Nacho G. Velilla ha dado una gran lección a la industria cinematográfica española con esta gran película dramática. Nadie como él para mostrarnos la cruda realidad del mundo rural español. Perder una madre, estar cojo, sobrevivir a un cáncer, quedar segundo en un concurso de belleza bovino, ser lesbiana y no ser madre, ser madre y no ser libre, ser cura y ser progre, ser guapo y ser cretino, son sólo problemas menores frente al gran debate que se esconde detrás de esta amalgama de personajes trágicos: el imán que nos aferra a la tierra y despoja de la libertad de escoger una nueva vida alejada del olor a estiercol y puticlub de carretera visto a través de los ojos de un deficiente mental -extraordinariamente interpretado por Julian López-, que podríamos calificar como el Forrest Gump español, y nos desvela con la gracia propia de los inocentes, la bajeza de cada personaje, como la bajeza del Hombre en general. Inolvidable la escena del carro y la vaca: una gran metafora de la superación personal y punto de inflexión en la película: es el momento en que Eliseo une el carro con la furgoneta cuando establece también un vínculo con su cuñada, dando un giro impresionante que nos deja pegados a la pantalla hasta el gran desenlace final.* Un drama terrible y conmovedor que nos deja temblando y reflexionando sobre el sentido de la vida durante bastante tiempo después de haberla visto, como sólo los grandes dramas pueden hacer.