La segunda película del francés Jean-Baptiste Léonetti se la juega desde muy temprano a sobrevivir con sólo dos personajes en medio del desierto en una situación extrema, premisa que de inicio suena más que interesante pero que falla en su ejecución.

Michael Douglas interpreta a un excéntrico millonario (otra vez) que decide ir a cazar un borrego cimarrón al desierto de Mojave, para ello contrata los servicios de un joven de un pueblo que le servirá como guía en su travesía (el inexpresivo Jeremy Irvine).

Ya en el desierto, el tipo dispara a algo que se mueve, resultando muerto un hombre del pueblo, esto generará un enfrentamiento entre el hombre y el chico, en el que el primero habrá de intentar cazar al segundo en un terreno donde éste lo domina a la perfección pero, el hombre mayor cuenta con bastantes herramientas como ventaja para cazarlo (la camioneta, armas, tecnología y demás).

Así, con la mesa servida para todo un festín lleno de emociones y tensión, todo es desaprovechado ante una torpe puesta en escena a cargo de Léonetti, quién no consigue sacarle provecho a las interminables opciones que el lugar propone, llenando el relato de situaciones inverosímiles con un par de personajes planos que vuelven tedioso la mayor parte del metraje.

A esto se suma la exagerada interpretación de Douglas, que poco puede hacer ante un personaje iracundo y mal delineado, y la ya mencionada inexpresividad de Irvine que no colabora en nada para levantar el vuelo de este malogrado y tedioso thriller, que para rematar, cuenta con uno de los peores y más nefastos finales en años.

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