Dani de la Torre está convencido de que los anarquistas eran gente muy noble, humana y bondadosa, como ejemplifica el idealista y quijotesco Salvador (Paco Tous), en cambio los militares, los policías, el gobierno, los políticos, los empresarios, en fin, los poderosos a granel, son muy malos, viciosos y corruptos. Luego es obvio que el atraco y matanza que abre la película no ha sido protagonizado por estos que tienen "ideales", como si sólo los tuvieran ellos, los demás, los villanos, sólo tienen viles intereses, sino a ser posible el que suene más de derechas. De esta forma se anticipa todo lo que va a pasar. Y al final se llega al ridículo con una trama que pretende explicarnos que el fomento del pistolerismo y los asesinatos era una simple estrategia de los malos para dar un golpe de estado, como finalmente sucedió en 1923, Porque claro, como los anarquistas no defendían el terrorismo ni la violencia, nótese la ironía, porque son "güenos", hay que echarle la culpa a la reacción y para eso tenemos a un general, como si fuera un remedo de Franco. Lamentable.

Por supuesto, todo el entramado histórico, la representación de la ideología, táctica y medios anarquistas, la respuesta empresarial o hasta la apasionante figura del supuesto barón de Koenig (Manolo Soto) son una absoluta caricatura con el único objetivo de apuntalar las ideas expuestas en el primer párrafo y de paso darle alguno vivas al feminismo-empoderado, con mujeres asesinas, que no falten en la nueva ola reivindicativa, por favor.

Y para hablar de caricatura, un personaje tan anacrónico como Sara, que no te puedes creer en la vida en nada de lo que hace o dice. Si hasta participa en batallas campales y le zurra a los obreros esquiroles. Nivel "Chicas del cable" (2017-2020).