila un humor desenfrenado, que se acerca más a una serie de dibujos animados para adultos (como si los guionistas de los Lonney Toons escribieran en pleno delirio) que no al splastick más tradicional que imperaba en la producción del momento, con Chaplin a la cabeza.

El hombre que está detrás de semejante guión es ni más ni menos que Tod Browning. El director que realizó entre otras lindezas, Freaks (1932) o Drácula (1931) es el encargado de escribir la historia, que seguramente no pudo llegar a dirigir porque aún se estaba recuperando del terrible accidente automovilístico que tuvo en el 1915 y en el que casi pierde la vida. Sólo una personalidad tan singular como la suya es capaz de explicarnos semejante cortometraje, que valga la pena mencionar, no ha convertido a un servidor que escribe estas líneas en un drogadicto.
Kyrios
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