Esto es muy fácil de entender, unos zapatos espectaculares a un gran precio, de una única talla que se ajusta a nuestro pie, es lo que tenemos en las manos después de comprarlos por internet. Al ponerlos, el pie, parece que no termina de encontrar el espacio necesario. Debido a su belleza y exclusividad devolverlos para recuperar el dinero, no es aceptable porque estrenarlos es un deber. Un calzador es el farsante más piadoso al que un soufflé se puede acoger para adaptarse al molde. Por tanto salimos orgullosos del estreno a la calle con una sonrisa ancha y esbelta de pura felicidad aunque el dolor de las articulaciones sea inhumanamente insoportable. No hay tormento ni suplicio ni tortura que impidan aminorar el paso si de lo que se trata es de exponer, a través del calzado, arte en los pies. No importa conservar una sonrisa congelada en el rostro si fue puesta con sincera convicción a pesar de que continúe el persistente e insoportable sufrimiento interior.

Esto es en resumidas cuentas lo que es sobrevivir cuando el amor lo puede todo. Kate Winslet e Idris Elba, en un ejercicio de supervivencia medidamente ajustado, complementan sus vidas sobre un manto de nieve para descubrir entre ambos una historia de amor que habra de sobrevivir al frio hielo congelado. “La montaña entre nosotros” puede ser un romance de aventuras para entretener el corazón o puede ser un drama de supervivencia para visualizar un paisaje espectacular, porque en sí mismo esto es, cine al servicio de la pantalla y no reverso original que habría de suponer ser, la pantalla al servicio del cine. Hany Abu-Assad director de cine palestino puede cosechar en Hollywood un elevado éxito gracias a sus formas, o puede triunfar en la Meca del cine si elabora con su incuestionable talento un mayor rigor.

Una entretenida historia de amor que no necesita el rigor de ser quirúrgicamente intervenida.

Me gusta, Kate Winslet.
Me gusta, Idris Elba.
Me gusta, Hany Abu-Assad.
Y también me gustan… las historias de amor con calzador.