La última película de Jorge Dorado la vas a disfrutar si o si, de eso no me cabe la menor duda. Las dudas llegan de en qué grado la vais a disfrutar. Sólo existen dos opciones, una que optes por el puro y duro entretenimiento, entonces os lo pasaréis pipa y por otro lado, si os empeñáis en buscarle el lado lógico y real, entonces comenzará a hacer aguas por todos lados.

La trama y el argumento te atrapan desde el mismo principio porque se maneja en un campo bastante desconocido para la mayoría, una oficina de objetos perdidos. Y lo más llamativo es la persona que lo lleva Mario. Un tipo enigmático que se obsesiona de una manera muy llamativa en buscarle dueño a cada objeto. Meticuloso hasta la saciedad. Con una vida social muy limitada, pero limitada, limitada. Vamos, el típico friki que te encuentras en la mayoría de los trabajos.

Pero su mundo y digo bien, su mundo, cambia cuando un día le llega una maleta antigua, con restos de un bebé dentro. A raíz de este momento la película comienza a dar un giro importante, se vuelve tan interesante como increíble lo que comienzan a contarte. Y no sé que es lo bueno y lo malo.

Personalmente me ha entretenido bastante, miento, muchísimo, porque lo cortés no quita lo valiente. Pero reconozco que a pesar de la propuesta la mar de interesante y el pedazo de personaje que monta Álvaro Morte, lo que viene a continuación, por mucho que lo mire desde el punto de vista del entretenimiento y sepa que lo que ocurre es todo ficción, no, no, no me lo trago, imposible que mi mente absorba todo eso sin llegar a plantearme que me están tomando por idiota o por un tío con una fe enorme. Por ahí me cuesta más pasar.

Es una pena la verdad, con un guión mucho más creíble, que creo que se podría haber conseguido, ésta peli estaría entre las mejores del año 2022.