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Voto de claquetabitacora:
10
6,8
129 425
Musical. Drama. Romance
Ambientada en el París bohemio de 1900. Satine, la estrella más rutilante del Moulin Rouge, encandila a toda la ciudad con sus bailes llenos de sensualidad y su enorme belleza. Atrapada entre el amor de dos hombres, un joven escritor y un duque, lucha por hacer realidad su sueño de convertirse en actriz. Pero, en un mundo en el que todo vale, excepto enamorarse, nada es fácil. (FILMAFFINITY)
2 de enero de 2016
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Luhrmann, después de cosechar las mieles del éxito con su versión teen “Romeo y Julieta”, volvió a recurrir a una historia de corte trágico pero envuelta en luces y excesos, como no podía ser menos en su mejor película hasta la fecha y una obra maestra desde cualquier punto de vista. Ubicada en la Francia bohemia y ambientada a finales del s. XIX, con el Moulin Rouge como principal y único escenario, se podría decir que desde el mismo instante que la cortina roja se abre nos adentramos en un espectáculo sin igual, un punto y aparte, un antes y un después, que volvió a poner el género musical en la palestra rescatándolo del ostracismo y el olvido para darle un lavado de cara agresivo y visceral, donde la banda sonora es un elemento fundamental para poder comprender hasta donde podía llegar el director. Hubieron críticas y quejas al respecto por la forma en cómo se trataron temas atemporales y que si la película, en sí misma, no podía considerarse un musical en ciernes debido, precisamente, a emplear temas ya conocidos y no ser canciones de un musical propiamente dicho. A día de hoy está claro que el tiempo ha sabido cerrar bocas.
“Moulin Rouge!” es un magistral cuento de hadas donde el amor (universal), el poder, el bien, el mal, la cultura bohemia y los hijos de la revolución, el dinero, las miserias, la muerte, la ambición, la entrega, el espectáculo y el lenguaje cinematográfico, todos están puestos y expuestos al servicio de un atractivo truco mágico, un circo de tres pistas con un sinfín de variedades donde el color, la fotografía, la ambientación, la anacrónica exposición de una época cargada de excesos y oscuros trasfondos, (a)morales propuestas son elementos que fluyen y se auto alimentan, sin obviar ni por un segundo que Luhrmann disfruta con cada uno de los episodios que conforman (una vez más) esta trágica historia de amor de proporciones épicas. Ya desde el primer instante se nos deja claro que el amor, por mucho que sea el eslabón férreo, el ancla incólume, el puntal por el cual la pareja decidirá sacrificarlo todo a pesar de poder acabar en la más absoluta de las miserias, este mismo amor no tiene la fuerza suficiente de poder esquivar algo mucho más potente y devastador que él: la muerte.
Si ya en “Romeo + Julieta” la muerte era el destino que marcaba a fuego el desenlace aquí vuelve a ser quien destruye lo que tanto ha costado lograr. Pero mientras tanto, hasta llegar al momento fatídico, al punto álgido donde la reconciliación y la demostración de fidelidad emplazado dentro de un número de Bollywood cargado de colores y luces, somos testigos de un espectáculo de montaje nervioso, el más videoclipero de toda la filmografía del director pero sin reparar en gastos y ante todo inyectado en vida. La presentación de lo que es el interior del Moulin Rouge es ya de por sí una declaración de principios e intenciones, de lo que allí se cuece y como las mujeres son empleadas como carne atrayente para los ricos del lugar siendo Satine el diamante en bruto, la joya más preciada, el elemento más codiciado (no está utilizada por casualidad la mítica canción de Madonna “Material girl” o la que ya cantó en su momento Marylin Monroe “Los diamantes son el mejor amigo de la mujer”).
