No soy un gran aficionado al cine de Sergio Leone, ni allá cuando de adolescente veía sus películas, ni ahora con 42 años, le noto mucho globo inflado sin necesidad. Una presentación de cinco minutos sin aparecer sino los créditos. Madre de Dios. Cuénteme algo por favor.

Pero acepto pulpo como animal de compañía y esta es de las más que me han gustado, mucho tiene que ver con la pareja de protagonistas, un eficaz y contundente Lee Van Cleef esta vez en el lado de los buenos, con un aplomo y un saber estar que no desentona en ningún momento de la trama. Por otro lado nos encontramos al actor fetiche de Leone, el ya conocidísimo en esa época gracias a sus colaboraciones en conjunto, Clint Eastwood, quien a pesar de repetir una y otra vez el mismo personaje, los mismos gestos, las mismas miradas y demás, nos sigue gustando a todos, porque nació para estos papeles.

Y así a estos dos monstruos de la interpretación, les une lo más complicado en el cine de antaño, que era dar con
un villano a la altura de los buenos, ya tenemos medio camino recorrido. Y aquí es donde destaco a Gian Maria Volonté, incontestable en su papel de El Indio.

Por fin me cuentan una historia con un guión en condiciones y atrayente. Dos cazadores de recompensas que se ven unidos por una causa común, y aúnan fuerzas para atrapar o matar al Indio, un malhechor de los más peligrosos y temibles, recién rescatado de prisión, no sin antes dejar un reguero de sangre en su escapada. Lo normal es cobrar entre mil y dos mil dólares por preso, el Indio vale diez mil. Eso lo dice todo.

La música una auténtica maravilla y la elección sobre en que momento preciso debe sonar, otorga el éxito seguro y que haya pasado generación tras generación tarareando esas melodías.

Lo dicho, para aquellos que no somos tan seguidores o admiradores de Sergio Leone, se trata de un trabajo que vale mucho la pena poder disfrutar.