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España España · Barcelona
Voto de Sémele:
8
Drama Michael Corleone, heredero del imperio de don Vito Corleone, intenta rehabilitarse socialmente y legitimar todas las posesiones de la familia negociando con el Vaticano. Después de luchar toda su vida se encuentra cansado y centra todas sus esperanzas en encontrar un sucesor que se haga cargo de los negocios. Vincent, el hijo ilegítimo de su hermano Sonny, parece ser el elegido. (FILMAFFINITY) En diciembre de 2020 se estrenó en cines y ... [+]
20 de diciembre de 2016
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mucho se ha escrito (o se ha discutido) de la supuesta calidad de esta película que cierra una de las sagas más míticas, sino la más mítica, de la historia del cine. Porque, ¿Qué sería del cine si no hubiera existido una película como "El padrino" o, la todavía mejor, "El padrino. Parte II"? Sin duda, habría que inventarla para tener una vara de medir para las películas. Lo curioso es que Francis Ford Coppola dirigió la primera parte como un acuerdo con los productores para tener luz verde y poder dirigir una película mucho más personal como "La conversación". ¡Pues anda que... Le salió una obra maestra por encargo! Cosas más raras se han visto.

Me acuerdo ahora de un capítulo de los Simpson en el que Bart, en una de sus delirantes aventuras, encuentra la versión buena de "El padrino 3". Viéndolo, esbocé una sonrisa. ¡Anda que no le han llovido palos al tercer Padrino! Hay que reconocer que sus dos predecesoras son obras magnas y yo estoy con que "El padrino. Parte II" se cargó por completo el tópico de que segundas partes nunca fueron buenas. Sí lo son, y ésta es la prueba. Pero eso no desmerece lo que Coppola quiso hacer en 1990, desempolvar su vieja tragedia de corte clásico enmarcada dentro de los parámetros de una familia italoamericana, parida por la fructífera mente de Mario Puzo, elevándola a los altares de la excelencia cinematográfica.

"El padrino. Parte III" es el cierre de una saga mítica, un punto y final. (a no ser que alguien osé desempolvarla de nuevo.) Rescatamos a un Michael Corleone (Al Pacino), prematuramente envejecido cuyo último objetivo es limpiar su nombre y el de su familia, blanqueando su organización "criminal" e uniéndola al Vaticano. Y con ello, tal vez, Michael, sintiéndose mayor y solo, pueda calmar su alma atormentada por un pasado tan violento como doloroso. Estamos en 1979. Reaparece en su vida su ex mujer Kay (Diane Keaton), a la que un día cerró las puertas de su hogar, acompañada de sus dos hijos, ya adultos, para pedirle que permita que su hijo siga su carrera como cantante de ópera. Michael quiere construir sobre ello, volver a crear lazos con sus hijos, especialmente con Mary, su ojito derecho que desconoce las viejas historias de su padre.

Uno de los atractivos de la película radica en el hábil ensamblaje de la historia de los Corleone con los acontecimientos históricos de la época. En muchas ocasiones, se repite que son nuevos tiempos y que Michael está viejo o enfermo, hechos que nos hacen intuir el final de una época y el comienzo de otra. Michael se aferra en enderezar el rumbo, en ser legal y hacer las cosas bien, pero su pasado pesa demasiado y le empuja irremediablemente hacia abajo. Además, está el sino trágico que siempre ha acompañado a estos personajes y se intuye que nunca, nunca, podrán escapar de su destino.

No sé por qué pero la tragedia, el drama, que acompaña a los Corleone está cargado de una fuerza brutal, intensa y atrayente. Fascinante. Como si fuera una especie de justicia divina en la tierra. Michael está condenado a vagar por el mundo con la culpa y el dolor a cuestas y su cuerpo y su alma sufren sin remisión y, aún cuando tratar de cambiar o de reparar los errores, está condenado al fracaso y a seguir vagando en una especie de purgatorio. Los que hacen el mal, sufren, pero ahora, envejecido y enfermo, sentimos pena por él y nos preguntamos hasta que punto una persona tiene que sufrir su condena. Él no puede perdonarse a sí mismo; he aquí su tragedia.

Coppola, al final, parece que se sentía en deuda con Michael Corleone, un personaje trágico que busca una redención que sabemos que es imposible, y por eso le escribió un final acorde con lo que creía que había pasado con él. Uniéndolo hábilmente con hechos históricos (la muerte del Papa y la posterior elección del Papa Juan Pablo I), nos regaló un fresco contemporáneo, cargado de melancolía y de nostalgia, una mirada lúcida a los entresijos de la corrupción en la cópula eclesiástica, dotándola de entidad propia, aunque deudora de la estela mítica de sus dos predecesoras.

He aquí lo que pasó con Michael (encarnado por un sobrio Al Pacino). Recuperando a algunos personajes necesarios, como Kay (Diane Keaton) y Connie (Talia Shire), dejando por el camino a otros, como Tom Hagen (Robert Duvall). Introduciendo a otros, como los de Vincent Mancini (Andy García) y Mary Corleone (Sofía Coppola), supuestos aires nuevos para los tiempos nuevos, aunque la tragedia siempre lo sobrevuele todo. Sin ninguna duda, los personajes nuevos, como Vincent y Mary, no están a la altura de los personajes del pasado, pero vienen a resultar un complemento necesario, al servicio de un cierre de altura, tan doloroso, tan crucial.

Meterse con Sofía parece un deporte nacional. Pero no creo que haya más responsable que su propio padre que la puso ahí, en el lugar de una Winona Ryder que declinó la oferta por agotamiento (tras protagonizar varias películas seguidas). Que no sabe actuar, que tiene recursos limitados, que si esto, que si lo otro... pues claro, no es actriz, ¿acaso se le puede pedir peras al olmo? El error fue de su padre que se decidió por ella y, en cierto modo, también de su pareja en la cinta, un Andy García que venía a reencarnarse como un Santino, un latino pasional e impulsivo, y le salió un macarra con chupa de cuero y maneras mafiosas, aceptable aunque no memorable. La falta de química, a mi modo de ver, viene por ambas partes.

Para el recuerdo, para siempre: un Al Pacino inconmensurable que llega a su punto álgido, al lanzar ese grito sordo y luego desgarrador, de dolor e impotencia, y recuerdas esa frase que dice él mismo un poco antes: "cuando vienen, vienen por lo que más quieres". ¡Joder! ¡Qué razón tiene!
Sémele
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