Pero estas píldoras new age son tan sólo la punta de un iceberg cargado de temas pop, temas de culto que son versionados para la ocasión. Porque convertir canciones como el “Smells Like Teen Spirit” de Nirvana en un reclamo de hombres adultos y vestidos de frac, “Children of the Revolution” como una explosión festiva de un clamor cultural y popular, “The Show Must Go On” de Queen como una declaración de intenciones a través de cánticos y coros profundos (uno de los mejores momentos de la película), “Like a Virgin” de Madonna reconvertido en un número musical de Broadway (el más divertido) o el “Roxanne” de Police transformado en un tango para la ocasión en un montaje paralelo sin precedentes hacen que la película sea un lujo para los sentidos, una refrescante nueva propuesta para lo que representa el género y una demostración palpable de que Luhrmann expone, monta, crea y disfruta con lo visual, convierte en espectáculo todo cuanto le rodea y demuestra que es uno de los directores más interesantes y trascendentales (por más que se intente evitar) del panorama actual en lo que respecta combinar música e imagen en un videoclip de fastuoso presupuesto pero de holgado resultado. Es el insuflar el sentido de lo vertiginoso y lo efímero, lo llamativo y lo extremo en un mismo escenario sin importar el riesgo.
En cuanto al valor cinematográfico de la película más allá de lo estrictamente musical se puede decir que si bien es cierto la historia no es nada nueva (incluso podría verse como una nueva versión particular de Romeo y Julieta) no deja de ser la clásica historia de amor con la mayor cantidad de trabas y dudas existenciales si elegir la posición económica o dejar que el amor sea el que prime por encima de todo. No hay mayor novedad pero desde luego es un filme que a día de hoy logra mantener el pulso narrativo a pesar de volver a contar con tics marca de la casa que siempre logran descolocar por su recargada y excesiva caricaturización y su incomprendido sentido del humor donde la apariencia de comedia bufa da un formato extraño a los personajes (como siempre suele suceder en los primeros minutos) donde Luhrmann cree que dotándolos de cierto infantilismo consigue congeniar con el espectador. Pero son daños colaterales nimios o de poca importancia.
- continúa en spoiler -
“Moulin Rouge!” es un magistral cuento de hadas donde el amor (universal), el poder, el bien, el mal, la cultura bohemia y los hijos de la revolución, el dinero, las miserias, la muerte, la ambición, la entrega, el espectáculo y el lenguaje cinematográfico, todos están puestos y expuestos al servicio de un atractivo truco mágico, un circo de tres pistas con un sinfín de variedades donde el color, la fotografía, la ambientación, la anacrónica exposición de una época cargada de excesos y oscuros trasfondos, (a)morales propuestas son elementos que fluyen y se auto alimentan, sin obviar ni por un segundo que Luhrmann disfruta con cada uno de los episodios que conforman (una vez más) esta trágica historia de amor de proporciones épicas. Ya desde el primer instante se nos deja claro que el amor, por mucho que sea el eslabón férreo, el ancla incólume, el puntal por el cual la pareja decidirá sacrificarlo todo a pesar de poder acabar en la más absoluta de las miserias, este mismo amor no tiene la fuerza suficiente de poder esquivar algo mucho más potente y devastador que él: la muerte.
Si ya en “Romeo + Julieta” la muerte era el destino que marcaba a fuego el desenlace aquí vuelve a ser quien destruye lo que tanto ha costado lograr. Pero mientras tanto, hasta llegar al momento fatídico, al punto álgido donde la reconciliación y la demostración de fidelidad emplazado dentro de un número de Bollywood cargado de colores y luces, somos testigos de un espectáculo de montaje nervioso, el más videoclipero de toda la filmografía del director pero sin reparar en gastos y ante todo inyectado en vida. La presentación de lo que es el interior del Moulin Rouge es ya de por sí una declaración de principios e intenciones, de lo que allí se cuece y como las mujeres son empleadas como carne atrayente para los ricos del lugar siendo Satine el diamante en bruto, la joya más preciada, el elemento más codiciado (no está utilizada por casualidad la mítica canción de Madonna “Material girl” o la que ya cantó en su momento Marylin Monroe “Los diamantes son el mejor amigo de la mujer”).
