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Voto de Reaccionario:
8
Drama Matthew Poncelet (Sean Penn), un hombre condenado a la pena capital por el asesinato de dos adolescentes, reclama desde la prisión la ayuda de la hermana Helen Prejean (Susan Sarandon). Durante la semana anterior a la ejecución, Helen intentará que Matthew consiga la absolución y la paz espiritual. Sin embargo, a la hermana Helen no sólo le angustia la espantosa agonía del condenado, sino también el dolor de las familias de las ... [+]
3 de septiembre de 2012
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Recuerdo que en una crítica, para atacar "El Verdugo" de José Luís García Berlanga, puse como ejemplo sobre la pena de muerte esta película de Tim Robbins. Contundente, sobria, fría, cruda, muy realista y por momentos emotiva supone posiblemente el mejor intento desde la gran pantalla por abordar el peliagudo asunto de la pena capital. De hecho, prácticamente toda la cinta gira sobre esta cuestión, manteniendo el director una asombrosa neutralidad, sin decantarse sobre una cuestión o la contraria, sin recurrir a lo fácil, ni buscar la complicidad con el espectador cargando las tintas sobre uno de los bandos.

Aún así, junto al monotema que aborda, hay tiempo suficiente para tocar asuntos como las deficiencias del sistema judicial americano (por un mismo delito, una persona es condenada a muerte y la otra a cadena perpetua; su dependencia del poder político; o su clasismo, "sólo hay pobres en el corredor de la muerte"), el racismo, la religión o el valor de la redención. De hecho, los excelentes diálogos entre la pareja protagonista, Helen y Matthew (magistrales Susan Sarandon y Sean Penn), permiten explorar otras facetas necesariamente menores, dado el calado de la cinta, como la psicología de los personajes o sus motivaciones existenciales (¿ella está realmente satisfecha del camino que ha seguido?).

Dicho lo cual, la controversia sobre la pena de muerte sigue abierta, por más que en Europa pensemos que el tema está resuelto. Y si no, hagamos un referéndum en España o en cualquier país, a ver que sale. O sencillamente, cuantos votarían afirmativamente. La cuestión en sí es bastante complicada y hay razones de peso para apoyarla o rechazarla. Puede que el mayor argumento para estar a favor resida en la necesidad de hacer justicia. Si una persona, por una serie de asesinatos, va a ser castigada "sólo" con la cadena perpetua, existe una desproporción entre el delito y la pena. Estar en la cárcel es malo pero es peor la muerte. Así, por ejemplo, el asesino de la chica, sí, va a estar encerrado, pero viviendo del estado y sin pegar golpe, con "derechos", atenciones y privilegios, casi como en un hotel. Y en cambio, ella está muerta y su familia, destrozada para siempre. Por eso el impulso humano natural es buscar el ojo por ojo, la ley del Talión para tratar de equiparar el daño. Por eso, en otros tiempos se buscaba un castigo mucho mayor que la muerte buscando este equilibrio (tortura, exposición del cuerpo en la vía pública, negación de un entierro cristiano, etc.).

Otro argumento de peso está en el intento de mantener la idea de humanidad. Ante un crimen lo suficientemente repulsivo hay dos posibilidades. O bien un ser humano es capaz de ese acto, y por lo tanto, somos una especie viciada (la humanidad como algo bueno sería falso pues tan humano sería un gesto de amor como este crimen); o bien no es capaz, y por lo tanto, ese asesino no es humano con lo que se le puede (se le debe) eliminar como una bestia. Sea como fuere, si queremos mantener la idea de humanidad, incluidos los derechos humanos, tenemos que deshacernos de aquello que nos parezca inhumano.

En el otro lado de la balanza, el principal argumento, sin tener en cuenta inconvenientes técnicos (la imposibilidad de reparar un error), sería la falta de legitimidad para quitar la vida a otra persona. Ya sea porque creemos en los Derechos Humanos, que en su Declaración Universal, en el artículo 3 dice "Todo individuo tiene derecho a la vida" (otra cosa distinta sería ¿cuál es su fundamento? ¿La naturaleza humana? ¡Vaya risa!), ya porque llevamos el 5º Mandamiento de la Ley de Dios, "No matarás", a las últimas consecuencias, lo fundamental aquí es que por mucha injusticia que pueda haber, dolor, rabia, o la idea de humanidad se vaya al garete, nadie tiene derecho a matar a nadie, salvo quizás, en defensa propia y si no hay otro remedio (¿Y entonces qué hacemos con las guerras? Porque el soldado tampoco podrá matar a nadie).

Aunque no estoy del todo seguro, personalmente, por mucho que me convenzan racionalmente los argumentos a favor de la pena de muerte (y lo cierto es que lo hacen), me temo que no nos queda más remedio que plegarnos a los motivos abolicionistas, especialmente el religioso, (porque el jurídico es completamente irrelevante). Diría que si mi Ello me pide la pena capital mi superyo me recuerda que no es lícita.
Reaccionario
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