Aunque el comienzo es un poco irregular, como si el director no supiera que nos quiere contar exactamente, luego cuando el grupo se forma, la historia va tomando forma. Una fotografía en blanco y negro espectacular y un Sam Riley que lo hace francamente bien, que bien refleja la angustia existencial de su personaje y su extrema sensibilidad así como su carisma encima del escenario, más que la historia del grupo es la historia de la tragedia de Ian Curtis, sus remordimientos, su angustia por su enfermedad, Samantha Morton también realiza un gran papel como la sufrida esposa de Curtis. En general hay mucho drama e introspección, pero algún momento de fino humor con el manager del grupo, todo un personaje, que se merecería un film para él solo, un atípico biopic de un músico que revolucionó la música de su época y creo escuela para otros muchos grupos de la década de los ochenta que le siguieron, a destacar