Pero estas píldoras new age son tan sólo la punta de un iceberg cargado de temas pop, temas de culto que son versionados para la ocasión. Porque convertir canciones como el “Smells Like Teen Spirit” de Nirvana en un reclamo de hombres adultos y vestidos de frac, “Children of the Revolution” como una explosión festiva de un clamor cultural y popular, “The Show Must Go On” de Queen como una declaración de intenciones a través de cánticos y coros profundos (uno de los mejores momentos de la película), “Like a Virgin” de Madonna reconvertido en un número musical de Broadway (el más divertido) o el “Roxanne” de Police transformado en un tango para la ocasión en un montaje paralelo sin precedentes hacen que la película sea un lujo para los sentidos, una refrescante nueva propuesta para lo que representa el género y una demostración palpable de que Luhrmann expone, monta, crea y disfruta con lo visual, convierte en espectáculo todo cuanto le rodea y demuestra que es uno de los directores más interesantes y trascendentales (por más que se intente evitar) del panorama actual en lo que respecta combinar música e imagen en un videoclip de fastuoso presupuesto pero de holgado resultado. Es el insuflar el sentido de lo vertiginoso y lo efímero, lo llamativo y lo extremo en un mismo escenario sin importar el riesgo.
En cuanto al valor cinematográfico de la película más allá de lo estrictamente musical se puede decir que si bien es cierto la historia no es nada nueva (incluso podría verse como una nueva versión particular de Romeo y Julieta) no deja de ser la clásica historia de amor con la mayor cantidad de trabas y dudas existenciales si elegir la posición económica o dejar que el amor sea el que prime por encima de todo. No hay mayor novedad pero desde luego es un filme que a día de hoy logra mantener el pulso narrativo a pesar de volver a contar con tics marca de la casa que siempre logran descolocar por su recargada y excesiva caricaturización y su incomprendido sentido del humor donde la apariencia de comedia bufa da un formato extraño a los personajes (como siempre suele suceder en los primeros minutos) donde Luhrmann cree que dotándolos de cierto infantilismo consigue congeniar con el espectador. Pero son daños colaterales nimios o de poca importancia.
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Lo que aquí prima es la perfecta química tanto entre protagonistas como secundarios. Quizás Ewan McGregor resulte el menos interesante aunque hay un esfuerzo por su parte pero Nicole Kidman demuestra contener las dotes interpretativas y dramáticas (aparte de que jamás estuvo más bella, cautivadora y sugerente como en esta película) para demostrar el porqué los hombres se vuelven locos por ella y a su vez una mujer que ha acabado convirtiéndose y sabiendo que es la mujer objeto deseada, sin creer en la posibilidad de que el amor verdadero y sincero pueda existir. De ahí que el “Love songs medley” que se dedican entre los dos tortolitos declarándose amor pero sin dejar a un lado las posibilidades y realidades de la vida en la calle es uno de los temas más reconfortantes y logrados al respecto. Al igual que tampoco se puede dejar a un lado a Zidler (un perfecto Jim Broadbent) quien como maestro de ceremonias y propietario del Moulin Rouge se convierte en una de las piezas clave de este cuento al comprender que la desaparición de su fuente de ingresos supondría el cierre del local y su lucrativo presente y futuro.
Pero el personaje más interesante de todo el conjunto es El Duque (Richard Roxburgh nunca estuvo mejor). Por la amalgama de poses, emociones y tics que cuenta su rol. Empieza siendo un simple y pusilánime pomposo de infantiloide carácter dejando entrever pequeñas píldoras de patetismo muy bien enfocado como en los números musicales “Spectacular, Spectacular” o “Like a virgin”. Incluso en los momentos donde no se da cuenta de que Satine lo “engaña” con Christian a escondidas. Pero en el momento donde exclama que “no le gusta que le toquen sus cosas” se muestra tal y como es en realidad: el clásico pérfido villano de cuento de hadas que querrá poseer a la princesa del cuento y los celos acabarán por consumirlo en una vorágine muy bien expuesta donde el dinero, el poder y la dominación sobre la mujer es realmente convincente, hasta llegar al punto de intentar matar al héroe sin pensar en las consecuencias. Porque a pesar de no creer en el amor no puede evitar sentir la necesidad de que Satine lo ame aunque sea a fuerza de lo material.
“Moulin Rouge!” se torna por derecho propio y con sobradas razones uno de los títulos más imprescindibles, refrescantes y divertidos del panorama cinematográfico, al igual que su director dejó las cartas sobre la mesa demostrando que cuando vino era sencillamente para quedarse. Un director con el don de plasmar en movimiento una belleza kitch, una estética anacrónica pero perfectamente ensamblada en un género y en un estilo directo, sin ambages. Luhrmann confiere a su cine y a sus películas el don de la narrativa extrema, para bien y para mal, convirtiendo el París bohemio en un videoclip anárquico y ausente de todo remilgo estético concibiendo y construyendo una fantasía necesaria para un género que necesitaba que alguien lo rescatara y quien mejor que él para demostrar que no habían mejores manos que las suyas para construir este castillo entre bambalinas. Si encima colamos a Kylie Minogue como el hada verde de la absenta todo es posible. Redonda sin posibilidad de que pase de moda.
https://claquetadebitacora.wordpress.com/2016/01/03/critica-moulin-rouge-baz-luhrmann-2001-amores-en-tiempos-del-cancan/
Pero el personaje más interesante de todo el conjunto es El Duque (Richard Roxburgh nunca estuvo mejor). Por la amalgama de poses, emociones y tics que cuenta su rol. Empieza siendo un simple y pusilánime pomposo de infantiloide carácter dejando entrever pequeñas píldoras de patetismo muy bien enfocado como en los números musicales “Spectacular, Spectacular” o “Like a virgin”. Incluso en los momentos donde no se da cuenta de que Satine lo “engaña” con Christian a escondidas. Pero en el momento donde exclama que “no le gusta que le toquen sus cosas” se muestra tal y como es en realidad: el clásico pérfido villano de cuento de hadas que querrá poseer a la princesa del cuento y los celos acabarán por consumirlo en una vorágine muy bien expuesta donde el dinero, el poder y la dominación sobre la mujer es realmente convincente, hasta llegar al punto de intentar matar al héroe sin pensar en las consecuencias. Porque a pesar de no creer en el amor no puede evitar sentir la necesidad de que Satine lo ame aunque sea a fuerza de lo material.
“Moulin Rouge!” se torna por derecho propio y con sobradas razones uno de los títulos más imprescindibles, refrescantes y divertidos del panorama cinematográfico, al igual que su director dejó las cartas sobre la mesa demostrando que cuando vino era sencillamente para quedarse. Un director con el don de plasmar en movimiento una belleza kitch, una estética anacrónica pero perfectamente ensamblada en un género y en un estilo directo, sin ambages. Luhrmann confiere a su cine y a sus películas el don de la narrativa extrema, para bien y para mal, convirtiendo el París bohemio en un videoclip anárquico y ausente de todo remilgo estético concibiendo y construyendo una fantasía necesaria para un género que necesitaba que alguien lo rescatara y quien mejor que él para demostrar que no habían mejores manos que las suyas para construir este castillo entre bambalinas. Si encima colamos a Kylie Minogue como el hada verde de la absenta todo es posible. Redonda sin posibilidad de que pase de moda.
https://claquetadebitacora.wordpress.com/2016/01/03/critica-moulin-rouge-baz-luhrmann-2001-amores-en-tiempos-del-cancan/